Según dice su cartel que da a la carretera, en la residencia geriátrica de Orense Os Gozos "hay misa todos los domingos a las 12:00". Y es bastante probable que en la eucaristía del domingo 17 alguien se acordara de Rogelia Blanco.

De 85 años, Rogelia había llegado a la residencia a finales de diciembre junto con otra decena de ancianos, todos con coronavirus y que viajaron desde otro centro de Xove, en el norte de Lugo. Rogelia falleció el miércoles 13 y fue enterrada un día después. Debido a los protocolos de la pandemia, los familiares no pudieron abrir el ataúd. La sorpresa llegó el sábado 23, cuando apareció viva: la difunta, la que estaba enterrada, era su compañera de habitación, Concepción.

El centro habló de "un error de identificación durante el proceso de traslado" y añadió que "ha incorporado una identificación más visual" para los traslados de los residentes. "Ahora los juzgados tienen que arreglar esto", señaló un sobrino de Concepción en La Voz de Galicia, el periódico que dio la exclusiva el domingo.

Esta alucinante confusión, más propia de El Mundo Today que de la realidad, se trata por suerte de una excepción en el panorama residencial español. Pero también es consecuencia de algo: según los expertos consultados, del cansancio que acumulan los trabajadores de las residencias en los diez meses de pandemia y de las malas condiciones del sector.

"Hay que investigar un hecho tan lamentable"

El presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, José Augusto García Navarro, creo que lo que ha ocurrido en Galicia es "alucinante". "Hay que investigar un hecho así de lamentable. Una cosa tan seria se tiene que esclarecer por el bien de todos, para saber que es algo excepcional y que no es algo normal y habitual", señala.

Este doctor puntualiza que el error es especialmente grave porque se trata de personas mayores, vulnerables y dependientes. "Lo único que puedo entender es que estamos trabajando todos bajo una enorme presión. Los que trabajan en la residencia, los que hacen los traslados, los que los reciben. Llevan un año con una enorme tensión, están cansados... Hay gente doblando que lleva meses doblando turnos, trabajando 12 horas y el cansancio se va acumulando. Y a ello hay que sumar todas las bajas que se producen".

"No ha ocurrido más porque Dios no ha querido"

Miguel Vázquez es el presidente de la Plataforma por la Dignidad de las Personas Mayores en Residencias, una asociación que nació hace ya varios años para defender los derechos de la tercera edad. Vázquez añade algunos ingredientes más a la ecuación.

"Esto es producto de la desidia y la falta de control. No me explico cómo puede ser que no reconozcas a alguien de tu residencia. No les debían ni mirar a la cara", indica a El Independiente.

"Aunque no deja de ser una anécdota, si no ha ocurrido en más residencias ha sido porque Dios no ha querido, porque la situación en la que se trabaja es igual de precaria en todos lados. Los ancianos son como números, da igual que se muera fulanito o menganito", añade. "Hay una tremenda falta de personal y no se mira por atender bien a nuestros mayores, sino por garantizar beneficios a las empresas".