Pilar Silvestre estuvo durante años sufriendo mucho estrés. Era madre soltera, tenía dificultad para conciliar el trabajo y la niña, y dormir pasó a ser algo secundario. No pidió ayuda, creía que podía con todo. Hasta que un día, mientras realizaba un examen se quedó en blanco. Pero ni siquiera cuando la profesora le dijo las respuestas pudo procesar lo que le decía. Al salir no pudo volver sola a casa. Ahí se dio cuenta de que la situación era más grave de lo que creía. Perdió la memoria, la orientación, el vocabulario y la capacidad de concentración. Había sufrido un brote de estrés.

Durante siete años se encerró, casi no salía de casa. Era complicado porque tenía una niña de dos años y otra mayor. "Me despistaba con cosas básicas. Cada vez que hacía la compra por internet la liaba. En vez de seis botellas de agua pedía seis cajas. Cuando ves que estás aliñando la ensalada con fairy en vez de con aceite, te ríes. Al final aprendes a vivir con ello", cuenta Pilar en una conversación con El Independiente.

El tiempo pasó y ella seguía encerrada en casa. Habían pasado ya dos años desde el diagnóstico y el médico no sabía qué hacer con ella. No respondía a la medicación, así que le propuso probar con una actividad. De entre todas las opciones, Pilar escogió la fotografía.

Era su "asignatura pendiente". Cuando iba a tener a su hija quiso iniciarse en la fotografía, pero finalmente no lo hizo. Volver a intentarlo no fue tan fácil. Al no tener memoria, no podía leer manuales y empezó de cero. "Fue a fuerza de prueba o error", confiesa.

Empezó fotografiando flores en casa. Pero pronto se acostumbró, necesitaba algo más. Así que empezó a comprar plantas que atrajeran insectos para "pillar el vuelo" en el aire. Cuando aprendió a fotografiar en velocidad se preguntó qué hacía ahí, dentro de su casa, encerrada. "Llegué a mi límite", reconoce Pilar.

Fue entonces cuando puso las cartas sobre la mesa. Tenía que encontrar algo para salir de casa. Decidió ir a un lugar seguro, a las piscinas. Cuando era joven, fue nadadora y waterpolista, así que las conocía casi todas, eran su segunda casa.

"Cuando sacas una fotografía, no piensas en tu enfermedad, estás enfocada en una situación que estás viendo y has de resolver"

pilar silvestre

Los sábados había partidos de waterpolo y competiciones. Un fin de semana salió de casa. Al principio lo pasó mal porque le costaba mucho concentrarse. "Salía de la piscina sudada y con mala cara, pero poco a poco te das cuenta de que se te da bien y te animas", comenta Pilar.

"Pasas de fotografiar el waterpolo a los saltos. Se te hace rutina y te tienes que reinventar otra vez. Lo mío era una continua reinvención. A pesar de que yo ya tenía una serie de seguidores por mi fotografía deportiva, tenía que dar un giro para seguir trabajando mi cabeza", relata.

Hizo fotos de saltos en blanco y negro, pero necesitó un cambio nuevo. Algo que volviera a sacarle de su zona de confort. Necesitaba salir a la calle y desprenderse de su agorafobia. Así comenzó con la fotografía de calle. Cogió su cámara X100 Fujifilm, que le había acompañado todos esos años y comenzó una nueva aventura. "Para mí es muy difícil, tienes que pensar todo. Te obliga a componer, a pensar muy bien la fotografía. Durante esos momentos no estás pensando en tus dramas, estás enfocada en una situación que estás viendo y has de resolver. Si no te sale la foto, vuelves a enfocar otra vez. Te enfocas en cosas que no es tu enfermedad", reconoce.

"La fotografía es mi terapia", confiesa Pilar. "Me hace trabajar la cabeza, mejorar. No lo puedo dejar porque puedo tener recaídas en la memoria al tener el más mínimo estrés", admite.

La fotografía no solo le ayudó a concentrarse, también le ayudó a recuperar mucho vocabulario

Sigue teniendo secuelas todavía. No puede contar hacia atrás, ni ir sola a sitios desconocidos. Tampoco puede leer novelas, tan solo artículos o autobiografías sobre fotografía. Y es que su vida está enfocada alrededor de ella. Todo lo envuelve. Si hace viajes son con motivos fotográficos, es su forma de vida.

La fotografía no solo le ayudó a concentrarse, también le ayudó a recuperar mucho vocabulario. Creó un grupo de Facebook sobre fotografía donde se enviaban fotos que habían hecho. "Pero, claro, la gente empezó a hablar y yo no decía nada. Me hacían preguntas, pero no respondía. Hasta que un día me enfadaron y me salió todo. Entonces empecé a provocar debate para que me salieran las palabras. Pasé de no hablar por miedo a poder dar charlas en público", cuenta. Ahora, ha encontrado su hueco en el mundo de la fotografía y colabora con proyectos de Fujifilm.

En esta continua reinvención, Pilar quiso ir más allá. Y se propuso viajar a Estados Unidos para darle otro enfoque a su fotografía de calle y entrelazarlo con la urbana. Este último año ha ido un mes, pero como no puede viajar sola se tuvo que apuntar a un viaje organizado. "Ellos iban a cosa hecha, no importaba el fotógrafo, ni la hora ni la luz, cuando veía algo interesante no paraban. Pero me ha servido para tocar tierra y saber cómo funciona. No veo el momento de poder escaparme", confiesa.