Parece que, al final, no podrá ser. Anteayer por la tarde, en el programa Sálvame, Carlota Corredera aprovechó que estaba haciéndole una entrevista a la cantante, influencer y activista LGTBI Samantha Hudson para preguntarle, sin cortarse un pelo, si le gustaría ser colaboradora del programa. “¿Te animarías?”, dijo Corredera. “Me animo a un bombardeo”, contestó Hudson. “Soy una todoterreno”. El público aplaudió y las redes estallaron. Todos dieron por hecho que estaba anunciando su inmediata incorporación.

Sin embargo, la propia Samantha Hudson desmintió ayer por la tarde en su perfil de Twitter que hubiera ningún tipo de negociación en marcha. “Me lo he pasado muy bien en Sálvame”, escribió, “pero os informo de que yo no he accedido a nada y los rumores de que soy la nueva colaboradora no son ciertos”.

Un jarro de agua fría, desde luego. A muchos les hubiese encantado verla en Sálvame, un programa que lleva ya una década de emisión, que ha batido récords de audiencia y (guste o no reconocerlo) ha hecho historia, pero que en los últimos meses parece que no va del todo bien. En verano, las cifras de Sálvame comenzaron a no ser tan buenas como antaño. Problemas entre colaboradores y, sobre todo, la triste pérdida en junio de Mila Ximénez (murió a los 69 años de un cáncer de pulmón) fueron duros golpes para un espacio que ya no logra atrapar a la audiencia como antes. Que encima Antena 3 estuviera comiéndoles mucho terreno con En tierra amarga, una telenovela turca, hizo que la cadena comenzara a plantearse dar un golpe de timón.

Telecinco ha probado varias estrategias en poco tiempo (cambiar programas, alterar horarios) pero ninguno parece funcionarles del todo bien. En octubre llegó la gran sorpresa: según datos de Barlovento Comunicación, Antena 3 había conseguido ser la cadena líder del mes, con una audiencia media del 14,2% (Telecinco se quedó en segundo lugar, con un 13,8%). Semanas después, Telecinco logró volver al primer puesto, pero el susto seguía intacto.

Para superarlo, la cadena parece que esté apostando por refrescar la parrilla con nuevas caras. O, dicho de otro modo, parece que estén intentando renovar fórmulas que ya funcionan con nuevos referentes que atraigan a un público diferente. Y en esa estrategia, a todas luces inteligentes, un fichaje como el de Samantha Hudson hubiese sido perfecto. Ella es, al fin y al cabo, el gran fenómeno mediático de los últimos meses, la persona que está consiguiendo cosechar una audiencia fiel tras su paso por programas de gran éxito.

Pero veamos un poco más quién es Samantha Hudson. Nacida como Iván González en León, el 11 de septiembre de 1999, creció en Mallorca y de pequeña se sintió bastante atraída por ideas religiosas. En declaraciones a la radio catalana RAC1, Samantha ha reconocido que “la religión fue un auxilio porque yo era gordito, mi madre me rapaba al cero, era muy mariquita y era la diana de los comentarios”. Sin embargo, en la adolescencia se rebeló contra la Iglesia. “Fue un día, al entrar al misa y oír al coro”, explicó a la revista Yorokobu. “Todos los presentes se giraron para mirarme con desprecio”.

Samantha Hudson es el gran fenómeno mediático de los últimos meses, la persona que está consiguiendo cosechar una audiencia fiel tras su paso por programas de gran éxito

Aquella desagradable experiencia coincidió con un trabajo de clase que tenía que entregar. Era hacer un videoclip. Fue precisamente a través de ese vídeo donde denunciaba cómo la iglesia católica veta al colectivo LGTBI, que se dio a conocer.

Ella tenía tan sólo dieciséis años, el videoclip se titulaba Maricón y lo hizo para la asignatura de Cultura Audiovisual. En él, Samantha compuso la letra y la cantó (según ella misma ha reconocido, a los trece años su hermano le enseñó lo que era el electroclash y descubrió su estilo). La profesora, valorando la originalidad y la calidad de la propuesta, le puso un sobresaliente. Ella lo subió a Youtube y, en poco tiempo, se viralizó. El escándalo llegó a tal nivel que algunos grupos religiosos llegaron a pedir la destitución de la profesora que había aprobado el vídeo.

Poco después, en la fiesta de graduación del instituto, Hudson volvió a reafirmarse en un discurso frente a toda su clase. “Estoy luchando contra una sociedad que me rechaza y me niega el derecho a poder disfrutar de mi propia vida”, dijo. “Cuando salgo a la calle, tengo miedo. Los diez minutos que tardo desde plaza España hasta el instituto, y volver, tengo miedo de encontrarme a un desgraciado que se le cruce el cable y me pegue una paliza o me mate”.

Tan sólo cinco años después, en el 2020, Samantha contaba con 84.000 seguidores en Instagram y se había convertido en una artista multidisciplinar. Incluso la discográfica Subterfuge Records, responsable de grupos como Fangoria o Anni B Sweet, la había fichado. Y el cineasta Joan Porcel le dedicó una especie de biopic titulado Samantha Hudson: Una historia de fe, sexo y electro-queer, que se estrenó en el Atlántida Film Fest.

Pero el proceso no fue en absoluto sencillo. La sobreexposición que le generó el vídeo le afectó negativamente “y me obsesioné por conseguir el éxito meritocrático”. Se trasladó a Barcelona en busca de la fama. Quería convertirse en una “supervedette de éxito” y estaba dispuesta a luchar para conseguirlo. Sin embargo, nada salió como esperaba y, al principio, parecía que su gran sueño se iba a esfumar, a no concretarse en nada más que en una chiquillada adolescente. Samantha tocó fondo, se hundió en la frustración y, un buen día, claramente desesperada y sin poder ver luz al final del túnel, se emborrachó y decidió saltar desde un balcón de un primer piso. Estuvo siete días ingresada en el hospital.

El golpe le hizo reflexionar. “La lección más grande que he extraído es que las cosas a veces no salen como las tienes previstas, y forma parte del procesos aceptar que puedes ser una perdedora y no tiene nada de malo”, reconoció en la citada entrevista en la radio. Irónicamente fue cuando lo había aceptado, que su suerte comenzó a cambiar. Empezó a trabajar de pizzera en un restaurante de comida rápida, luego se instaló en Madrid (donde vive desde entonces) con la intención de estudiar teatro y seguir con la música.

Pero las cosas empezaron a irle muy bien y ahora se considera una “privilegiada”. En poco tiempo, se ha convertido, no ya en una artista reconocida, sino en un icono y referente para miles de chavales y chavalas que se ven en la misma situación en que se vio ella. Además, ha conseguido dar forma a ese personaje artístico que siempre había querido encarnar. O más bien personajes, porque su metamorfosis, al menos en el plano estilístico es continua. De rubia platino ha pasado a tener el pelo morado, su maquillaje es cada vez más sofisticado y su vestuario ha ganado enteros.

Lo que más llama la atención de ella, más allá de sus provocativos comentarios, es una personalidad tan arrolladora como su carisma. Y, eso, en televisión, es oro. Samantha no sólo comenzó a participar en debates en Playz, la web juvenil de RTVE, sino que participó en la obra de teatro Eutanasia deluxe y ahora acaba de lanzar su disco Liquidación total. Saltó al gran público gracias a Masterchef Celebrity y estuvo una semana participando en Pasapalabra. Ella misma reconoció que era uno de sus grandes sueños en la vida participar en éste último. “Mataría a toda mi familia por estar aquí”, dijo al inicio de la retransmisión. El presentador, Roberto Leal, contestó que “no ha hecho falta afortunadamente”.

Gracias a todo ello, Samantha Hudson se ha convertido en un gran fenómeno. No es de extrañar que cualquier cadena la quiera. Y, desde luego, le hubiese ido de perlas a Sálvame. Pero no podrá ser. Quizás más adelante.