Llegó HBO tarde a la fiesta. A España. Le adelantó Netflix y se llevó el gato al agua. Pero los huevos (de la prensa) estaban en la primera. Tres años después de su instauración en nuestro país, HBO estrenó su primera serie española. La firmaba Isabel Coixet y se llamaba Foodie Love. Gente del cine haciendo televisión… Nada nuevo. No la busquen porque la plataforma se deshizo de ella por dinero (impuestos). Al menos, Coixet no aseguró haber rodado una película dividida en ocho partes. Foodie Love (2019) no era una gran serie, ni siquiera buena quizás, pero estaba bien estructurada. Principio, nudo y desenlace. Tan fácil y tan difícil.
De toda la hornada de HBO España, HBO Max y Max durante los cinco años siguientes, sólo una serie está a la altura de las siglas (Home Box Office). No lo han tenido fácil con tanto ajetreo empresarial. Se trata de Patria (2020), adaptación de la novela homónima escrita por Fernando Aramburu. Corrió a cargo de Aitor Gabilondo, guionista de multitud de series de televisión. Hay quien salvaría la primera temporada de 30 monedas (2020), de Álex de la Iglesia. Respetable.
Esta primavera, tras dos años de sequía, estrenaron Cuando nadie nos ve, policiaco protagonizado por Maribel Verdú con sello Urbizu, abonado a la televisión de pago (Gigantes, Libertad) casi por imperativo. Ya no se hace cine como antes. Fue la primera de las tres series españolas de HBO Max para 2025. La siguiente, Furia, este viernes 11 de julio. La última, Pubertat, en otoño.
Quedémonos con Furia. Gustó tanto en Los Ángeles que HBO se la arrebató a Max. Es lo que cuenta su creador, guionista y director Félix Sabroso, cuyo estilo podría recordar –por vagancia de quien ve y escribe– a Almodóvar. Un crítico estadounidense ha descrito Furia como un cruce entre la película Pulp Fiction y la novela Manual para mujeres de la limpieza. Que le suban el sueldo. No es baladí que Almodóvar –unido a Tarantino y Lucia Berlin– produjera hace veinte años la primera serie de Félix Sabroso y Dunia Ayaso. La llamaron Mujeres, gustó a un millón de espectadores en La 2 y estaba ambientada en un barrio obrero madrileño. Puro costumbrismo. Salía Inma Cuevas. El siguiente paso fue Señoras del (h)AMPA.
En Furia, que bien podría haberse llamado Mujeres, la perspectiva es más amplia y no hay intención de retratar fielmente la realidad. Sí está el barrio de clase media-baja en el que viven los personajes de Candela Peña y Nathalie Poza, expulsadas del mercado laboral. Pero también están los casoplones donde viven Carmen Machi y Pilar Castro. Finolis. Una, artista; la otra, chef. Casadas con señoros. A medio camino está Cecilia Roth, que se presta a hacer de actriz del destape dada al botox. Quién dijo Demi Moore.
5 mujeres, 5 historias cruzadas. Va a ser que no, pues los tres últimos capítulos (son ocho de media hora cada uno) amplían sus horizontes a través de otros personajes hasta entonces casi irrelevantes y optan por la multi-trama. Sale bien la jugada. No es, por tanto, una antología. Hay que verla entera. Sabroso y compañía venden Furia como algo nunca visto. Tampoco es eso. Hay brocha gorda en los breves encuentros entre ellas y en la denuncia. No hay otra manera a estas alturas, pues el problema de la vivienda, las muertes por covid en residencias de mayores o el acoso sexual son de por sí obscenos.
Hay también confusión entre el personaje y la persona. Pero siempre es un gusto ver a Candela Peña haciendo de las suyas. Poco tiene que hacer Ana Torrent ante semejante torbellino. Las dos dan para un esqueje. Otro dúo increíble es el de Carmen Machi y Claudia Salas, cuya rocambolesca trama abre y cierra esta primera temporada. En principio habrá segunda. Escrita está.
No es Furia una serie sutil. La banda sonora, aunque estupenda, subraya en todo momento el tono de la escena o de la trama. Humor. Sátira. Violencia. Drama. Puede caer, en la recta final, de ensalzar a sus malas mujeres y demonizar a sus peores hombres (Alberto San Juan, otra vez de conquistador con piquito de oro; Antonio Pagudo es la revelación). Tampoco terminan de encajar las piezas del puzle (hay un salto temporal de 2 años). Pero el último capítulo se entrega al gris, a la contradicción, abono perfecto para cualquier ficción.
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