El jueves 15 de diciembre, Netflix hizo público los tres últimos capítulos de la serie Harry y Meghan. La semana pasada se pudieron ver los tres primeros, en donde explicaban desde que se conocieron hasta que estaban a punto de casarse. Se calcula que 28 millones de personas en todo el mundo los han visto, lo que convierte a Harry y Meghan en la serie documental de más éxito de la plataforma.

Sin embargo, a nivel de contenido, los tres primeros capítulos no aportaron demasiado que no se supiera ya y, más allá de conocer fotografías inéditas de la pareja, no se produjeron grandes revelaciones. En los tres últimos capítulos, por el contrario, el bombardeo de revelaciones polémicas es prácticamente continuo, aunque nos hemos quedado con las ganas de saber algunos secretos de la pareja, como por ejemplo quién de la familia real hizo el comentario racista sobre el hijo de la pareja (recordemos que ésta fue una de las grandes revelaciones de la pareja en su entrevista con Oprah Winfrey).

¿La verdadera estrella de la familia real?

Los tres nuevos capítulos parecen querer posicionar a Meghan Markle, como la verdadera estrella de la familia real. Diversas personas entrevistadas hablan de que se convirtió en un "chute de energía", "aire fresco", "fuerza de modernización". Incluso se llega al punto de decir que ella representó un cambio más que bienvenido en la monarquía. "Más honestidad y humanidad", considera una persona que aparece en la serie. Todo ello nos presenta a Harry y a Meghan como las nuevas "superestrellas" de la familia real.

También la pareja se presenta a sí misma como un matrimonio humilde, que llevaba una existencia sencilla y que, aunque vivían en palacio, en realidad vivían en una pequeña cottage, una especie de chalet, dentro del recinto palaciego. Un sitio, al parecer, tan alejado de los oropeles que se suponen que pueblan los palacios que aparecen en los cuentos de hadas que la propia Oprah Winfrey, cuando una vez fue a visitarlos, se quedó de piedra y, supuestamente, no se lo podía creer.

Esto, sin embargo, hay que precisarlo: es cierto que Kensington Cottage, como se conoce al lugar, es pequeño si lo comparamos con el resto de edificios que componen Kensington, pero es bastante agradable y mucho más acogedor que el resto. Además, era el sitio donde Harry vivía de soltero, por lo que Meghan ya se tendría que haber imaginado que viviría ahí de casada.

Por no decir que, además de su residencia londinense, la reina Isabel II les ofreció como residencia campestre Frogmore Cottage, una acogedora residencia propiedad de la corona dentro del amplio recinto de Windsor. Se calcula que la pareja se dejó la friolera de 2,4 millones de libras esterlinas en reformarla y redecorarla completamente a su gusto, una cifra que salió de los fondos que la monarquía tiene a su disposición y no sentó nada bien a los británicos.

Los celos de la familia real

Además de presentarse como un matrimonio humilde y sencillo, Harry y Meghan se presentan en la serie como una pareja perfectamente compenetrada que realizaba a la perfección sus tareas públicas. En concreto, se habla de la ayuda que prestó Meghan a las mujeres supervivientes del edificio Grenfell y también del éxito de su viaje en común a Australia.

Este viaje, en particular, es destacado por la pareja como "el punto de inflexión". Llegan a insinuar que la popularidad de la pareja era ya tan estratosférica que "palacio se sintió amenazado" y que se empezaron a crear varias facciones rivales entre Carlos, Guillermo y Harry. Para Meghan, en concreto, todo empezó a cobrar un tinte no deseado cuando, tras un acto con el resto de la familia real, ella protagonizó la portada de The Telegraph y eclipsó a la mismísima reina de Inglaterra.

Para el matrimonio, gestionar los celos que todo aquello generó fue demasiado complicado. Y aún fue peor cuando empezaron a salir en la prensa noticias continuas que atacaban frontalmente a Meghan. Que si la reina la consideraba una diva, que si era compleja y complicada. Cuestiones que con Kate habían sido alabadas como signo de modernidad --como comer aguacates-- en Meghan fueron consideradas pasto de críticas furibundas. Todo ello, según la pareja, era una campaña orquestada para transformar a Meghan en alguien irrelevante y, de paso, aupar al resto de la familia a los ojos de la opinión pública.

La presión y presunta campaña de difamación llegó a cotas intolerables y se pudieron ver comentarios xenófobos en las redes sociales como comparativas entre Archie, el hijo de la pareja, y un chimpancé.

Los pensamientos suicidas de Meghan

La presión y la tensión llegaron a tal punto que Meghan se sumió en una profunda depresión y, como ya había explicado en la explosiva entrevista con Oprah Winfrey, llegó a querer suicidarse. Según ella, pidió explícitamente poder ir a algún sitio a curarse, pero palacio consideró que "no sería bueno para la institución". Harry, sin embargo, decidió no quedarse de brazos cruzados y montó a su mujer y a su hijo en un avión rumbo a Canadá.

Allí la pareja presuntamente comenzó a dar forma a un plan largamente acariciado: salir de Gran Bretaña e irse a vivir al extranjero. Según explican en Netflix, ya habían pensado en irse a Nueva Zelanda y también a Sudáfrica. De hecho, palacio y la familia real había en principio aprobado este último cambio de residencia, pero la información se filtró casualmente a la prensa y los planes fueron detenidos inmediatamente.

"Nos lanzaron a los leones"

Lo que nos lleva a otra de las grandes declaraciones de la serie: según Harry, palacio, incluso su propia familia y hasta el equipo de su hermano, filtraban información de él y de Meghan cuando les convenía para dejarlos mal. "Nos lanzaron a los leones", explican en un momento de la retransmisión. Correos electrónicos que Harry había enviado a su propio padre acabaron, por ejemplo, en manos de periodistas.

La pareja dijo basta y puso un últimatum encima de la mesa. Según ellos, estaban incluso dispuestos a renunciar a los títulos de duques de Sussex si hacía falta. También explican que informaron debidamente a la reina de sus intenciones, aunque curiosamente, algunas veces en que pidieron verla, no se lo permitieron.

La versión oficial del anuncio del Megxit decía que los Sussex habían anunciado su intención de dejar la familia a través de un comunicado de Instagram y que el resto de la familia, incluida la reina, fueron avisados con tan solo 10 minutos de antelación. En Netflix, Harry niega que fuera así.

También deja claro que él quería seguir en la familia real y continuar desarrollando tareas de apoyo a la soberana, pero que no se lo permitieron. En principio, le ofrecieron cinco posibilidades, de completamente fuera a completamente dentro de la institución, y él escogió una vía intermedia. Pero finalmente no le permitieron seguir con sus planes.

Sorprende saber que, en las reuniones en Sandringham donde se decidieron estas cuestiones, Harry explica que su hermano no paró de chillarle y que su padre dijo cosas que no debían. La reina, al parecer, se mantenía callada y apesadumbrada. Todo aquello, según Harry, creó una brecha entre su hermano y él difícil de superar. Pero no había vuelta atrás.