Un bodegón de los Sanfermines [este domingo 6 de julio, chupinazo a las 12 de la mañana] plasmaría un plato de chistorra, un plato de piparras así para entretenerse antes de los gordo y clarete de la tierra, muy frío, hermanado con la cubitera.

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Esa imagen que transmite confortabilidad dista del reguero de borrachuzos que puede espantar de tanto verlo en los informativos al uso.

Los dos Sanfermines existen, pero nosotros nos desvivimos por el primero, aspiración gastronómica superior, en esas mesas hasta el infinito de Olaverri, adonde se llega caminando mejor que de donde se sale en duro ascenso al encuentro con el champú del Yoldi. ¿Por qué te impacta más la cuesta arriba al salir de Olaverri que la cuesta abajo al llegar a Olaverri? No me reconozco.

Del champú o sorbete del hotel Yoldi hizo recientemente Zabala de la Serna una tecnopieza para redes sociales en la que daba cuenta de los miles de litros cúbicos (¡litros!) que dispensaban en fiestas (al capar el artículo las, suena más auténtico).

La Policía controla a los mozos poco antes del encierro, con los balcones de Estafeta llenos.
La Policía controla a los mozos poco antes del encierro, con los balcones de Estafeta llenos. | E.I.

Nadie se atreve a hacer una comparativa con los que dispensan (15.000, leímos en Diario de Navarra, sin El) en la sociedad Gaztelukeku; tal es la densidad del champán con sorbete en atragantones que, al derramarse, diríase que queda impregnado el suelo del establecimiento -hace años daba a un magnífico balcón de la Plaza del Castillo- de un líquido antideslizante para evitar resbalones de los clientes que se entregan a Estopa. No me reconozco.

Estos días previos los grupos de wasap bullen, tantas fotos, tantos vídeos, prohibida su reproducción editorial. Hay un ansia de Pamplona, todo se ve blanco y rojo. Muchos, incluso, rularán cuando toque una fotito haciendo la maleta, con las camisas blancas y los pañolicos almidonados; exagerado ya, me parece.

Todo ha ido muy precipitado en este relato, tales son las ganas. El recorrido empieza de verdad en El Gaucho; en El Gaucho por su magnífico esquinazo debajo del Europa, alojamiento señero, tradicional: el Hotel. Las comilonas o cenorras en sus salones se abrochan con dos tipos de acompañamiento artístico: ora la jotica navarra, con encendida lucidez en la voz femenina; ora el mariachi, palabras mayores.

La masterpiece por excelencia de los Sanfermines es El Rey, a capela en la plaza cada una de las tardes, sin falta, reverberado por las calles de Pamplona a todas horas. Tanto es así, que claro que a veces cansa. De ahí que recomendemos ir con la lección aprendida y empaparse los grandes éxitos de José Alfredo Jiménez. Porque luego se abren las puertas a lo grande del restaurante del Europa, entra el mariachi pomposamente con su decena de músicos y, entonces, ¿qué haces? ¿Esperar sólo a El Rey porque no te sabes otra? En absoluto. Te acercas al oído del maestro mejicano, le susurras Serenata huasteca, te rascas el bolsillo para sacar el billetico (en Pamplona hay que llevar metálico) y al lío:

Canto al pie de tu ventana
Pa que sepas que te quiero
Tú a mí no me quieres nada
Pero yo por ti me muero

No me reconozco.

Ambiente de todas las edades en la plaza del Castillo, esquina con Espoz y Mina.
Ambiente de todas las edades en la plaza del Castillo, esquina con Espoz y Mina. | E. I.

Vamos con un poco de desorden porque hemos pasado del aperitivo a la comida sin un par de metas volantes indispensables: la plaza de toros y La Olla.

Eugenio Salinas es uno de los hombres fuertes de la empresa de la plaza de toros de Pamplona, que luego tiene que reportar a la Casa de Misericordia (La Meca). Así dice la página web de esta tricentenaria entidad benéfica, eje fundamental de todo lo que disfrutamos: "En la actualidad, esta institución fundada en 1706 sigue manteniendo su principio básico fundacional: atender de forma prioritaria a las personas con más necesidades socioeconómicas nacidas en Pamplona o empadronadas en la capital navarra. Por esta razón, la Meca, como se conoce popularmente a nuestro centro, además de los donativos y ayudas que ha recibido de los pamploneses, ha desempeñado también durante su historia otras tareas con las que conseguir financiación para mantener su actividad asistencial, entre las que destaca la gestión de la Plaza de Toros de la ciudad". Bien. Quiere decirse que la feria de Pamplona, la Feria del Toro -a veces los ideólogos de la Corporación se olvidan de estos detalles en sus diversos vídeos promocionales- es lo que es por, gracias y para La Meca.

Fotos y carteles en las oficinas de la plaza de toros.
Fotos y carteles en las oficinas de la plaza de toros. | E.I.

Eugenio Salinas lo maneja divinamente, entre otras cosas porque ha sabido implementar una maravillosa conexión Sevilla-Pamplona: toros serios sí, pero también arte y gracia para lidiarnos a los centenares que nos acercamos con devoción a ese salón de la plaza al que llaman el cuarto de la sangre, denominación no muy agradable, sinceramente, pero en donde, rodeados de fotos y carteles antiguos, te hacen sentir como miembro del Colegio cardenalicio de los Sanfermines. No me reconozco. Un gusto y una suerte.

Espera La Olla, segunda meta volante previa a Olaverri. El aperitivo por antonomasia: botellas de rosado clarete, bandejas de chistorra. Ya ya, que eso tomamos luego también en el asador, ¿no? ¿Y?

De Olaverri, ya comentadas sus mesas kilométricas allí lejos hasta al infinito, en donde deben de acabar las verónicas según Rafael de Paula, cuesta arriba -duro- hacia el Yoldi, ya comentado, surtido exquisito del champú, y directos a la plaza con premura. ¿Recomendación de Olaverri? Chuletón o rodaballo a la brasa. O los dos.

Hay miles de Pamplonas en Sanfermines, que aquí no se habla ni de almuerzos, ni de meriendas; ni de conciertos, ni de gigantes y cabezudos; ni de procesiones, ni de los pelotaris del Torneo San Fermín; miles de cosas que pasan en la ciudad, gozosa en sus tempos: cada uno sabe qué hacer a cada hora. Nosotros, claro, al Kabiya después de los toros, directos.

De entremés, para los tiempos muertos -como si fueran los cooling breaks del gran Miami en estos partidos tan soleados- hay que darse un indispensable paseíto por la Plaza del Castillo y alrededores, con la novísima atracción este año de la sede de Servinabar. Esta compañía ya con su nombrecito sirvió como epicentro de la corrupción socialista, al inicio de la calle de San Nicolás. Sin placa ni pegatinas actualmente las oficinas de la sede, quedará fijada para siempre en nuestro anecdotario sanferminero. Allí sí que no se reconocían.

El Kabiya es una enorme y divertidísima verbena por antonomasia, algo habrá que cenar sentados, con un horizonte racional -previo al imposible encierro- como son las Dianas detrás de La Pamplonesa, tirando de la manta y canturreando la razón verdadera por la cual todos los curas quieren venir por San Fermín, según el decir popular. No me reconozco.

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