Miquel Iceta es uno de los políticos con más lustros en la cosa pública a sus espaldas. Sin embargo, o quizá por eso, es de los menos dados a seguir las consignas del manual de comunicación de turno y los mandatos de lo políticamente correcto. Rompió el primer tabú en 1999, cuando se convirtió en el primer político en hacer pública la homosexualidad, durante una campaña autonómica. Aunque probablemente recibió más dardos por su baile junto a Pedro Sánchez en la campaña de 2015, al ritmo de Don't stop me now.

Más allá de un anecdotario sobradamente nutrido con 35 años de carrera política, el actual ministro de Cultura y Deporte sigue siendo un hombre de familia y amigos que no se corta a la hora de escoger entre Madrid o Barcelona -su ciudad- o reconocer que le resbala que le llamen "bajito y gordito". Si buscan un animal para definirlo él apuesta por el armadillo, el único mamífero con armadura.

¿Un rincón para perderse?

Menorca.

¿Un superpoder?

Invisibilidad.

¿Un libro?

Antrobus, de Lawrence Durrell.

¿Una canción, además de Don’t stop me now?

Simply the Best, de Tina Turner.

¿Rafa Nadal o Alexia Putellas?

Imposible elegir. Ambos, cada uno en su disciplina deportiva.

¿Madrid o Barcelona?

Barcelona.

En vacaciones ¿playa o montaña?

Playa.

¿Viajar al pasado o al futuro?

Al futuro.

¿Un personaje histórico?

Adriano.

¿Qué animal podría definirle?

El armadillo.

¿Un sueño por cumplir?

Ir a Nepal.

¿Un miedo?

Perder la memoria.

¿Qué tiempo pasado fue mejor?

Ninguno.

¿Una virtud?

La lealtad.

¿Un defecto?

A veces intento eludir los conflictos, no sé si eso es un defecto.

… ¿y el defecto ajeno que no soporta?

La mentira.

¿Un patinazo de los de tierra trágame?

Me regalaron una caja con bolitas de tierra con semillas y las probé pensando que eran trufas.

¿Qué es lo que la mayoría de la gente piensa de ti y no es cierto?

Piensan que no soy tímido.

¿Una crítica que le resbala?

Bajito y gordito.

¿Una red social?

Twitter.

¿Una película?

Reds.

¿Un olor?

Lavanda.

¿Un sentimiento?

Amor.

¿Una imagen que defina los veranos de la infancia?

Un gorrito en la playa.

¿El plan perfecto?

Leer en un lugar fresquito.