Hay muchos autores que se usan como espejo para sus protagonistas, que utilizan su personalidad, el conocimiento que creen tener de uno mismo para crear el hilo conductor de su historia. Luis Núñez ha hecho lo mismo, pero al revés. Ha querido que el personaje principal de su primera novela fuese todo lo contrario a lo que él considera correcto y ha creado un psicópata.

18 días narra una historia que a veces es difícil de digerir. La violencia y el sexo son la base de un hombre que actúa sin atender a la racionalidad, como si la sociedad no ejerciera presión sobre él. La publicación se desarrolla en 18 capítulos, quizá en tres novelas que han querido fundirse en una. En cómo un hombre recuerda y cómo dos mujeres que vivieron lo mismo no tienen la misma nostalgia.

"Trabajé a vomitona, había días que escribía 40 páginas y otros que tres pero ya tenía la historia", asegura sobre una narración en la que el protagonista no tiene nombre y en el que el malo es el que maneja la acción. Lo hizo durante un periodo laboral convulso, hace ya años, y estrujando un género que adora. "Siempre me ha fascinado la novela negra y me atreví", añade. La suerte hizo que la Editorial Playa de Ákaba decidiese dar espacio a este género entre sus poemas y sus relatos.

El mal como protagonista

Así cuenta cómo una mente dañada surge de una infancia en blanco y negro, cómo lo que podríamos considerar tópico da sentido a su comportamiento y cómo la acción parece estar manejada por un hombre cuando en realidad son dos mujeres la que llevan el timón.

"Una de las razones por las que no le pongo nombre al personaje hasta el final es porque intento hablar de la maldad como concepto, pretendo no personificarla. Hablo del mal con una especie de metáfora del mundo contemporáneo", alega. Y añade que aunque convierte su niñez en algo tópico, "este tipo de comportamientos se producen en familias maravillosas no sólo provienen de malas experiencias".

Y así, con una cabeza enferma, nos lleva de una cárcel al pasado, a odiar al personaje pero no querer soltarlo, a ser incapaces de empatizar con ninguno de sus comportamientos pero a querer saber más.