Gracias a la cuarta temporada de Black Mirror que acaba de estrenar seis nuevos capítulos en Netflix, 2018 es menos inquietante. Porque esta serie de Charlie Brooker siempre nos dejará el consuelo de que en 2018 tampoco vamos a vivir tan mal. Sobre todo si lo comparamos con los problemas que vamos a tener en el futuro.

Jodie Foster dirige el episodio ArkAngel, una historia sobre la maternidad del futuro en Black Mirror

Los límites de la identidad, la privacidad y la seguridad ya nos preocupan ahora. ¿Pero qué pasaría si pudiéramos insertarles un microchip en la cabeza a los hijos para controlar qué hacen en todo momento? Esto es lo que plantea ArkAngel, el episodio que dirige Jodie Foster, que ya había trabajado como directora para Netflix con un episodio de Orange is the new black y otro de House of cards. En Black Mirror, Foster se estrena con una historia en la que una madre sobreprotectora puede controlar todo aquello que ve y siente su hija gracias a un sistema en fase beta que proyecta en una tablet todo lo que ve.

Este espejo distópico más que de tecnología va lo adictivo que resulta el control en un entorno hiperconectado. Como es habitual en esta serie, ficción y realidad comparten una misma reflexión:  ¿Cuál es el límite entre la paternidad responsable y el acoso?

El dilema no es nuevo en Black Mirror, pero sí verlo aplicarlo a la infancia. En el capítulo Tu historia completa (primera temporada), que data de 2011, la serie ya fantaseaba con la posibilidad de que fuéramos capaces de grabar cualquier recuerdo en el disco duro mental y proyectarlo luego en una pantalla. Para la vida en una pareja que se guarda secretos (¿y cuál no?) era entonces un desastre, pero lo invasivo de esta tecnología resulta más cotidiana cuando nos la imaginamos envuelta en la excusa del cuidado de los hijos.

Ficción y realidad comparten una misma reflexión:  ¿Cuál es el límite entre la paternidad responsable y el acoso?

Un futuro en el que llevemos los niños lleven un chip insertado no parece tan descabellado si pensamos que un 45,2% de los niños españoles tiene teléfono móvil con 11 años y un 92,8% con 14, según el INE. Son aparatos que ya permiten geolocalizarlos y monitorizar todas sus búsquedas y mensajes. La motivación principal de los padres para que sus hijos tengan uno de estos aparatos es tenerlos controlados siempre, por supuesto, por su bien. También para que no le pase nada malo lo hace la madre que protagoniza ArkAngel. 

La duda de hasta qué punto el fin justifica los medios es el principal dilema que recorre cada capítulo. Y la digitalización de las conciencias humanas se repite como escenario donde poner en práctica esta duda tan tecnológica como existencial. Es la pregunta central en Black Museum, una de las historias más inquietantes de esta entrega de Netflix aunque no sea uno de sus mejores capítulos.

Los límites de la identidad, la privacidad y la seguridad ya nos preocupan ahora

Este capítulo de la cuarta temporada es una visita guiada por el museo de los horrores que han resultado de varios experimentos fallidos que buscaban transferir la conciencia humana a un dispositivo externo, algo que por cierto ya están investigando en la vida real grandes magnates de la tecnología como Elon Musk, que con Neuralink espera encontrar el modo de conectar los cerebros directamente a las computadoras. ¿Qué podría salir mal?

El capítulo más innovador es USS Callister, entre la parodia y el homenaje a Star Trek, que refleja lo rápido que algunos futuros envejecen con el paso del tiempo.  Y no solo la tecnología caduca. También las ideas y los valores.

Afortunadamente, hay algunas cosas que con el tiempo cambian para bien

En esta recreación vintage de aquella mítica serie futurista (convertida en un inquietante videojuego muy real), nada resulta más obsoleto que el idílico retrato del poderoso macho alfa, por supuesto blanco, hetero y seductor, tan omnipresente durante décadas en cualquier ficción televisiva que fuera de salvar el mundo. El personaje de Cristin Milioti (tan convincente como en Fargo y Cómo conocí a vuestra madre) es el contrapunto perfecto. Viendo lo que chirría ese machismo supremacista en esta anacronía, incluso Black Mirror reconoce que algunas cosas con el tiempo cambian para bien.