La idea de la docuserie Julián Muñoz. No es la hora de la venganza, es la hora de la verdad era doble. Por un lado, explicar lo que en verdad había pasado en aquellos años turbulentos en que el entonces alcalde de Marbella y la tonadillera Isabel Pantoja iniciaron una relación sentimental cuyas consecuencias fueron dramáticas (ambos acabarían en la cárcel). 

Por el otro, y seguramente el más importante, presentar a un Julián Muñoz arrepentido, hacer ver que todos sus problemas con la justicia, que todos sus casos de corrupción, derivaban de la obsesión (“no una obsesión, una adicción”, puntualiza) de él hacia Isabel Pantoja. Que él era una desgraciada víctima, vaya, de unos sentimientos tan potentes que no pudo controlarlos. Que se arrepentía de muchas cosas, sí, sobre todo del daño que ha hecho a su familia, en especial a su exmujer, Maite Zaldívar, y a sus hijas, pero que todo se debió a lo obnubilado que estaba. Abducido. Completamente fuera de sí.  “Esta adicción acabó destruyéndome”, confiesa Muñoz en la docuserie. 

La idea era presentar a un Julián Muñoz “sincero y descarnado”, como aseguraba Telecinco, pero más allá de verlo físicamente muy consumido, demacrado, mucho más delgado que hace años, la verdad es que Julián Muñoz no logró ayer enternecer. Ni mucho menos convencer. Básicamente porque es imposible empatizar con un tipo que, no lo olvidemos, fue condenado por el Caso Malaya, un gravísimo caso de corrupción urbanística que implicó, entre otros, malversación de caudales públicos, prevaricación y tráfico de influencias. 

Recordemos que el 17 de julio del 2006 Julián Muñoz fue detenido y que el juez decretó que entrara en prisión a los pocos días. La primera sentencia lo condenó a siete años y medio de cárcel, más una multa de tres millones y medio de euros. Años después, se le amplió la sentencia a nueve años más por otros delitos relacionados por la trama. Pantoja, por su parte, fue condenada a dos años de prisión por blanqueo de capitales. 

¿Alguna novedad?

Realizada en colaboración con Producciones Mandarina, la docuserie cuenta de dos episodios y supone el regreso de Julián Muñoz a los platós de televisión tras muchos años de ausencia. Ayer viernes se emitió la primera entrega en Telecinco a las diez de la noche, la cual intercaló declaraciones de Julián Muñoz (hechas a la periodista Paloma García Pelayo) con intervenciones en un plató de varios periodistas, entre ellos Rosa Villacastín y José Manuel Parada. 

No es que se desvelaran grandes secretos, la verdad. Simplemente era un recordatorio de la historia de amor entre ambos desde sus comienzos, allá por el 2003, hasta su ruptura, en el 2009. Todo lo más, Julián asegura ahora que él quedó, simplemente, deslumbrado por ella y su fama. Que en un momento determinado, no pudo controlarlo. Que estaba todo el día pensando en ella, a pesar de que en aquel momento seguía casado. Pero que ella, según su versión, se aprovechaba de él. Y comienzan los reproches: que si a ella le gustaba mucho el dinero; que si eran falsas muchas cosas que luego, durante el juicio, ella dijo; que si él no era tan culpable como mucha gente pensaba. 

La sensación era que se volvían a reproducir todos y cada uno de los comentarios que se hicieron en su momento y que cualquier persona con buena memoria recordará perfectamente. Las mismas acusaciones de siempre de Julián Muñoz contra Pantoja.

La única aportación, de hecho, fue refrescar a la audiencia el caso que mantuvo en vilo hace años a media España. Guste o no, el romance de Isabel Pantoja y Julián Muñoz fue la comidilla del país durante meses; el famoso “Dientes, dientes, que eso es lo que les jode” dicho por la Pantoja se ha convertido en prácticamente un refrán popular; y el juicio fue seguido milimétricamente por millones de personas. La cárcel de Alcalá de Guadaira, en Sevilla, donde estuvo presa la tonadillera, tuvo muchos días en la puerta a decenas de fotógrafos y periodistas. 

Durante meses, España entera vio imágenes de aquel alcalde de Marbella arrogante y con un poder destacado que se llegó a creer impune, por encima del bien y del mal, inmune a la justicia. En la serie, de hecho, Muñoz pide perdón por su comportamiento, sobre todo con la prensa (“Me he portado mal. He sido un perro con la prensa”, reconoce). 

Pero más allá de eso, el programa sólo nos recuerda que él fue una de las imágenes más visibles de aquella España donde la corrupción era, desgraciadamente, el pan nuestro de cada día. Una corrupción que —qué triste es recordarlo— era aceptada o, como mínimo tolerada, con bastante naturalidad. 

Una historia pasada

Mediáticamente hablando, la historia de amor de Julián Muñoz e Isabel Pantoja ya es pasado. Pero para Telecinco cualquier excusa es buena para conseguir audiencia. Más teniendo en cuenta que cada viernes el programa de Antena 3 Tu cara me suena les pisa peligrosamente los talones. La experiencia de Cantora: la herencia envenenada, un programa que arrasó (3,7 millones de espectadores), les debió hacer pensar que la saga Pantoja podía ser una gran gallina de los huevos de oro. Y han probado suerte. 

Más allá del morbo de ver cómo está Julián Muñoz ahora —sufre varias enfermedades del corazón bastante graves—, el programa no ha aportado nada. El ritmo, además, fue de una lentitud exasperante, incapaz de enganchar a los espectadores o de generar un mínimo de tensión o de suspense. Todo se repetía y se volvía a repetir. Monótono y, sin duda, muy aburrido. Pero ayudará a rellenar programas de televisión y atraerá a bastante gente, qué duda cabe. 

Por eso lo han hecho.