En 1975, cuando Paco Becerro tenía cinco años, su padre cambió su viejo Seat 1500 por un Citroën GS. Comparado con la silueta antiguo régimen de la enorme berlina española, favorita de gobernadores civiles y taxistas, aquel afilado vehículo francés, cuyo velocímetro era una lupa retroiluminada y que se elevaba una cuarta al arrancar, parecía salido de una película de ciencia ficción. Cincuenta años después, el niño que se enamoró del coche nuevo de su padre es un mecánico de reputación internacional. A su taller de Piedrabuena, un municipio de Ciudad Real de menos de 5.000 habitantes, llegan clientes de Francia, Holanda o Suiza. ¿La razón? Becerro no solo es un minucioso restaurador de coches clásicos, sino uno de los pocos especialistas que quedan en Europa en suspensión hidroneumática, la gran seña de identidad técnica de aquel GS y de Citroën durante décadas.

Presentada por la marca francesa en 1954, esta revolucionaria tecnología de suspensión que podía impulsar también los frenos, la dirección o el embrague era una sofisticada alternativa a los típicos amortiguadores de muelle. Un sistema de presión arterial que combinaba fluidos hidráulicos y gas para ofrecer un confort de marcha excepcional. La suspensión hidroneumática regulaba automáticamente la altura del coche y suavizaba las irregularidades del terreno, dando al conductor y los ocupantes la sensación de flotar sobre el asfalto.

Panorámica del taller de Paco Becerro en Piedrabuena.
Panorámica del taller de Paco Becerro en Piedrabuena.

La puesta de largo de la suspensión hidroneumática tuvo lugar con el Citroën DS, el icónico modelo conocido popularmente en España como Tiburón. Su diseño, obra de Flaminio Bertoni, rompía con cualquier idea previa de lo que debía ser un turismo. Era una escultura en movimiento que metabolizaba la aerodinámica de los coches deportivos y la trasladaba como nunca antes a un automóvil de serie. En su libro Mitologías (1957), el filósofo Roland Barthes lo comparó con una catedral gótica y lo definió como "la superlativa creación de una era moderna". Fue el coche de los presidentes de la república francesa y el símbolo de una época que sigue cautivando la mirada de quien se lo cruza por la calle.

Regreso al futuro

La suspensión hidroneumática era el símbolo del genio utópico de Citroën: una manera de entender el automóvil no solo como máquina, sino como experiencia. Era el elemento medular del conjunto de gestos vanguardistas que adornaban el DS y que definieron a la marca como la más audaz del automóvil europeo de posguerra y orgullo de la industria francesa. Además de flotar sobre las bacheadas carreteras de la época, el Tiburón frenaba con discos en un tiempo en que aún dominaban los tambores, tenía dirección asistida, faros que giraban con el volante y una aerodinámica que parecía llegada del futuro.

Entre 1955 y 1975, año en que dejó de producirse, se fabricaron un millón y medio de unidades de sus diversas modalidades –berlina, familiar y descapotable–, un número muy elevado para un coche relativamente exclusivo. Hoy sin embargo quedan muy pocos, y por ello están muy cotizados en el mercado del coche clásico, pese a que requieren de cuidados caros y específicos.

En 2017 Citroën anunció oficialmente el abandono definitivo de una tecnología que había ido sustituyendo paulatinamente en las últimas décadas. Era costosa de fabricar y de mantener y no encajaba con las convenciones de la producción moderna ni con la electrónica creciente de la automoción actual. Los avances en las suspensiones electrónicas han logrado resultados similares con sistemas más elementales.

Un éxito inmediato

Por ello, los pocos profesionales que van quedando que, como Paco Becerro, conocen los secretos de este tipo de suspensión son cada vez más valorados por los coleccionistas y los enamorados de la experiencia de conducir coches como el DS. Hace casi 20 años que Becerro decidió dejar el negocio familiar de maquinaria agroalimentaria y sacarse la espinita de montar en su pueblo un taller dedicado a reparar, restaurar y reconstruir los Citroën que le obsesionan desde la infancia.

Fue una apuesta arriesgada pero controlada. Se conformaba con hacer dos o tres coches al año para vivir cómodamente. Pero a los seis meses de empezar ya se le había llenado el taller. "No pude pararlo", explica a El Independiente. Ahora, Becerro tiene doce coches entre manos y otros veinte esperando en una nave aneja.

En una nave aneja a su taller aguardan los DS en lista de espera para ser reparados junto con los Citroën de Paco Becerro.
En una nave próxima al taller aguardan los DS en lista de espera para ser reparados junto con los Citroën de Paco Becerro.

Lo que sí decidió fue no crecer. Y especializarse. Nada de reparar 2 CV por cuatro duros. Salvo contadas excepciones, Becerro y su equipo, cuatro personas en total, se dedican unicamente a restaurar y poner a punto DS o SM, el exclusivo sucesor del exitoso Tiburón desarrollado con un motor V6 de Maserati del que apenas se produjeron 12.000 unidades entre 1975 y 1976. Un canto de cisne de la era más experimental de Citroën, justo antes de su crisis financiera y su absorción por Peugeot en 1976.

"Proyectos de restauración"

A Piedrabuena llegan clientes con un coche propio en mejor o peor estado. Pero también personas sin coche pero con un sueño y un presupuesto. En esos casos, Paco Becerro les intenta conseguir lo que buscan, aunque rechaza más trabajos de los que acepta, "de la manera más diplomática posible", apunta. "Elegimos al cliente".

Su filosofía de trabajo es muy particular. "Nosotros no vendemos coches, ofrecemos proyectos de restauración". En la fase preliminar "trabajamos a medias con el cliente". Establecen un diálogo intenso, se van a comer con él, diseñan juntos el proyecto. Pero una vez se acepta el presupuesto, comienza un proceso en el que "mandamos nosotros". En las etapas de restauración estructural, mecánica e hidráulica harán lo que consideren necesario, sin injerencias. Otra cosa es la parte de los acabados, la pintura y la tapicería, que se hace más al gusto del consumidor.

Nada de esto es barato. Solo fiabilizar un DS en buen estado puede costar 15.000 euros. Una restauración integral rondará los 70.000, aunque el cielo es el límite para los más caprichosos. Es un trabajo de artesanía. En Piedrabuena desmontan los coches y recuperan cada pieza original para no tener que comprar repuestos nuevos.

Algunos de los Citroën clásicos que acudieron a la jornada de hidroneumática celebrada en Piedrabuena a comienzos de abril.
Algunos de los Citroën clásicos que acudieron a la jornada de hidroneumática celebrada en Piedrabuena a comienzos de abril.

Más que un taller es un club. Paco Becerro crea un vínculo estable con sus clientes, ya que los coches deben pasar por allí periódicamente. Para las puestas a punto, para las ITVs, para impermeabilizar el techo, para comer con Paco. Este mes de abril han celebrado en Piedrabuena la primera jornada de hidroneumática, a la que han acudido conductores de toda España con sus Citroën. Llamaron la atención los DS, pero hubo también CX, la imponente berlina que se fabricó a partir de 1974 en sustitución del Tiburón, y coches más populares como el BX o el Xantia, el último coche nuevo que se compró Paco Becerro. "Hoy en día un coche es algo muy poco atractivo. Mucha electrónica y poco más. Nadie te habla de las sensaciones que tiene al volante. La pasión se mantiene con los clásicos. Es lo que rescatamos nosotros".