"¿Pero qué queréis?", arrojó Morante al tendido del 5 en mitad de la faena.
El rabo, Morante, quieren el rabo.
Este próximo sábado se cumplirán dos años del suceso, y parece de consideración general certificar que el Genio, desde entonces, ya no ha sido el mismo. Como si fuera un Lewandowski del toreo, la masa le quiere Legoldowski. Hacía más de medio siglo de ese botín en La Maestranza, pero las urgencias para grabarlo en el móvil y fardar de fotito y corazones aceleran los pulsos, las ansias del que yo lo vi.
O rabo, o nada.
Disiento de la tesis de la frialdad de la plaza este Domingo de Resurrección. A los pocos minutos se demostró que nada de gelideces con Daniel Luque, al que se jaleaba todas y cada una de sus legítimas herramientas para el triunfo.
Rompió la ovación tras el paseíllo, Morante no tardó en darse por aludido y en seguida invitó a Talavante a salir al tercio. No fue el caso. Recogió él solo la salva, que no fue ni la más larga ni la más sentida del mundo. Al punto la carne.
Pero lo peor vino en el postre, para quien tuviera que esperar en las escaleritas. Pitos para el Genio: no generales, pero unos cuantos. El acabóse.
Pero lo peor vino en el postre, para quien tuviera que esperar en las escaleritas. Pitos para el Genio: no generales, pero unos cuantos. El acabóse
Morante de la Puebla estuvo impecable con su lote. Al cuarto, incluso, le robó una tanda. Con el primero bis hizo maravillas a la verónica y al natural. En una baldosa; baldosas distintas, pero en una baldosa. Y no sonó la música, claro.
Por eso el siguiente bufido de la tarde se lo llevó, tras el exquisito tendido del 5, el capataz de los músicos allá en las alturas. Morante estaba geniudo, nada de ensimismamientos. Más metido en la corrida que nadie. Entonces aparecieron las terceras víctimas del desafuero: los alguacilillos. No se entendía qué hacía el presidente, al cambiar o no cambiar el tercio. Morante se rebelaba subiendo los hombros contra la estulticia.
Cuando hubo pasaportado a sus toros, se le acercó la Cadena Ser Sevilla. Nunca falla, siempre hay fiesta con el Genio al micrófono: "El público viene de ver la Semana Santa y parece que le cuesta trabajo exaltarse. Parecía que estaba viendo la Soledad. Yo he sentido el toro muy cerca, y el público se queda expectante pero no se exaltaba y a veces como torero uno se enfada con uno mismo y con el que está al lado".
Al margen de la interpretación de la última frase -con alguien se enfadaría-, el resto de la declaración es de Resurrección. El Genio echa en falta que el público no se exalte en su resaca cofrade porque él lo ha dado todo y ha sentido al toro ahí al lado. Porque se los pasa muy cerca.
Cómo va a ser el 1 de mayo.
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