Aquella noche del 11 de julio de 2010 la bandera española perdió parte de la carga simbólica que le acompañaba desde la dictadura. Por unas horas, por unos días, la bandera de España fue la de todos. "Mola, mola, mola, Bilbao es española", gritaban en el País Vasco a la vez que en Barcelona salían cientos de miles de personas a las calles a festejar el triunfo de la selección en la final del Mundial de Sudáfrica.

Tuvo que ser el fútbol, ese fenómeno de masas sin el que no se puede comprender la sociedad hoy en día, la razón que unió a un país más que acostumbrado a los brotes nacionalistas, a los silbidos al himno, un país en el que la bandera provoca algo parecido a la urticaria a una minoritaria aunque importante parte de su población. El gol de Andrés Iniesta ante Holanda eclipsó por un tiempo toda esa mixtura y dejó imágenes que hoy serían casi impensables.

La selección lleva desde 1967 sin jugar un partido en el País Vasco. En Cataluña, su último encuentro fue en 2004

La fotografía que ilustra esta nota fue captada por la agencia Efe durante la final entre España y Holanda en la Avenida María Cristina de Barcelona. Según los datos que se ofrecieron, había casi 100.000 personas siguiendo la final en las pantallas gigantes de la Ciudad Condal. En aquel entonces, Carles Puigdemont era portavoz de CiU en el Ayuntamiento de Girona, Oriol Junqueras estaba todavía en la sombra y Joaquim Torra andaba haciendo sus pinitos en política. El independentismo estaba escalando, pero lo que ocurrió en los siguientes años en Cataluña hace que aquella imagen de 2010 sea prácticamente inimaginable ahora mismo.

"El procés ha cristalizado las opciones políticas y las identitarias y ha cambiado el significado de ir con una bandera de España por Barcelona", explica a El Independiente Alejandro Quiroga, profesor de Historia de España en la Universidad de Newcastle. "Antes no tenía que ser una reafirmación de la identidad española anticatalanista, pero ahora ya sí porque se ha polarizado todo. Las banderas en Cataluña, ya sea la española o la estelada, han adquirido un mensaje político de calado. La bandera ya no significa lo mismo que hace diez años", añade el autor del libro Goles y banderas, un análisis para comprender las identidades nacionales en nuestro país a través de la pelota.

¿Unió aquel título a un país?

España estaba en 2010 inmersa en la durísima crisis económica, con el paro disparado y unas perspectivas de futuro más que negativas. El título del Mundial actuó como un bálsamo y muchos creen que ese gol de Iniesta sirvió para unir al país.

"Nunca había visto tantas banderas españolas sin un significado político detrás hasta entonces. Ver a gente en Barcelona, Bilbao, por toda la geografía española, que sacaba la bandera es magia", decía el recientemente fallecido Michael Robinson en una entrevista con ABC en 2019.

"El título fue un eje vertebrador que nos unió", coincide el periodista y profesor de Ciencias Sociales de la Universidad de Salamanca Alberto Pérez. "En el mundo hay pocas cosas que unan a todos. El fútbol es una de ellas y además en España lo fagocita todo. El fútbol es un elemento de distracción, de los problemas políticos y sociales".

Sin embargo, Vicente del Bosque, seleccionador de aquel equipo campeón, es un hombre escéptico y nunca se creyó del todo ese discurso tan optimista. "Siempre se dijo que el título unió a un país, pero yo era un poco escéptico en ese sentido", cuenta en una entrevista con El Independiente.

Está claro que en aquel 2010 hubo una explosión de orgullo nacional. Las victorias y el éxito movilizaron emocionalmente a una población necesitada de alegrías. El triunfo en la Eurocopa 2012 estiró un poco ese espíritu de unión y concordia. Pero el lógico declive de la selección después coincidió además con el auge del independentismo en Cataluña y con un cambio del tablero político en España con la irrupción de partidos como Podemos o Ciudadanos. La tensión, la agitación y la crispación se convirtieron en el pan de cada día.

La 'futbolización' del 'procés' catalán

Lógicamente, todo ello tuvo su impacto en el fútbol y en la selección. El desafío catalán se futbolizó, con el Barcelona y Gerard Piqué como grandes altavoces para reclamar el derecho a decidir. A Piqué le costó ser silbado en muchos campos de España y el Barcelona sigue todavía atado a ese corsé.

Portada del libro "Goles y Banderas"

"Frente a esas selecciones del 2008, 2010 y 2012 y sus mensajes de la España plural, el aquí cabemos todos y la celebración por todo el país a pesar de las diferencias, lo que ocurrió con Piqué fomentó una visión más excluyente y más intolerante de ese nacionalismo español que se forja ante el enemigo interno, en este caso el independentismo catalán", expone Alejandro Quiroga. "No se puede decir que ese grupo anticatalanista que tiende a apropiarse de los símbolos nacionales represente a toda la afición, pero como el país se ha visto completamente atravesado por la cuestión del independentismo, esto ha terminado llegando a la selección".

Y agrega: "Al principio, el independentismo y la selección no eran antagónicos, como sí lo fueron desde 2012. La Generalitat y muchos ayuntamientos han utilizado el fútbol como vehículo de transmisión identitaria y política".

Al periodista Alberto Pérez le cuesta imaginarse una celebración como la de 2010 en los tiempos actuales. "Han surgido viejas enemistades y no sería lo mismo. Hoy tenemos una sociedad tan crispada que es posible que algunos españoles no sientan el triunfo de una selección como propio por el simple hecho de la asociación de una bandera a una ideología".

Analista en Gol y en LaLigaTV, Alberto Pérez cree además que los cambios en el panorama mediático que ha habido en la última década, con la explosión de las redes sociales, han hecho que la sociedad esté más dividida. "Ahora mismo un título de la selección no se celebraría igual. "Hay un debate permanente por todo y las redes magnifican todo. Mucha gente estaría preocupada por verse asociada a una corriente política diferente a la suya".

En Alemania, la celebración del Mundial 2006 fue la tirita definitiva entre el Este y el Oeste después de décadas de tensiones políticas. La bandera y el patriotismo fueron desempolvados. "Como consecuencia de su trágica historia reciente, con el nazismo y el Holocausto, durante los 50 años de la República de Bonn el patriotismo se había convertido en sinónimo de nacionalismo y patrimonio exclusivo de los ultraderechistas neonazis y xenófobos", recordaba José Comas en El País aquellos días. Desde entonces, la bandera alemana es de todos. En España lo fue así durante un tiempo. Allá por 2010.