Italia, mi querida Italia, ha protagonizado durante esta última semana, para mi tristeza, una de las páginas más lamentables y vergonzosas de su reciente historia democrática. Un episodio parlamentario que le hará retroceder en su posición de vanguardia en la lucha a favor de las conquistas sociales. El parlamento italiano rechazaba, lo hacía el pasado miércoles, la ley contra la homofobia. Así de simple, pero así de brutal. Somos millones de personas los que tardaremos en olvidar una horrible tarde de finales de octubre de este moribundo 2021.

Fue una moción de censura contra este texto legal anti homófobo, acaudillada por los partidos de la extrema derecha más cavernaria liderados por Matteo Salvini y Giorgia Meloni, la que acabó consiguiendo los apoyos necesarios para tumbar un proyecto de ley que estaba ya en su recta final. Un producto legislativo que pretendía ser, que hubiera podido ser, un hito histórico. Apenas 23 votos de diferencia, no demasiados, aunque desgraciadamente suficientes, para que se consumara uno de los pasos atrás más terribles que se han perpetrado en mi país, y que abre la puerta a un daño irreparable a toda una serie de conquistas sociales que deben seguir siendo irrenunciables. 

La vuelta a las cavernas

Vergüenza por ser natural de un país cuya cámara legislativa acaba de rechazar la posibilidad de defender los derechos LGTBI

He de reconocer que, durante estos últimos días, lo he pasado mal y que me he sentido, por primera vez, avergonzado de ser italiano. Vergüenza por ser natural de un país cuya cámara legislativa acaba de rechazar la posibilidad de poder defender los derechos de todas las personas LGTBI, de todos los homosexuales y de los trans. Los cavernícolas se han llenado la boca con proclamas en las que han puesto en duda la necesidad de una especial protección a este colectivo. La respuesta es tan sencilla como que, hasta ahora, en Italia existía un gran vacío legal al respecto salvo en lo referido a la atención médica y a la educación. Era, por tanto, y lamentablemente va a seguir siendo así, perfectamente posible el hecho de que, a una persona, por el mero hecho de su libre orientación sexual, le fuera negado cualquier otro servicio: que pudiera ser discriminada en un centro laboral o rechazada a la hora de alquilar una vivienda, por poner solo algunos ejemplos. Esta ley pretendía acabar con eso, pero los fascistas lo han impedido.

Cuando la presidenta del Senado, María Elisabetta Casellati anunció que por una diferencia de 23 votos el proyecto de ley quedaba fuera de juego, toda la bancada ultra se precipitó a corearlo a gritos. La iniciática legislativa había nacido hace algo más un año en la Cámara de Diputados y tenía todas las papeletas para salir adelante. Muy pocos, incluido yo mismo, hubiéramos imaginado este final. Solo con la añagaza parlamentaria que he descrito más arriba, exigiendo que la moción de censura que habían presentado contra el texto fuera sometida a voto secreto, el ala más cavernaria pudo salirse con la suya. Su esperanza, obviamente, era que de esa forma algunos parlamentarios, que no se hubieran atrevido a reflejar en público su auténtico sentimiento homófobo, se ampararan en el anonimato. La estrategia, vergonzantemente, funcionó. El resultado final fue de 154 votos a favor de abortar la ley, 131 en contra, y dos abstenciones. Un margen escaso, insisto en ello, pero suficiente.

El promotor de la iniciativa, el diputado del PD Alessandro Zan, se mostró absolutamente desolado y acusó, dolido, de traición a algunos de sus propios compañeros. SI, ha habido francotiradores, supuestamente progresistas, que han votado en contra del Decreto ley. ¡LAMENTABLE!

Bochorno y asco. ¡Malas formas y un ejemplo pésimo!

Una de las sorpresas desagradables de la triste jornada parlamentaria fue la ausencia del ex primer ministro Matteo Renzi, que ni se presentó a votar. Tampoco acudieron algunos recalcitrantes miembros del Partido Democrático. Así de cobardes son ciertos políticos. También en mi país, desgraciadamente. A cambio, Elio Vito, uno de los miembros de las filas derechistas, renunció inmediatamente a su responsabilidad por no sentirse ‘en condiciones de seguir en su cargo por coherencia con sus convicciones’. Reconforta comprobar que siguen existiendo responsables públicos que sí que actúan en consecuencia con su conciencia, aunque siempre sean los menos.

Hubo broncas, insultos y exabruptos a lo largo y ancho del debate, y salidas de tono como la del diputado de la Lega Nord, Roberto Calderoli, que definió la Ley como ‘una porquería’. Muy ‘edificante’. No mucho más podía esperarse de un tipo que fue ministro sin cartera en varios gabinetes del histriónico Berlusconi. Este individuo ya se había hecho famoso en 2013, cuando calificó durante un mitin como ‘orangután’ a la entonces ministra de Integración Cecile Kyenge, de origen congoleño. Quien mejor resumió la sesión fue el rapero Fedez, reconocido defensor de los derechos del colectivo LGTBI, que no se cortó un pelo a la hora de afirmar que la cámara se había convertido en un circo.

Todos los que han derribado esta ley contra la homofobia, han asesinado la posibilidad de que Italia otorgase una plena carta de naturaleza a la libertad

Todos los que han derribado esta ley contra la homofobia, han asesinado la posibilidad de que Italia otorgase una plena carta de naturaleza a la libertad que existe en cualquier país civilizado, de cara a que se respeten los derechos civiles para TODOS y a que, con arreglo a la Constitución, TODOS sean iguales respecto a derechos humanos que son irrenunciables. Sentado esto, me permito decir solemnemente que no permitiremos la vuelta a las cavernas. No tenemos miedo y venceremos, porque sólo ese triunfo será la victoria de la libertad.

¡Cuidado porque no estamos solo ante un traspiés democrático en mi amada Italia!

Hemos repetido durante años que España estaba vacunada contra la extrema derecha. Ya hemos visto en los últimos tiempos que esto no es así. Quiero que seamos conscientes de que nuestra batalla en favor de las personas LGTBI, en defensa de la igualdad y de la diversidad, debe seguir siendo una lucha diaria que tenemos que seguir manteniendo. Lo que acaba de ocurrir en Italia y que va a conducir, lamentablemente, a mi país a estar más cerca de Hungría, de Polonia o de Rusia, alejándolo de países como España u otros estados mucho más civilizados, puede producirse también aquí. No bajemos la guardia. Estamos obligados, más que nunca, a seguir peleando para que esa igualdad y esa diversidad sean derechos fundamentales y respetados por todos. No vamos a permitir a la extrema derecha, a los ultras, la posibilidad de arrebatarnos esos derechos que hemos conseguido tras años de trabajo, de sufrimiento y de lucha y que son nuestros. ¡Fuerza Italia, Fuerza España! Sigamos batallando para que todos seamos iguales, para que todos sigamos siendo libres.

Italia, mi querida Italia, ha protagonizado durante esta última semana, para mi tristeza, una de las páginas más lamentables y vergonzosas de su reciente historia democrática. Un episodio parlamentario que le hará retroceder en su posición de vanguardia en la lucha a favor de las conquistas sociales. El parlamento italiano rechazaba, lo hacía el pasado miércoles, la ley contra la homofobia. Así de simple, pero así de brutal. Somos millones de personas los que tardaremos en olvidar una horrible tarde de finales de octubre de este moribundo 2021.

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