Este fin de semana saltaron las alarmas al conocerse que uno de los cineastas más importantes de la historia había tomado la decisión de apartarse de las cámaras. "Es buen momento para detenerse", dijo Woody Allen en lo que todos interpretaron como el anuncio de una retirada, tras más de seis décadas dedicadas al cine.
"Haré una película más y me retiraré a escribir novelas", Woody Allen confundió a sus seguidores en una entrevista para La Vanguardia al explicar que, tras su película número 50, la dedicación de su trabajo estará destinada a escribir lo que sería su primera novela. Al observar el revuelo que causaron estas declaraciones, rápidamente desmintió que se tratara de una despedida definitiva, corrigiendo simplemente será una pausa.
Mi próxima película será la número 50, creo que es un buen momento para detenerse. Mi idea, en principio, es no hacer más cine y centrarme en escribir, estos cuentos y, bueno, ahora estoy pensando más bien en una novela, que sería mi primera novela"
Woody Allen
Sin embargo, teniendo en cuenta que Allen cumplirá 87 años el próximo 1 de diciembre, parece hasta cierto punto inevitable que, más que un aparte, esto suponga un punto y final a su carrera, cerrada además de una forma tan redonda al alcanzar la simbólica cifra del medio centenar de películas.
Tras este anuncio, queda la duda de saber hasta qué punto se trata de una decisión completamente personal, teniendo en cuenta los problemas que ha encontrado el director neoyorkino a la hora de conseguir la financiación para su próximo largometraje. Hace apenas unos años se enfrentó con Amazon por el veto que la compañía le impuso al romper unilateralmente el contrato que les unía.
A pesar de que el auge del #MeToo provocó que una parte importante de la industria diera de lado al autor de Annie Hall, nunca se quedó solo del todo. A su favor, testimonios de amigos del gremio como los de Scarlett Johansson o Javier Bardem defendieron su inocencia, una condición que la justicia estadounidense ha ratificado en varias ocasiones.
Con el anuncio de esta nueva película parece que, en cierto modo, el cineasta ha logrado sobreponerse a la cancelación que los supuestos abusos sobre su hija adoptiva, Dylan Farrow, pesaban sobre él. Un litigio con más de 30 años de acusaciones planeando sobre la sombra de uno de los hombres más importantes en la historia del cine. El duelo Allen-Farrow ha llenado muchas portadas e incluso ha dado para un documental (Allen v. Farrow, 2021), sin que todo ello haya logrado esclarecer quién lleva razón.
La trayectoria de Allen se enfrenta en estos últimos años a una continua revisión que lo empuja a que una parte importante de la sociedad haya acabado reaccionando con una mezcla de repulsión y decepción hacia su persona. En la otra cara de la moneda se encuentra Mia Farrow, pero, sobre todo, su hija Dylan, cuya imagen se encuentra a medio camino entre la comprensión y la solidaridad de la opinión pública; y el estigma y el escepticismo mostrado por una parte de la industria.
Todo este escándalo surgió tras el traumático final de relación entre una de las parejas más relevantes de Hollywood, Mia Farrow y Woody Allen, en 1992. El hecho de que este vínculo acabara con Farrow encontrando fotos eróticas de su hija adoptiva y actual mujer de Allen, Soon-Yi Previn, en la casa del cineasta, solo es un ejemplo más de la sordidez que envuelve al violento intercambio de acusaciones que ha enturbiado el final de la carrera artística del neoyorkino.
El debate está ahí, la diferenciación entre la obra y el creador por el bien del arte, una tema de candente actualidad que ha salpicado a artistas de la talla de Pablo Picasso. ¿Es ético admirar y valorar el talento y la aportación artística de personajes de dudosa moralidad? ¿Vale la pena perseguir y borrar obras maestras del arte creadas por personas cuyo ejemplo vital debe evitarse? La respuesta le corresponde a cada uno valorar por sí mismo.
En el caso de Woody Allen, cuya culpabilidad sigue amparándose en la duda, parece pesar más su condición de creador. Como realizador, Allen destaca tanto en su faceta cómica, donde es posible encontrar un humor ágil y satírico, pero también personal y melancólico, con la siempre innata capacidad para reírse de sí mismo; como en su registro más dramático, donde la sensibilidad de su romanticismo trágico y existencialista es capaz de alcanzar profundas cotas de emotividad.
Pronto alcanzó el mayor de los éxitos cuando se llevó, con Annie Hall (1977), el Oscar a Mejor Director y Mejor Guión, también ha logrado dos estatuillas más por títulos como Hannah y sus hermanas (1987) o Midnight in Paris (2012), aunque sus premios son casi tan numerosos como la cifra de películas que ha escrito y dirigido. A la hora de hablar de su extensa filmografía, tampoco pueden faltar títulos como Match Point (2005), Manhattan (1979) o La rosa púrpura de El Cairo (1985).
Su próxima película avisa con ser un cierre por todo lo alto para su emblemática carrera. Allen ha prometido que "será parecida a Match Point, emocionante, dramática y además siniestra". Además, pretende rodarla íntegramente en francés y la grabación tendrá lugar en París, donde ya ambientó la oscarizada Midnight in Paris.
El anuncio de su último largometraje parece evidenciar que la industria cinematográfica continúa dejando a un lado las acusaciones de pederastia, tras treinta años de sospechas y declaraciones cruzadas. También el gran público ha seguido yendo a ver sus películas en un veto que no ha terminado siendo tan unánime. Es posible que simplemente haya quienes pueden mantenerse ajenos a la polémica, o que realmente la importancia de sus obras haya logrado trascender a su autor como persona.
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