El vídeo circula estos días por WhatsApp y tiene su mérito, pues compendia en poco tiempo varios de los males que afectan al periodismo, esa profesión cuyos principios parecen escritos por un soñador, pero cuyas peores prácticas son equiparables a las que suceden en los callejones más oscuros de la ciudad. Dura poco más de un minuto y medio y muestra una de esas pantallas divididas en múltiples recuadros en los que aparecen mensajes de última hora, una presentadora y dos reporteros.

En uno de ellos, a la derecha, en pequeño tamaño, se aprecia a un reportero en el acto central de la Diada, a la espera de que se inicie la conexión en directo en la que, en teoría, se va a mostrar la actitud combativa de los independentistas más levantiscos. Debajo de la imagen se lee la frase “manifestación de los más radicales”. Cualquiera que la lea, esperará humo, bengalas, carreras y cargas policiales.

El ambiente en la Diada fue más propio de una concentración de pensionistas que de una marcha de exaltados

El problema es que el ambiente no es ni mucho menos hostil, pese a la advertencia que se ha hecho en el programa. De hecho, es más monacal que revolucionario; más propio de una concentración de pensionistas que de una marcha de exaltados. Por eso, el reportero parece haber acordado con seis muchachos que, a su señal, comiencen a gritar. Y así sucede: antes de empezar a hablar, se atusa el tupé, se gira, les da una indicación y estos comienzan su patética simulación. Uno de ellos, comienza a dar botes con una bandera estelada alrededor de su cara, mientras otro, con gesto alegre, hace las muecas típicas del que canta su canción favorita en la verbena de su pueblo.

Entre todos, afirman: “prensa española, manipuladora”. Y, la verdad es que, en este caso, no se equivocan.

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Fragmento del programa 'Más Vale Tarde' de La Sexta

Antes de esta impagable conexión con Barcelona, el vídeo muestra 'un directo' con el juzgado en el que se celebra la vista oral por el asesinato de Gabriel Cruz, una de esas víctimas que tuvo la mala suerte de sufrir un crimen mediático. En esta ocasión, el reportero anuncia que el 12 de septiembre será una “jornada importantísima” en el juicio, para, a continuación, aprovechando que llueve, anunciar que a partir de ese momento toca hablar 'del tiempo'. Podría llegar a pensarse que la cobertura de un suceso luctuoso de esas características no debería incluir ese tipo de licencias, pero sería mucho pedir, dada la actual situación de los medios.

El documento está compuesto por imágenes del programa 'Más vale tarde', de LaSexta, pero sería injusto atribuir las malas prácticas exclusivamente a esta cadena, dado que suceden en la inmensa mayoría de las empresas periodísticas. El caso de Gabriel Cruz es perfecto para referirse a este fenómeno, entre otras cosas, porque antes de que comenzara el juicio, varias organizaciones, incluidos el Consejo Audiovisual de Andalucía y la Federación de Sindicatos de Periodistas (FESp), pidieron que los medios contuvieran su entusiasmo por lo escabroso y sanguinario. Esta semana, podía leerse en un digital un titular similar a éste: “Ana Julia (la presunta asesina) lió cigarros mientras planeaba qué hacer con el cadáver”. Que quizá sea definitorio de la personalidad de la acusada, pero que es un detalle innecesario. Es pura carnaza.

Un problema de toda la prensa

Es comprensible que quien tenga que llenar varias horas de programación en días yermos de información se vea en serias dificultades, pero eso no justifica la creciente costumbre de regodearse en los detalles más macabros de cada uno de los sucesos que ocurren en España. Se puede contar que alguien ha matado a otra persona y que Calígula era un sádico sin necesidad de chapotear en el barro. Pero hay quien describe el sonido del puñal rasgando la carne, del mismo modo que un equipo de Mediaset viajó a la República Dominicana para buscar familiares de la tal Ana Julia Quezada, la presunta verdugo del niño Gabriel.

También es sabido que la tensión es una buena fórmula -quizá la mejor- para retener a la audiencia y que, a veces, los presentadores no tienen más remedio que exagerar sobre lo que va a ocurrir después de un corte publicitario para evitar que sus espectadores apaguen el televisor. Pero lo que resulta lamentable es trasladar una realidad que no existe, como hizo el reportero que apeló a unos cuantos muchachos a que jalearan delante de la cámara en cuanto se iniciara la conexión en directo. Una cosa es convertir en noticia que llueve, o que no lo hace, y otra cosa es contar la guerra en tiempos de paz.

Resulta lamentable trasladar una realidad que no existe, contar la guerra en tiempos de paz

Hace unos meses, Orit Kopel, la co-fundadora del proyecto WikiTribune, pasó por Madrid y aseguró que el auge de los bulos en internet no hubiera sido posible si la prensa no estuviera desacreditada, tras años de amarillismo, de editoriales interesadas y de silencios cómplices sobre los pecados de quienes manejan los hilos. En el caso del vídeo en cuestión -el que nos ocupa-, se reproducen los argumentos de Pedro y el lobo, por lo que, claro está, se corre el riesgo de acabar como el pastor, pues se avisa varias veces de un peligro inexistente y, al final, cuando se produce una amenaza, nadie le presta atención.

Exagerar y manipular nunca es gratis. No sólo por el descrédito que produce en quienes recurren a esas prácticas -y es raro ver medios que no caigan en eso-, sino por la confusión que genera en el ciudadano, que suele ser aprovechada por los lobos con piel de cordero para ganar notoriedad.

Quizá habría que remarcar con una mayor intensidad que el periodismo debe tener fronteras y que no todo vale. Entre otras cosas, porque no existe material más valioso y, a la vez, más radiactivo que la información. Y para que todo derive en un Chernóbil no hacen falta enormes errores, sino una cadena de pequeñas equivocaciones. Como las del vídeo en cuestión. A fin de cuentas, en la Diada no hubo disturbios. Más bien, algún periodista con necesidad de que los hubiera, lo cual es reprobable. Como ocurre en tantos y tantos otros casos, por cierto. Por eso no conviene personalizar.

Le ha tocado morir estos días a Blanca Fernández Ochoa y todavía no ha podido descansar en paz. Existen unas […]