Por primera vez en la Historia de Estados Unidos, en estas elecciones presidenciales uno de cada tres votantes pertenecerá a alguna minoría. Entre estos colectivos, el principal es el hispano. Los latinos en EEUU han ido creciendo en población, hasta llegar a 55 millones de habitantes, que suponen el 17,6% de la población del país.

Con su expansión, sobre todo en los estados fronterizos con México, poco a poco han ido modificando el mapa electoral en condados clave para decidir quién ganará la carrera hacia la Casa Blanca. En 2012, el peso electoral de este colectivo alcanzó el 35% en Nuevo México. También el 23% en California, el 22% en Texas y el 17% en Florida, tres de los cuatro estados que más delegados reparten en la elección presidencial.

No sorprende por tanto que en aquellos lugares de fuerte raigambre hispana, las campañas produzcan anuncios electorales en nuestra lengua y los candidatos incluso se animen a decir unas palabras en español.

Tradicionalmente los hispanos han votado más demócrata que republicano. Esta tendencia a priori podría llamar la atención, habida cuenta del perfil más conservador de los latinos, pero se explica en gran medida por la variable migratoria. En los últimos años, los republicanos han adoptado un perfil más duro en cuanto a políticas de migración, a diferencia de los demócratas.

De los últimos candidatos presidenciales, el que mayor apoyo logró de los latinos fue George W. Bush, con un 44%. Una cifra peor que la de su rival John Kerry, pero en cualquier caso importante para revalidar su cargo en 2004.

En este ciclo electoral, la cuestión migratoria se ha polarizado hasta límites nunca antes vistos, con un Donald Trump que representa las posiciones más radicales. No sólo amenaza con deportar a las 11 millones de personas indocumentadas que hay en el país (en su mayoría hispanas), sino que incluso promete construir un muro en la frontera con el vecino del sur y que sean los mexicanos quienes lo financien.

Sólo hay un obstáculo para que el voto hispano sea decisivo: su baja participación"

En 2012, Barack Obama ganó el 71% del voto hispano (cuatro puntos más que en 2008). Una cifra récord que con gran probabilidad Hillary Clinton rebasará, en vista del discurso de Trump. Sólo hay un obstáculo en su camino para que el voto hispano sea decisivo: su baja participación. Por eso la campaña demócrata centra esfuerzos en convencer a los hispanos a que acudan a las urnas. Su voto podría hacer incluso que Arizona, que desde 1952 ha votado republicano –a excepción de 1996, a favor de Bill Clinton-, cambie a azul. Aunque por la mínima,Hillary lidera los sondeos en el estado del Gran Cañón.

Por el momento, las cifras de voto anticipado son superiores a 2012 en Arizona, Nevada, Carolina del Norte, Georgia y otros estados clave. Variables que hacen pensar que los hispanos presumiblemente llevarán a Hillary de la mano hasta la Casa Blanca.

*Sara Morais es Responsable de Investigación en GAD3.