La idea le rondaba por la cabeza a Antonio desde que llegó de estudiar en Suiza. Lo había visto allí y sabía que podría aplicarlo en su pueblo. La mecanización incipiente era una oportunidad para dejar atrás los lentos y costosos procesos artesanales. La clave estaba en decidir cómo y con qué subirse a ese tren. No tardó en descubrir el mercado textil y en él, un producto muy apreciado y demandado en su Tolosa natal, y en el resto del País Vasco y que no faltaba en ningún hogar: la boina.

Aquella prenda que cubría la cabeza lo tenía todo. Protegía del frío, vestía y era accesible a todos los bolsillos. Producirla de modo artesanal, como hasta entonces, limitaba mucho la capacidad comercializarla a gran escala. Es ahí donde los primeros métodos de industrialización permitían aliviar costes y elevar la producción. Su idea, germen de los que años más tarde sería ‘Boinas Elosegui’, acababa de nacer.

Hoy las boinas viven un resurgir. La moda más urbana empieza a incorporarlos cada vez con mayor presencia. La diferencia esencial con una gorra radica en su particular rabillo superior. En el mercado se encuentran boinas de todos los colores, también de amplios vuelos y muchos más reducido, impermeables, con forma de visera y de gran versatilidad, ladeadas, hacia atrás, tipo militar. Y si alguien copa este mercado es una empresa con más de 164 años: Boinas Elosegui. Una prenda que la empresa presenta como "un icono cultural, contractual, fashion revolucionaria y contemporánea que busca sacar esa personalidad que todos llevamos dentro".

Sus inicios en el mercado textil se datan en 1857 pero no fue hasta dos años después, cuando se crea boinas ‘Casualidad’, la primera fábrica de boinas creada por Antonio Elosegui. Sus sucesores le cambiarían la denominación en 1920 por ‘Nietos de Antonio Elosegui’ y en 1967 se impondría la marca que ha sobrevivido hasta nuestros días, ‘Boinas Elosegui’. En sus primeros años la producción apenas era de una boina por cada una de las mujeres que trabajaba en la fábrica. Los primeros procesos de mecanización permitieron ampliar la producción a una veintena de boinas por trabajadora, cantidad que se ha ido multiplicando a medida que se modernizaba el proceso.

Algunas de las boinas de Elosegui en su fábrica de Tolosa.

Una demanda al alza

La producción de boinas ha repuntado desde 2014. En Boinas Elosegui se pasó de vender 100.000 unidades a multiplicar por cuatro las ventas. La incorporación de productos orientados a las mujeres, la versatilidad de la oferta y el mercado militar explican el incremento de la demanda de esta prenda.

Ya en 1900 Boinas Elosegui producía boinas demandadas por todo el mundo. Hoy también se pueden encontrar en multitud de países. “Dicen que incluso el Ché Guevara compró una boina Elosegui cuando viajó a Madrid. Muchos han llevado nuestras boinas”, recuerda Ander Astigarraga, director comercial de Boinas Elosegui.

La fábrica de boinas más antigua del mundo, la primera de la que hay constancia, se había fundado ocho años antes en Pau (Francia). Actualmente tan sólo Boinas Elosegui sobrevive. Son 164 años de historia, con periodos de gran demanda, -que llegó a alcanzar producciones de tres millones de boinas al año-, y de crisis, que a punto estuvieron de poner en peligro la continuidad de la empresa. En 2014 el debate en la familia Elosegui era si cerrar o seguir intentándolo. Aquel año la producción se había hundido a apenas 100.000 unidades. El plan para reflotar la empresa funcionó y hoy la fábrica de Tolosa produce 430.000 boinas.

"A veces se dice que algo es 'más sencillo que una boina', pero no es así. Producir una boina requiere muchos procesos complejo. Nosotros la fabricamos prácticamente como en 1858".

Ander Astigarraga. Director Comercail de 'Boinas Elsoegui'.

Lejos queda la imagen de un complemento reservado únicamente para el hombre de campo, para varones del mundo rural. Un complemento como éste ha sobrevivido y recuperado su fortaleza gracias a haberse sabido ‘reinventar’. En la fábrica de Tolosa se producen modelos de hasta 40 colores, para hombres y para mujeres y miles de unidades para uniformes de ejércitos de medio mundo. Los últimos pedidos, para vestir soldados de Omán, Arabia Saudita, Ecuador, Italia, Francia, Noruega, Lituania o Venezuela. También en España algunas unidades del Ejército llevan Boinas Elosegui, como los COE o las boinas de montaña.

“En torno a 1900, en zonas como el País Vasco, no se llevaba tanto los sombreros como las boinas, desde los niños a los ancianos, todos se cubrían la cabeza con una. El problema llegó en los 70 y 80, cuando se extendió la imagen de que era una prenda reservada a gente mayor. Los jóvenes dejaron de emplearla”, asegura Astigarraga.

La estrategia para resucitar el mercado tuvo a la mujer como una de las principales aliadas. Además de incorporar una paleta mayor de colores, más llamativos y diseños nuevos, sin perder la esencia, se logró situarla en colecciones de diseñadores de primer nivel y que la demanda repuntara. Actualmente incluso la demanda de boinas de mujer viene muy condicionada por los colores predominantes en cada temporada, “este año se está vendiendo mucho el color turquesa”.

De igual manera, la actualización de ciertos diseños para los hombres jóvenes hicieron aumentar su uso, “con modelos como la boina-visera: “Los jóvenes también han empezado a animarse más con este modelo de boinas más actualizadas, al fin y al cabo es un complemento práctico, 100% transpirable, protege del frío y la lluvia y es muy fácil y cómodo a la hora de guardarlo. Se dobla con facilidad y no pierde la forma. Se ha perdido el miedo a parecer una persona mayor por llevarla”.

La calidad es otro de los pilares que le han permitido mantenerse tantos años. Lograrla no es sencillo. En la fábrica aún se emplea un proceso en gran parte artesanal y que requiere de la habilidad de las trabajadoras y empleados. “El proceso en realidad no ha variado, es el mismo que se hacía desde los inicios. Se ha avanzado en alguna de las maquinarias que se emplean y algunos tintes, pero máquinas como los batanes, que convierten la lana tricotada en fieltro, son las mismas que hace 170 años”. Incluso las maquinas tricotosa que se empleaban hasta no hace mucho eran las originales, hoy sustituidas por sistemas más modernos.   

'Boinas Elosegui' vista a ejércitos de medio mundo.

Boinas Elosegui produce este complemento para ejércitos de medio mundo: Omán, Arabia Saudita, Francia, Venezuela o Noruega llevan sus boinas. También algunas unidades del Ejército español.

En la fábrica de Tolosa se huelen y perciben los años, la larga trayectoria de Boinas Elósegui. Entrar en sus instalaciones supone trasladarse muchas décadas atrás. Las mujeres son las responsables de las labores más delicadas y precisas, los hombres de las que requieren más fuerza. En la planta baja muchas boinas esperan para tomar la forma definitiva. Una pila de moldes redondos, de acuerdo a la talla, se introducen con la prenda aún caliente tras un centrifugado final. Después, llegará la última fase, en la planta superior, donde se coserán el resto de elementos.

“A veces se dice que algo es más sencillo que una boina, pero no es así. Tiene muchos procesos complejos”, reivindica Astigarraga. El proceso comienza por la confección del hilo de lana, que se tricota y después de debe encoger para compactarlo. Esa reducción del tamaño lo transforma en un filtro y después se le da color: “Finalmente se elimina el pelo sobrante, se añaden los acabados, como los forros internos, las badanas y los elementos decorativos si los requiere”.