Trataba Xavier Sardá a Martí Galindo i Girol (Barcelona, 1937) de 'usted' en las Crónicas marcianas de Tele5. Eran la extraña pareja. Entraba Martí a plató con la escaleta y de pie, a la altura de Sardá, sentado, cantaba los contenidos del programa. "¡Un ateo del PP y un católico del PSOE!" Le conocerán por su nombre artístico: Señor Galindo. Un hombre trajeado, entrañable, pero con carácter. Sardá le llamó y le ofreció el puesto a finales de los noventa tras una larga temporada en paro. Venía del teatro y había hecho sus pinitos en TVE, con Rosa María Sardá. Al día siguiente de su primera aparición en Crónicas marcianas, allá por septiembre de 1997, ya le reconocían por la calle. He ahí la prueba del algodón, o sea, de la fama. Murió en 2019 a una edad razonable, con 81 años. Nadie habló mal de él, aunque ya saben que, en España, se entierra con pompa a los famosos. Digamos que el señor Galindo salió indemne de aquellas Crónicas marcianas, relevo de Esta noche cruzamos el Mississippi, donde a horas intempestivas había nacido otra estrella: La Veneno. Pepe Navarro se había ido a Antena 3 a hacer lo mismo con La sonrisa del pelícano. Poco le duró.
Las crónicas marcianas del señor Galindo
Las formas, sin embargo, se fueron perdiendo en aquella parada de los monstruos en que se convirtió Crónicas marcianas (1997-2005), ahora en boga por la serie de Netflix Superestar. Galindo, actor y regidor de profesión, compartió cartel con bestias pardas como Rosario Pardo, Manel Fuentes –otro que tal bailaba– y Mariano Mariano (68), con quien mantuvo una estrecha relación. Coincidió allí también con los productores de televisión Josep Maria Mainat y el recién fallecido Toni Cruz, los de La Trinca.
Pero Gestmusic, la productora de Crónicas marcianas, despidió al señor Galindo en 2002 tras cinco temporadas. Tenía 65 años y se jubiló. Perdió Sardá, afirmó el crítico de televisión Ferran Monegal. Sin embargo, la audiencia creció hasta superar los dos millones de espectadores en la séptima y penúltima temporada. Más de un tercio del público español trasnochaba con la flor y nata de la televisión privada española.
Galindo fue, a horas intempestivas, una revelación a sus 60 años, y la revista TP le premió por ello en 1998. Cada noche sorprendía con un personaje nuevo: Elvis Presley, Chucky, el Robin de Batman, Indiana Jones, Franco, Don Juan Tenorio, el Hombre Bala...
Si la inteligencia es la capacidad de aclimatación, Galindo era un señor inteligente
Xavier Sardá
Galindo –defendía– era un actor y cada programa de Crónicas marcianas era una función. Y si se cabreaba, porque se cabreaba, era porque estaba en el guion. "¡Mejor ser un hombre vivo que un héroe muerto! Aunque sea un hombre pequeño, soy un hombre", exclamó una madrugada antes de 'salir' por los aires, y después, 'magullado', cantarle las cuarenta a su jefe. Lo suyo era puro teatro y aquellas grescas entre ambos, ficción o no, eran el punto álgido de la primera etapa de Crónicas marcianas.
Cómo conoció Xavier Sardá a Martí Galindo
Sardá, veinte años menor que Galindo, le conoció a través de su hermana Rosa María. Contaba Sardá, a saber si era cierto, que lo hizo cuando ambos eran de la misma estatura: 1,20 metros. Ja ja ja. Galindo –contaba también Sardá– se dio cuenta a los 7 años, en el recreo, que no iba a crecer más. Hasta su muerte, el presentador de Crónicas marcianas hablaba maravillas de Martí: "Si la inteligencia es la capacidad de aclimatación, Galindo era un señor inteligente".
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