Johann Hari se empezó a preocupar porque notaba que su atención se estaba mermando con los años, que las cosas que requerían concentración como leer, ver películas y conversar en profundidad con alguien, era algo que ya no hacía. Cómo él, observó que le pasaba igual a muchos de sus amigos y conocidos. Invitó a su sobrino adolescente a un viaje a ver Graceland, el santuario de Elvis Presley en Memphis (Tennessee, EEUU) al que el joven adoraba cuando era un niño. Para que desconectara de Snapchat y las redes sociales le pidió que apagará el móvil durante el viaje. No lo consiguió, estando en la casa del rey del rock se dio cuenta de que nadie disfrutaba de la historia ni del lugar, los visitantes iban por las estancias usando sus dispositivos con realidad virtual cuando simplemente tenían las cosas delante de sus narices y podían verlas. Se peleó con su sobrino porque no pudo competir con el móvil. “Fue entonces cuando pensé, vale, necesito averiguar qué nos está pasando y qué podemos hacer al respecto”, cuenta a El Independiente.

Hari inició un viaje por todo el mundo para conocer de primera mano las investigaciones y las impresiones de expertos en neurociencia, psicología y otras disciplinas y cómo se aborda lo que consideran una crisis de atención en toda regla. Un viaje al abismo de nuestra distracción que recogió en el libro El valor de la atención (Península). “Inicialmente pensé que el principal factor sería la tecnología, pero no solo, hay otras muchas otras cosas, hasta la forma en que comemos puede ser perjudicial para nuestra atención. La forma en que trabajamos está perjudicando nuestra atención y la forma en que funcionan las escuelas de nuestros hijos está perjudicando nuestra atención. Pero lo más importante, que he aprendido que nuestra atención no se ha derrumbado. Tu atención te ha sido robada por algunas fuerzas muy grandes y poderosas. Si estás luchando para concentrarte, si tus hijos están luchando para concentrarse, no es tu culpa. Nos pasa a todos”. 

Empezar a recuperar nuestra atención requiere que seamos conscientes de que nos la están robando, algo de lo que no somos muy conscientes. Hari ha detectado varias dinámicas detrás de nuestra pérdida de atención, pero el primer paso es conocer las limitaciones de nuestro cerebro. En su búsqueda de respuestas Hari conoció a Earl Miller, profesor de Neurociencia del Instituto Massachusetts de Tecnología que le dejó muy claro hasta dónde puede llegar nuestra atención. 

“El profesor me dijo, hay una cosa que tienes que tener muy clara: el cerebro humano sólo puede pensar en una cosa o dos a la vez. Nada más. Esta es una limitación que no ha cambiado significativamente en 40.000 años. No va a cambiar en ninguna escala de tiempo. Pero lo que ha ocurrido es que hemos caído en una especie de engaño masivo. El adolescente medio cree ahora que puede seguir seis o siete redes sociales al mismo tiempo, y el resto de nosotros no andamos muy lejos. Así que lo que ocurre es que científicos como el profesor Miller llevan a la gente a laboratorios y les hacen creer que están haciendo más de una cosa a la vez, los estudian y lo que descubren es siempre lo mismo: no se puede hacer más de una cosa a la vez. Lo que haces es malabares rápidamente entre tareas”, asegura.

El adolescente medio cree ahora que puede seguir seis o siete redes sociales al mismo tiempo, y el resto de nosotros no andamos muy lejos.

Hacemos malabares entre WhatsApp, el trabajo, Twitter, el teléfono, la tele, el correo electrónico, etc. “Estamos viviendo una tormenta perfecta de degradación cognitiva como resultado de ser constantemente interrumpidos. Miller hizo una prueba a dos grupos de sujetos, a unos les interrumpieron y a otros no. El grupo que no había sido interrumpido obtuvo un promedio de diez puntos de cociente intelectual (CI) más alto que el grupo que sí lo había sido.  Si tú y yo fumamos unos porros juntos ahora nuestro CI bajaría cinco puntos. Así que ser interrumpido crónicamente en la forma en que la mayoría somos interrumpidos, gran parte del tiempo, es peor que estar colocado”.

Estamos viviendo una tormenta perfecta de degradación cognitiva como resultado de ser constantemente interrumpidos

Quién arregla esto

Antes de la pandemia Johann Hari se aisló durante tres meses del mundo con un móvil sin acceso a internet y logró recuperar su capacidad de concentración. Pero cuando volvió a retomar su vida normal fue atraído de nuevo hacia el abismo de la distracción y para colmo llegó la pandemia y, como todos los que estuvimos confinados, volvió a depender de los móviles y de la red para el día a día. 

Afirma que ha dado con soluciones más prácticas, bajar el nivel de ruido de su teléfono, quitando programas y notificaciones. A diario usa una cárcel para su móvil, lo encierra en una caja que se abre pasado un tiempo. “Encierro mi móvil para poder escribir tres horas seguidas. Pero hay que ser honestos, esta no es la solución.  Estoy realmente a favor de estos cambios individuales, realmente ayudarán por sí solos, pero no resolverán el problema porque no lo resolverán del todo porque esto está ocurriendo debido a estas grandes causas sistémicas”.

Cuando éramos niños los jefes de nuestros padres no les llamaban o mandaban mensajes constantemente cuando estaban en casa

Para él la solución pasa por la regulación. “En Francia investigaron por qué la mayoría de sus trabajadores estaban quemados y descubrieron que una de las razones clave era que el 40% de los trabajadores franceses sentían que nunca podían dejar de comprobar su teléfono o su correo electrónico porque su jefe podía enviarles mensajes en cualquier momento del día o de la noche. Y si no contestaban tendrían problemas. Cuando éramos niños los jefes de nuestros padres no les llamaban o mandaban mensajes constantemente cuando estaban en casa de regreso de la oficina. En Francia aprobaron para poner fin a esto la ley del derecho a desconectar”. 

¿Pero cómo hacer que Facebook, TikTok o Twitter dejen de atrapar la atención de los usuarios? Hari estuvo en Silicon Valley visitando varias personas clave de la industria que han confesado cómo el algoritmo de estas redes sociales está diseñado para enganchar a los usuarios, aprender de tus gustos y priorizar aquellos contenidos que han triunfado con perfiles como el tuyo. “Pasé mucho tiempo en Silicon Valley entrevistando a personas que diseñaron aspectos clave del mundo en el que ahora vivimos y es interesante ver lo culpables que se sienten, lo avergonzados que están”. 

La noche en que Bolsonaro ganó ¿Qué coreaban sus seguidores? ¡¡Facebook, Facebook, Facebook!!!”

El diseño está hecho para atraparte para que todo lo que veas sea interesante y sigas viendo más y más con el scroll infinito. “Todos estos genios, Silicon Valley y toda la inteligencia artificial y algoritmos se aplican a las redes sociales para sólo una cosa: ¿Cómo hacer para que tú y tus hijos pasen en la aplicación el mayor tiempo posible.”

Hari también destaca que las redes sociales no sólo nos afectan de manera individual, sino también de manera colectiva. “Aplican lo que en psicología humana se conoce desde hace 90 años como sesgo de negatividad. Es muy simple, los seres humanos miran más las cosas que les enfadan y molestan que las cosas que les hacen sentir bien. Esto siempre ha estado ahí como parte de nuestra naturaleza. Pero cuando se combina con un algoritmo diseñado para mantener la atención tiene un resultado desastroso. Imagina una sociedad en la que se da esa dinámica, en la que la gente sensata y decente es silenciada y empujada a la parte de atrás y la gente hostil y loca es empujada a la parte de delante. Bueno, no tienes que imaginarlo porque lo hemos estado viviendo. Todos sabemos de Trump, del Brexit, de Bolsonaro… Jair Bolsonaro era un senador de extrema derecha olvidado hasta que los algoritmos particulares de YouTube empezaron a priorizarlo haciendo declaraciones escandalosas y él haciéndose viral y Facebook hizo lo mismo. Y es por eso que la noche en que Bolsonaro ganó ¿Qué coreaban sus seguidores? ¡¡Facebook, Facebook, Facebook!!!”

Cuando se descubrió que el plomo de la gasolina era mala para los cerebros de los niños, no se prohibieron los coches, se retiró el plomo

Es su modelo de negocio y no lo pueden cambiar si no se les obliga. ¿Se puede? Para Hari esa es la pregunta que tienen que hacer los gobernantes. “Cuando se descubrió que el plomo de la gasolina era mala para los cerebros de los niños se obligó a retirarlo. No se prohibieron los coches, se retiró el plomo. ¿Por qué permitimos que estas empresas arruinen el cerebro de nuestros hijos?”. 

Según Hari no se trata de que todo el mundo se haga amish y abandone la tecnología, sino que hay soluciones mejores como intervenir en los modelos de negocio de las redes sociales. Pone el ejemplo de Douyin, la versión China de TikTok, que pertenece a la misma empresa, allí los padres pueden limitar el uso de la APP en sus hijos a 40 minutos diarios, una obligación que le impuso el gobierno chino. 

La lucha por la atención

Daily life in Nepal

“Estamos en una carrera. Por un lado tenemos todas estas fuerzas que están invadiendo nuestra atención, desde la gran tecnología a la industria alimentaria, a la forma en que funcionan nuestras escuelas, a nuestros empleadores. Paul Graham, uno de los mayores inversores en Silicon Valley, dijo que el mundo está en camino de ser más adicto en los próximos 40 años de lo que era en los últimos 40".

Hair cree que en el otro lado de la carrera tiene que haber un movimiento de todos nosotros parando lo que nos hacemos a nuestro cerebro y a nuestros hijos. “Nosotros elegimos una vida mejor que esto. Elegimos una vida, por supuesto, con mucha tecnología, pero también una vida en la que podamos pensar profundamente, en la que podamos leer libros, en la que nuestros hijos puedan jugar al aire libre”, concluye.