Era la duda hasta el último minuto: si Isabel II realmente aparecía hoy en la misa funeral que se ha celebrado esta mañana en la Abadía de Westminster, en Londres, en honor de su difunto marido, el duque de Edimburgo, fallecido hace once meses, en abril del año pasado, a la edad de 99 años. Estuvieron casados 73 años.

Entonces, y a causa de las restricciones impuestas por el Coronavirus, no se pudo celebrar una ceremonia adecuada al rango de consorte de la monarca británica y tan sólo pudieron asistir sus seres más allegados. Hoy, en cambio, estaba convocada toda la realeza europea (Felipe y Letizia incluidos). Se calcula que la lista de invitados ha ascendido a 1800. Por supuesto, Isabel II no se lo ha querido perder, a pesar de que sus problemas de movilidad en los últimos tiempos son cada vez más acuciantes y hay rumores (no confirmados) de que apenas se puede mover. Ayer mismo, sin ir más lejos, se hizo público que se había adquirido un pequeño cochecito de golf (muy lujoso, eso sí) para facilitar los desplazamientos de la soberana, una solución que en su día ya usó su madre, Elizabeth Bowes-Lyon, la conocida como Queen Mother o reina madre. A Isabel II, como a su madre, le horroriza la idea de usar una silla de ruedas, una imagen que ella lo asocia mentalmente con la enfermedad que padeció su querida hermana, la princesa Margarita, en los últimos años de vida.

El gesto hacia el príncipe Andrés

Así que hoy Isabel II ha aparecido por su propio pie. Su presencia en el acto se confirmaba cuando se la ha visto salir del castillo de Windsor, su residencia actual (ya no vive permanentemente en Buckingham ni se espera que lo vuelva a hacer). Lo hacía acompañada de su tercer hijo, el príncipe Andrés (62 años), un gesto de altísimo contenido simbólico, jurídico e incluso político. Recordemos que Andrés se ha visto envuelto en graves escándalos jurídicos en los últimos meses; en concreto, tuvo que llegar a un acuerdo millonario con Virginia Roberts Giuffre, una mujer estadounidense, que lo acusó de daño moral por unos supuestos abusos sexuales cometidos por el príncipe hacia años, cuando ella tenía 17 años y era, por tanto, menor de edad. Se rumorea que el acuerdo pudo llegar a los 12 millones de libras esterlinas, una cifra que no ha sido confirmada oficialmente. Sea como fuere, como consecuencia de sus actos, Buckingham decidió cortar por lo sano con Andrés y le retiró todos sus títulos honoríficos militares y también el tratamiento de Alteza Real, lo que de facto lo expulsaba de la Familia Real. Pero Isabel II ha querido hoy darle su apoyo al que no deja de ser su hijo favorito. A la misa también han asistido las hijas de Andrés, las princesas Beatriz y Eugenia, acompañadas por sus respectivos maridos.

La limusina de la reina Isabel llegaba a la Abadía de Westminster alrededor de las 11.30h. No lo hacía por la puerta principal, sino por la llamada Poet's Yard Entrance, una entrada lateral muy discreta, para que nadie la viera con problemas de movilidad a la hora de bajar del coche y avanzar por el largo pasillo de la Abadía. No ha habido así procesión solemne por el pasillo, como suele ser habitual, sino que nos hemos tenido que conformar con ver a la reina andar unos pasos por el Poet's Corner hasta su asiento. De hecho, la BBC, que daba la señal del evento, ha facilitado muy pocas imágenes del interior de la abadía hasta que no ha empezado el evento. Y, sobre todo, se ha evitado dar imágenes de personas andando. Había imágenes desde lo alto de la abadía y una vez los invitados ya estaban sentados.

Letizia y Felipe

No hemos podido ver a la reina Letizia y al rey Felipe avanzar, pues, por la Abbey, como la llaman los ingleses. Ha sido una lástima: hay que reconocer que Letizia iba increíblemente bien vestida hoy, con un traje verde botella de talle midi y un discreto, pero bonito tocado en el pelo (lo que los ingleses llaman fascinator). El color no era casual y también ha sido escogido por otras mujeres de la casa real inglesa (la mismísima reina, la duquesa Camila de Cornualles y la princesa Ana). El "Edinburg Green" o verde Edimburgo era el "livery color", el color de la librea, del fallecido príncipe Felipe.

La única que se ha saltado este color ha sido Kate Middleton, duquesa de Cambridge, que ha aparecido con un radiante y elegantísimo traje negro con discretos topos blancos de la diseñadora Alessandra Rich, un modelo con ecos ochenteros que ha recordado a algunos de los modelos más icónicos de la malograda Diana de Gales. Kate llevaba una gran y preciosa pamela, de Lock and Co. Los duques de Cambridge iban acompañados de sus hijos mayores: Jorge (8 años) y Carlota (6 años). El pequeño Luis se ha quedado en casa.

La gran ausencia: Harry y Meghan

En la Abadía de Westminster se ha podido ver a toda la familia real, excepto a Harry y Meghan, un error descomunal por su parte. Harry tiene una queja continua con los servicios se seguridad británicos (cree que no protegerían adecuadamente a su familia en suelo británico) y no quiere ir con ellos a Londres. La prensa británica le ha reprochado que no haya sido capaz de desplazarse hasta Inglaterra en un día tan señalado, más teniendo en cuenta que ningún miembro de la familia real conoce aún a Lilibet, la hija pequeña de Harry y Meghan.

Un bonito homenaje

A pesar de las ausencias, lo más destacado del servicio ha sido la solemnidad y la cantidad de detalles para honrar la memoria de Felipe de Edimbrugo, comenzando por los arreglos florales que decoraban la Abadía de Westminster. Los ramos eran en colores rojo, blanco y azul, representando los colores de la bandera británica y consistían, básicamente, en orquídeas (porque Isabel II los llevó en su ramo de novia) y eringium, una especie de cardos (los cardos son el símbolo de Escocia y Felipe tenía el título de duque de Edimburgo). Todo, desde luego, estaba pensado para homenajear al fallecido.

La ceremonia ha durado 40 minutos y, al finalizar, las campas de Westmister han repicado durante varios minutos. De nuevo, al reina no ha salido por el gran pasillo central, sino por el mismo discreto pasillo por donde había entrado.