–¿Te gustan los toros?
–Prefiero los toreros.

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Assumpta Serna (Barcelona, 1957) duda de la edad que tiene. "Yo, ahora, 67, ¿no? 67 tengo, sí", responde en conversación con El Independiente. Cumplirá 68 el próximo 16 de septiembre. Antes viajará a Venecia con motivo de la proyección, el 1 y 2 de septiembre, de Matador (1986), el quinto largometraje de Pedro Almodóvar. FlixOlé y Video Mercury se han encargado de su restauración en 4K, o sea, en ultra alta definición.

Le hubiera gustado a Assumpta Serna ser acompañada por Eusebio Poncela como parte del elenco de Matador: Antonio Banderas, Julieta Serrano, Chus Lampreave, Carmen Maura, Bibiana Fernández, Verónica Forqué... Nacho Martínez y Eva Cobo completaron aquella cinta clave en la filmografía del cineasta manchego, pero quizás olvidada por su ubicación. Después de ¡Qué he hecho yo para merecer esto? (1984) y antes de La ley del deseo (1987) y Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988).

El Festival de Cine de Venecia no es ajeno a la actriz, pues formó parte de su jurado en 2005. "Yo creo que todo lo que hago es un poco pionero", admite la intérprete, cuya máxima preocupación en lo personal, hoy por hoy, es encontrar dónde vivir en Madrid. Tras 40 años viviendo de alquiler en Ópera, pleno centro, el dueño del piso lo necesita. No quiere ni oír de las agencias. "Todo está carísimo. Busco un alquiler razonable y que no sea una caja de cerillas", cuenta. Si no es Madrid, se irá cerca del mar.

P.- Has vivido en bastantes ciudades.

R.- Sí, muchas. O sea, más de un año, en París, que tuve un apartamento durante muchos años, desde el 85 al 93, cuando conocí a Patrick Bauchau [actor casado posteriormente con la hermana de Brigitte Bardot]. París, Londres, Buenos Aires, Los Ángeles, Nueva York un año y medio… ¿Qué más? Bueno, Barcelona, mi infancia. Y Madrid, claro.

P.- ¿Cómo ha cambiado Madrid? ¿Lo ves menos acogedor?

R.- Yo estaba arreglando mi piso aquí mientras rodaba Matador. Mira, a mí no me gusta nada el hecho de que ahora no se pueda comer por la noche. Antes podías irte a cenar a las doce, la una o las dos de la mañana. Ahora está todo estandarizado; demasiado 'europeo'. Se ha perdido esa magia que tenía Madrid de callejear, de encontrar cualquier cosa a cualquier momento. La alegría que había. Desde las 10 de la noche, la gente salía a conocerse, a tocarse. Y ahora cuesta encontrar algo abierto a medianoche.

P.- Almodóvar contaba que fuiste su tercera opción.

R.- No lo sabía. Entonces no se hacían muchos casting y yo en la época de Matador era más conocida que él. Había hecho ya la película de Carlos Saura [Dulces horas] y había tenido bastantes premios como actriz. Él era un director emergente. Yo tenía muchísimas ganas de trabajar con Almodóvar. Le conocí al principio de todo a través de mi entonces marido, Carlos Tristancho, que hizo un papel en Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón. Me pareció una persona muy ingeniosa, con mucho humor, que pertenecía a esa cultura que quería romper con esquemas y provocar. Yo también era así. Almodóvar me llamó, y el personaje era un reto para mí porque en ese momento, el principio de mi carrera, todo era luz. Había muy poco de mí en ese personaje, María Cardenal, que era todo oscuridad. Encontré el deseo y el misterio como claves para poder interpretarlo. Un día me dijo él: 'Gracias por tu generosidad'. Y yo le dije: 'No, es trabajo'.

P.- ¿Por qué no volviste a trabajar con Almodóvar?

R.- El porqué no lo sé realmente. Creo que le gustó lo que hice. Nos entendimos bien. Mi idea era irme fuera. Fuimos a un ciclo de cine español en el MoMA de Nueva York y yo tenía cinco películas como protagonista. Era una época en la que yo trabajaba mucho y me apetecía conocer una industria nueva. En fin, tenía el deseo de hacer una carrera internacional y él quería hacer películas españolas, no que alguien le dijera lo que tenía que hacer en un estudio.

P.- ¿Qué te gustaría hacer o con quién te gustaría trabajar?

R.- Bueno, me gustaría trabajar con gente que le guste la gente. Es curioso, pero hay directores que no les gusta mucho la gente. Y personajes que tengan humanidad, que sean reflejo de las mujeres fuertes. Hemos sido una generación de luchadores. Ahora hay otras luchas, pero se puede beneficiar una generación de la otra.

P.- ¿Sigues siendo miembro de la Academia de Hollywood?

R.- Sí. Me invitaron por El maestro de esgrima [1992].

P.- Una carrera no se construye sólo con los síes, sino también con los noes. ¿De cuáles te arrepientes?

R.- Hay dos o tres películas que no pude hacer porque estaba haciendo otras. José Luis Cuerda me llamó para una. Otra fue Pilar Miró para una obra de teatro. Me daba rabia, pero, claro, ya había firmado con otra gente. Ahora no tengo ese problema. Me interesan más los personajes que los géneros o si es televisión, teatro o cine. Estoy viendo ahora una serie de los hermanos Caballero, Muertos S.L.. Está muy bien hecha. Me río mucho. Me gusta su estilo porque es mordaz, crítico, pero al mismo tiempo muy gracioso.

P.- Estudiaste Derecho y lo dejaste en cuarto.

R.- Sí, Administrativo me mató.

P.- ¿A qué se dedicaba tu padre?

R.- Era ingeniero eléctrico. Él siempre había dicho que yo sería una buena política. Murió hace siete años. Fue director de una planta de Philips e inventó cosas.

P.- He leído que tu padre era primo de Ramón Gómez de la Serna.

R.- No. Mi padre era Rodés. Mi madre es Serna. El primo hermano de mi abuelo materno era Ramón Gómez de la Serna. Lo que pasa es que había una parte de la familia… Sabes cómo son las familias… El padre se casó con la criada y se separaron de la rama de los De la Serna; era gente que vivió en Asturias muy pobremente. Y mi abuelo se fue; tuvo una vida muy interesante. A los 17 años se metió de grumete en un barco y llegó a Nueva York. Mi madre tiene ahora 99 años y escribió a los 80 una novela para que mi hermana y yo le conociéramos. Se llamaba Viajar es vivir y yo creo que de allí me llega todo. Los viajes siempre han sido mi pasión.

P.- Y tu madre tiene 99.

R.- Sí. Y todavía lee. Ahora un poquito menos, pero de los 80 a los 90, leía un libro a la semana. Es una devoradora de libros y una mujer que tiene muchísima cultura. Es una delicia hablar con ella. Ahora tenemos conversaciones muy reveladoras y doy gracias a quien sea porque aprendo mucho. De cómo encarar la muerte, de cómo despedirse de la vida… Es muy reconfortante ver esa última etapa como algo bonito.

P.- ¿Y tu hermana?

R.- Es médico y está casada con un cirujano. Ahora ya están los dos jubilados. Las dos cuidamos de mi madre. Ella, de la salud, y yo de los bancos. Es una mujer que ha tenido hijos, lo cual te hace una persona más completa, si quieres. Ha tenido dos hijos estupendos; ella trabaja en Suiza.

P.- ¿Fuiste una tía que 'malcriaba' a los niños?

R.- Realmente no he tenido un contacto con ellos ni cuando eran pequeños porque las vidas son lo que son. Muchas veces no puedes estar a todo. Tanto Scott [Cleverdon, su marido] como yo hemos elegido la escritura, la escuela; muchas responsabilidades que no han hecho que hayamos podido hacer familia. Su familia está en Irlanda y la mía en Barcelona. Cuesta verse a menudo.

P.- La actriz Patricia Clarkson tenía muy claro desde adolescente que no iba a ser esposa ni madre. ¿Te ves reflejada?

R.- No. A mí me hubiera gustado ser madre, sobre todo cuando encontré a Scott, el amor de mi vida. Llevamos 32 años juntos y siempre me ha dado pena no haberle podido dar un hijo o una hija. Son cosas que pasan en la vida y gracias a eso haces otras cosas. Uno no puede arrepentirse de algo sobre lo que no tiene control. Pasé una época difícil: por qué, si lo hubiera pensado antes… Luego te haces una vida diferente. Mi vida siempre ha sido diferente a la de la gente 'normal'.

P.- Últimamente el cine español, sobre todo las cineastas, hablan mucho de la maternidad.

R.- Claro. Es algo que nos han sacado un poco de la cabeza porque teníamos que ser fuertes, tener una carrera y no aceptar el rol que se nos daba desde el nacimiento. Durante los últimos años ha habido una búsqueda de la identidad muy fuerte. Las personas están dispuestas a investigar sobre otras identidades. Eso tiene unas consecuencias positivas porque empuja a la sociedad, pero hay una generación bastante confundida sobre cómo son las relaciones. Lo mejor es el equilibrio y eso vendrá en otra generación que no será la Z.

P.- Te noto un poco negativa.

R.- Un poco sí. Los chicos jóvenes han perdido un poco cómo aproximarse a una chica. Están en tela de juicio todo el rato. No se atreven. Hemos creado también una imagen un poco negativa del hombre y ahora ellos no saben muy bien cuál es su sitio.

P.- Ya que tu padre decía que ibas a ser una buena política, ¿cómo ves la de este país?

R.- Demasiado a la izquierda y demasiado a la derecha. Ahora está todo demasiado politizado; nuestra profesión también. Hay que dar lugar a la diversidad de opiniones.

P.- ¿Crees que al cine le ha pasado factura las políticas identitarias o el posicionarse mucho a un lado?

R.- Claro. Las consignas me dan siempre un poco de miedo.

P.- ¿Tú has tenido miedo o reparo en significarte ideológica o políticamente en algún momento dado por temor a cierta represalia o que se te cierren las puertas?

R.- Nunca he pertenecido a movimientos políticos. Siempre he estado independiente; esto me ha costado cosas y he ganado otras. El público no tiene una ideología concreta. Quieren ir al cine para distraerse, pero también para encontrarse a sí mismos en lo que están viendo. Entonces tienes que hacer un tipo de cine que no sea solamente de una parte de la sociedad, sino que refleje muchos de los problemas y temas fundamentales que tenemos en nuestra vida: la búsqueda del padre, el sacrificio, la justicia… Creo que la propaganda política no entra dentro del cine; no tendría que entrar. Y hemos visto la desintegración de grandes estudios en los últimos años, precisamente porque han metido historia política.

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