Madrid, 10 de junio de 2025. Entre la marabunta habitual que deambula por el centro de Madrid se respira un aire distinto, festivo. Y no es para menos: hace diez años que Netflix aterrizó en España, revolucionando el mundo del entretenimiento tal y como lo conocíamos. Sin esa gran N roja que parecía venir de otro planeta, prometiendo traer la paz en el mundo a través de series y películas ilimitadas, ficciones como La casa de papel o Paquita Salas habrían pasado sin pena ni gloria por el imaginario colectivo, y fenómenos como el true crime no estarían tan asentados como lo están ahora.

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Pero Netflix llegó para quedarse. Aunque no fue la primera plataforma de streaming en aterrizar en el país (estaban Wuaki.tv, Filmin y Yomvi), la empresa estadounidense se postuló como un referente, al que le siguieron Amazon Prime, Disney Plus y todas esas plataformas que ahora nos ahogan con sus extensos catálogos, prometiéndonos infinidad de historias al alcance de la mano. En 2019, la gran N instaló su centro de producción europeo en el municipio madrileño de Tres Cantos para continuar apostando por el talento español. Y ha funcionado: el año pasado se vieron 5.000 millones de horas de contenido audiovisual español producido por Netflix. Tal hito es ahora motivo de celebración.

Así, Netflix desplegó ayer toda su artillería pesada: paró el ritmo frenético de Madrid, cortó calles, e hizo la Cibeles suya. Eso es algo que solo una gran empresa se puede permitir. ¿El motivo? Una macrofiesta que prometía ser un festival en toda regla y a la que todo el mundo estaba invitado. Pero, al final, como muchas de las series ilimitadas de la plataforma, esta celebración terminó siendo inhabilitada antes de su segunda temporada.

Lo celebramos "contigo"

"Han pasado miles de estrellas por esta casa en 10 años de Netflix España, y el 10 de junio lo celebramos con otras muchas y contigo", prometía la plataforma en una publicación de su cuenta de Instagram, ahora borrada. Simulando el cartel de un festival veraniego, el evento adelantaba las actuaciones de Dani Fernández, Rigoberta Bandini, Ralphie Choo, "y más artistas por confirmar". Dicho y hecho: dos días después actualizaron el cartel con los nombres de Amaia, Pablo Alborán y Omar Montes. El line-up estaba completo. Las entradas, agotadas.

El público estaba pletórico: el misterio que rodeaba al evento no podía sino ser muestra de que auguraban muchas sorpresas. Así, a las 19 horas, convocados por Netflix, el populacho se reunió en Cibeles para acceder al recinto. La empresa había edificado un escenario gigante apenas 350 metros más adelante, en la Puerta de Alcalá. Cuando abrieron las puertas, el rebaño se abalanzó hacia el mismo, con la esperanza de obtener buena visibilidad para el concierto que, pese a no empezar hasta las 21 horas, era el punto fuerte de la celebración.

Gente esperando a entrar en la macrofiesta de Netflix, que tenía un aforo limitado de 5.000 personas
Gente esperando a entrar en la 'macrofiesta' de Netflix, que tenía un aforo limitado de 5.000 personas | Jorge Molinero

Pero, al llegar, se toparon con una valla que les prohibía el paso al recinto del escenario que, a su vez, se encontraba tapado por una pantalla enorme. El público empezó a hacerse a la idea de que igual el concierto no era para ellos, pero mantenían la esperanza de que les abriesen el paso antes de comenzar. Esta ilusión se desvaneció por completo cuando el famoseo empezó a desfilar por la alfombra roja, que terminaba, convenientemente, en la cercada Puerta de Alcalá. Famosos por un lado, plebeyos por otro. Resulta que la falta de información no era sinónimo de sorpresa, sino de desigualdad.

Abucheos frente a los juegos

Para amenizar la espera, la maestra de ceremonias planteó juegos y actividades que hicieran menos insoportable la espera al sol. Repartieron carteles, que el público utilizó a modo de paipay; plantearon preguntas, que no fueron respondidas; generaron expectación por el concierto, pero solo recibieron abucheos. El redil manifestó su descontento hacia un evento que, prometiéndoles una celebración conjunta, los apartaba de la fiesta.

Mientras la zona VIP que había frente al escenario se iba llenando de rostros conocidos que, a su vez, disfrutaban de la barra libre que tenían a su disposición; el público se daba codazos para hacerse hueco y ver, aunque fuera, una esquina del escenario. Pero esto era prácticamente imposible: ellos verían el concierto a través de la pantalla gigante que tapaba el escenario. Porque la cerca no era suficiente.

El concierto comenzó con retraso, pues los invitados de honor no habían llenado su zona. Así, quince minutos más tarde de lo prometido, la organización buscó de nuevo el apoyo del público mediante una cuenta atrás pero estos, convencidos ya de que verían el concierto al más puro estilo Netflix –en streaming–, nadie coreó los números.

Una tregua frente a las quejas

Entre quejas y querellas, Dani Fernández y Yami Safdie se subieron al escenario a versionar la canción Tuyo, el tema principal de la serie Narcos. Fue ahí cuando el público empezó a acostumbrarse a esta nueva realidad que, si bien no era la prometida, al menos tenía música en directo. Los venezolanos Alleh & Yorghaki contentaron a las masas con su hit reggeatonero Capaz, y para cuando Ralphie Choo salió al escenario, Cibeles estaba, de nuevo, en paz.

Tras un popurrí de bailes y danzas, Rigoberta Bandini salió al escenario para reencarnarse en Kate Bush y corear Running up that hill, la canción de 1985 que, 37 años después, volvió a colarse en lo más alto de las listas tras aparecer en la cuarta temporada de Starnger Things; Pablo Alborán cantó una sincera y españolizada versión de Felicitá, de Al Bano y Romina Power (así como alguna que otra canción propia); y Amaia hizo el concierto suyo con su popurrí de canciones de Paquita Salas.

La navarra subió a los Javis (Javier Ambrossi y Javier Calvo) al escenario para implorarles una nueva temporada de las aventuras de la representante de actores, adicta a los torreznos y al vodka (ella es "muy foodie"). Estos respondieron con su misterioso "ya se verá" para, luego, hacer publicidad de su próxima serie, Superstar, que re-imagina la vida y auge de Yurena. La presentadora aprovechó para subir al escenario y corear su No cambié para demostrar que, pese a todo, ella sigue aquí. Eso sí, con playback de por medio.

El concierto tocaba a su fin, y no podía cerrarse sin homenajear a La casa de papel, la serie española más exitosa de la plataforma. Así, ni Tokio, ni Río, ni Berlín aparecieron en el escenario, sino que lo hizo "Madrid", un desconocido miembro de la banda de ladrones que escondía bajo su máscara a Omar Montes. Aquel que se dio a conocer en Gran Hermano cantó (a su estilo) Bella Ciao, el himno antifascista italiano que se popularizó tras la salida de la serie.

Tras ello, se apagaron las luces y las vallas, por fin, se abrieron. Dirección: salida. La música seguía sonando y los influencers seguían frente al escenario. Para ellos, la fiesta terminaría más bien tarde. A 500 metros de ellos, los buses estaban llenos.