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El español que se arruinó para llevar las corridas en Roma

Pintura de B. Pinelli de 1810 con espectáculos de toros en el Mausoleo de Augusto

Pintura de B. Pinelli de 1810 con espectáculos de toros en el Mausoleo de Augusto

Al emperador Octaviano Augusto no le habría gustado que su mausoleo se convirtiera en establo de vacas. Suficientemente grande para contener la tumba de todos los emperadores romanos y sus familias durante casi un siglo; cuando fue terminado, en el I d.C., la estatua de bronce de Augusto que dominaba el monumento se podía ver desde toda la ciudad de Roma. Mil seiscientos años después fue ahí donde el desafortunado empresario español Bernardo Matas intentó establecer las corridas de toros en Roma. Era el año 1780 cuando Matas alquiló las ruinas del mausoleo al noble portugués Don Vicente Mani Correia. Vincenzo Correa para los romanos.

De todos los monumentos antiguo que hay en Roma, el mausoleo de Augusto es el que peor suerte ha tenido. Fue castillo, jardín renacentista, plaza de toros y sala de conciertos hasta que Benito Mussolini decidió devolverle su esplendor original. Ahí sigue, al lado del río Tíber, en ruinas, cubierto de telas y paneles, atrapado en una interminable obra de rehabilitación que debería acabar en 2019.

Pero cuando Bernardo Matas firmó el contrato de alquiler con Vincenzo Correa, se conformó con lo que quedaba del edificio, añadiendo unas pocas gradas. La gran explanada circular que sobresalía encima de las estructuras del antiguo monumento era más que suficiente para las corridas. Su baza era el capital humano: se llevó a los toreadores desde España “para divertir a la nobleza y el pueblo”.

La plaza de toros de Roma

“Matas poseía una familia extensa. Para mantenerla y al mismo tiempo aumentar sus rentas transformó el mausoleo de Augusto en una hostería y sus jardines, previa licencia pontificia, en un lugar de espectáculos”, dice Jorge García Sánchez, docente de la Universidad Complutense de Madrid, a El Independiente. Autor del libro La Italia de la Ilustración, Sánchez ha estudiado en profundidad el intento de Matas de llevar a Roma la corrida de toros española. “Resucitó en Roma una tradición que había sido olvidada desde hacía siglos. Las corridas -o giostre en lengua italiana- se practicaban desde la Edad Media en la zona del Monte Testaccio. Estos juegos se trasladaron a la más céntrica área de Plaza Venecia hasta 1566, cuando el Papa Pío V decretó la prohibición de estos espectáculos”.

El Mausoleo de Augusto en la actualidad

El Mausoleo de Augusto en la actualidad WIKICOMMONS

La primera lidia se organizó en julio de 1780, sin embargo el público no respondió. En apenas tres años Matas tuvo que devolver al Correa la recién nacida plaza de toros. El noble portugués, que tenía más olfato para los negocios, reformó el sitio añadiendo un palco de honor y amplió la oferta de entretenimiento. Como no había suficientes toros en Roma los reemplazó con vacas y puercos. Organizó carreras de sacos y torneos de piñata. Cómo las leyes del Estado de la Iglesia permitían estos tipos de actividades hasta “la hora del Ave María”, por las noches organizaba espectáculos con fuegos artificiales. En 1788 se intentó, sin éxito, el vuelo de un globo aerostático.

El Anfiteatro Correa se conviritió en uno de los lugares más de moda de Roma. Entre los espectadores que pasaron por ahí estuvo también Wolfgang Goethe. Escribe en su diario el poeta alemán: “Hoy hubo combate de animales en la tumba de Augusto. Este edificio redondo [...] sirve ahora como especie de Anfiteatro para las corridas de toros. Podrá contener de cuatro a cinco mil personas. El espectáculo en sí no me ha gustado mucho”.

Estampa de 1780 del Barbazza con la Giostra de Bernardo Matas en el Anfiteatro Correa

Estampa de 1780 del Barbazza con la Giostra de Bernardo Matas en el Anfiteatro Correa

Diferencias con la corrida española

Para García Sánchez la diferencia entre la corrida española y la lidia italiana era el aire circense de esta última. “La giostra tiene una función eminentemente efectista y teatral, donde la figura del matador es inexistente”, explica Sánchez. Como en el caso de las estampas de la Tauromaquia de Goya o los óleos de Antonio Carnicero, también en Roma las corridas inspiraron los artistas locales que nos han dejado el único testimonio visual de aquellos acontecimientos. Una vez reformado, el Anfiteatro Correa fue el edificio más parecido a una plaza de toros que nunca existió en Roma: con una arena de 40 metros de diámetro, un palcos y gradas cubiertas. En 1790 los Correa vendieron la propiedad el inmueble que siguió llevando su nombre.

La “Giostra della bufala”, así se llamaban las corridas en Roma, echó el cierre en el siglo XIX.

La “Giostra della bufala”, así se llamaban las corridas en Roma, echó el cierre en el siglo XIX. Otra vez por orden de un papa. Fue Pío VIII que, en su breve pontificado de apenas dos años entre  1829 y 1830, tuvo tiempo para prohibir todos los espectáculos con animales en el anfiteatro Correa por considerarlos peligrosos.

En 1881, después de la construcción de una cubierta de hierro y vidrio, la tumba de Augusto se convirtió en teatro y sala de música. Será la última reencarnación del mausoleo hasta 1936, cuando Benito Mussolini decidió derrumbar todas las estructuras adicionales para sacar a luz el monumento original y convertirlo en su tumba. Después de la caída del fascismo el proyecto fue aparcado y el conjunto cayó en el abandono. Primero fue un jardín para mascotas y sólo en los últimos años ha sido cerrado mientras a la espera de que las autoridades italianas decidieran qué hacer con tamaños restos. Ahora, casi 12 millones de euros más y una rehabilitación larga setenta años, el Mausoleo de Augusto podría estar listo para volver a abrir al público en abril de 2019. Por lo que a las corridas se refiere, en Italia quedaron ilegalizadas hasta 1994, cuando el primer gobierno de Silvio Berlusconi levantó una prohibición establecida en 1940.

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