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Amor bajo el terror nazi

Siete historias reales en el infierno de los campos de concentración

Amor y horror nazi

Amor y horror nazi

El tiempo en que duró el nacionalsocialismo millones de personas vivieron uno de los episodios más oscuros de la humanidad. Persecuciones, asesinatos en masa, crímenes arbitrarios, palizas caprichosas, hambre, miseria, insalubridad.., la lista de injusticias y atrocidades es casi inabarcable.

En el año 2012 la periodista y escritora Mónica G. Álvarez se centró en documentar, de esa lista de horrores, los que cometieron las guardias de los campos de exterminio de judíos en Guardianas nazis. El lado femenino del mal. Un libro que dejó a su autora “devastada tras su publicación, es un libro muy duro; me costó muchísimo escribirlo por la dureza de las historias”, explica a El Independiente la escritora. Una amiga le sugirió que se volcara en una historia más positiva. Tras madurarlo un tiempo se inclinó por seguir su consejo y por contar historias positivas que ocurrieron a la vez que "sus guardianas" hacían el mal. De ese ejercicio de exorcismo nació Amor y horror nazi, un volumen que cuenta siete historias de amor que tuvieron lugar durante la Segunda Guerra Mundial. Pensar en el amor en un momento como aquel parece imposible, pero los romances surgieron por insólito que parezcan.

La mujeres violadas y embarazadas eran asesinadas, oponerse a ser violada podía costarles la vida también

Es el caso de Helena Citrónóva y Fran Wunsch. Un cabo primero SS que se enamoró de manera platónica de una joven eslovaca en Auschwitz. Una relación platónica porque ella no podía amarle y él no debía, si quiera, tocarla. No lo hizo por amor, no porque no hubiese podido. Los abusos sexuales con las presas estaban al orden del día, estaban perseguidos, no por abusar de una víctima indefensa, sino por el mero repudio a mezclarse con judíos.

La mujeres violadas y embarazadas eran asesinadas, oponerse a ser violada podía costarles la vida también. No había salida, Auschwitz era un infierno las 24 horas. Citrónóva no correspondió en la misma medida a su admirador, que no por estar enamorado era menos nazi y cruel. Pero todas la veces que Wunsch se jugó la vida por ayudarla a ella y a su hermana le valieron su cariño.  “Llegó un momento en que de verdad lo amé”, llegó a reconocer la eslovaca. En 1972 el SS fue detenido y juzgado por sus crímenes. Helena Citrónóva contó en el juicio lo que hizo por ella y su hermana. Fue absuelto.

Conseguir completar las historias de este libro no ha sido tarea fácil. “La documentación ha sido muy difícil, sobre todo localizar a las mujeres, porque cuando éstas se casan pierden los apellidos. Contacté con asociaciones judías, con museos, con entidades en las que podían haber trabajado y busqué por redes sociales a sus hijos hasta que una persona me contactó y empezaron a contactarme todos”, explica.

Álvarez asegura que las “historias le han elegido a ella, sobre todo por el vínculo que ha tenido con los personajes, he conocido a muchos de ellos y mantenido una relación estrecha con ellos y con sus hijos, hemos creado un lazo emocional con el libro”.

La victoria del amor

Todo lo cursi que pueda parecer la frase “el amor venció”, adquiere plenitud de sentido cuando se conoce la historia de David y Perla Szumiraj. Se enamoraron cruzando sus miradas en Auschwitz donde estaban segregados por sexos y sólo se podían ver a distancia y disimuladamente. Se encontraron después de la liberación y se casaron. Pero sus pesadillas no acabaron. Tuvieron que emigrar de manera clandestina a Argentina, donde por fin pudieron rehacer sus vidas.

Uno se puede enamorar en cualquier circunstancia, en cualquier lugar y tiempo, como un campo de concentración", afirma Mónica G. Álvarez

De las siete historias como la de David y Perla Szumiraj presentes en el libro la conclusión que saca la autora es, por un lado, “que uno se puede enamorar en cualquier circunstancia, en cualquier lugar y tiempo, como un campo de concentración en el que es posible amar en esos momentos tan trágicos”. Y otra conclusión es que “el amor es el motor de la vida, hay gente que dice que el dinero, el poder y la política son el motor que mueve al mundo, pero me he dado cuenta que no, que es el amor el motor principal que mueve el mundo, la vida y los seres humanos”.

El recuerdo como legado

Mónica G. Álvarez destaca que los hijos de los supervivientes con los que ha hablado son personas con gratitud, sin rencor a los que han transmitido buenos valores y no contienen odio pese a todo lo que hicieron a sus familiares.

Álvarez señala que con los supervivientes que ha tratado “hablan de su pasado sin odio, no me han hablado con ganas de venganza, me han hablado con tristeza. Perdonar no pueden perdonar, lo único que reiteran todos es que no olvidemos. No olvidar lo que ocurrió en los campos de concentración, no olvidar que mataron a cientos de miles de personas, no olvidar sus testimonios. Eso es lo más importante”, asegura la escritora.

Ahora hay siete historias más para apuntalar el recuerdo frente a los negacionistas y los revisionistas que aseguran que los campos de concentración no existieron. “La historia ocurrió como la estamos contando, no como ellos quisieran que las contáramos”, concluye la periodista.

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