Está Fernando Colomo (Navalcarnero, Madrid, 1946) al borde de los ochenta. "Joder, macho, es que me tiene frito eso", admite en conversación con El Independiente. Promociona su último largometraje, el número 27, inclusive Cuentos eróticos. Se llama Las delicias del jardín, se estrena en cines este viernes 19, y la escribe y protagoniza junto a su hijo, el pintor Pablo Colomo.

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Padre e hijo conviven desde la pandemia. El director se ha separado de su mujer, la productora de cine Beatriz de la Gándara. Ella vive con su otra hija en común, Lucía. "Recuerdo que con Isla bonita estaba a punto de cumplir 70 y ya lo noté porque me operaron de la próstata. Y ahora, con 80, ya empiezo a notar más achaques. No lo quiero ni pensar", continúa Colomo. El único deporte que hace es andar, pues tiene los dos meniscos "jodidos".

Carmen Machi, Antonio Resines, María Hervás, Luis Bermejo y Brays Efe completan el reparto de esta comedia sobre un padre y un hijo pintores –Fernando y Pablo Colomo– ambientada en el mundo del arte. Machi interpreta a la exmujer y madre de ellos, una galerista que, a pesar de su separación tiempo atrás, le continúa llevando las cuentas.

P.- ¿Cómo llega uno a la película número 27?

R.- Es una barbaridad. Te juro que cuando empecé, siendo optimista, pensé que haría, como máximo, ocho películas. Son las que había hecho Robert Bresson. Pero esto es un vicio, una droga. Haces una y enseguida quieres [hacer] la siguiente.

P.- Estás promocionando Las delicias del jardín y ya estás pensando en la siguiente película.

R.- En la siguiente, la de detrás de la siguiente, y la de detrás de detrás de la siguiente.

P.- Tenías [en mente] un proyecto de época, pero no salió adelante.

R.- Sí. Antes de Las delicias del jardín, tenía una película basada en la actriz Debbie Reynolds. Estaba situada en los años 70, cuando ella vino a España y le querían hacer un homenaje. Era una historia con los fans. De entrada, no encontré una gran recepción, y la película era cara, claro, porque era de época. Así que decidí hacer una película sencilla que pudiera rodar pronto. Me equivocaba porque he tardado tres o cuatro años. Si hubiera sido más cara, posiblemente no lo habría hecho nunca. Se rodó a finales de 2024, durante cuatro semanas.

P.- Habéis grabado Las delicias del jardín con móviles. Su director de fotografía, José Luis Alcaine, comentó recientemente en una entrevista que había sido por una cuestión presupuestaria.

R.- Presupuestaria y estética. Digamos que siempre intento hacer de la necesidad virtud. Habíamos hablado Alcaine y yo de no rodar con las cámaras habituales porque son un poco mamotretos. La Alexa Mini no es tan mini y luego hay que llevarla con Steadicam [estabilizador de cámara]. Yo quería dos cámaras móviles; tres si fuera posible. Entonces, Alcaine me propuso rodar con teléfonos. Si él lo dice, lo dejo todo [se ríe].

P.- Alcaine es defensor del digital. No es un nostálgico. ¿Tú lo eres?

R.- No, no, en absoluto. De nada. Bueno, del cine independiente, sí, pero no de la técnica, que avanza y tenemos que estar a favor.

P.- Aparte de dirigirse a uno mismo, ¿cómo dirige uno una película con móviles?

R.- He tenido que inventar una técnica distinta. Ha sido una experiencia muy curiosa. Aquí hay planos grabados con un solo móvil. No quería rodar por rodar, pero hay secuencias que requerían distintos ángulos: plano, contraplano; plano de los dos [personajes], un gran plano general... Teníamos tres operadores de cámara. Todas las secuencias están rodadas del tirón. No se rodaba este trocito y al día siguiente se continuaba lo otro. Se hacía en un solo bloque, como en el teatro. Nos movíamos, y los operadores de cámara se movían gracias al estabilizador del móvil. Ellos se coordinaban, se coreografiaban para hacer, por ejemplo, un contraplano. Mi idea era simplificar y que la cámara estuviera al servicio de la historia.

P.- Isla Bonita [2015], La línea del cielo [1983]… Las delicias del jardín tiene algo de autobiográfico. En este caso, compartes vivencias con tu hijo Pablo, con quien vives desde la pandemia. Él dice que lo que podría parecer un fracaso, volver a casa de tu padre con treinta y tantos años, es un éxito: llevarte bien con tu padre y poder convivir con él. 

R.- Al principio, era una historia sencilla de un padre y un hijo que yo conozco, pero poco a poco, la película te va atrapando, sacando el alma y te vas contando más de lo que habías pensado, y al final acabas contando tu vida sin líneas rojas. Hay parte de ficción, evidentemente, pero muchos detalles son verdad. Los dos somos pintores. Él es profesional y yo soy amateur. Los cuadros que salen de mi hijo son los que pintó en la India.

P.- En Las delicias del jardín hay una tensión generacional. Siempre la hay: 'Nosotros nos esforzamos más', 'nosotros lo tuvimos peor'... ¿Qué opinas tú? Tu generación también lo tuvo difícil y salió adelante. ¿Había más esperanza? ¿Las cosas eran más fáciles?

R.- Se ha ido a peor. Hay menos esperanza. Yo, cuando tenía veintitantos, no me preocupaba en absoluto el futuro. No había esa especie de preocupación, la imposibilidad de tener vivienda. Pensabas que podías tener una familia y podías tenerla cuando quisieras. Ahora te gustaría tener una familia, pero no tienes medios; no puedes mantener a un hijo, no puedes pagar una casa. Hemos ido claramente a peor. La juventud actual lo tiene mucho peor que la nuestra, que nació en la posguerra.

P.- La actriz Carmen Conesa te sugirió que tu hijo hiciera de tu hijo en Las delicias del jardín.

R.- Sí. Nos habían fallado cuatro actores por las fechas. Los cuatro querían hacer la película, pero no coincidían con las de la Machi, que era clave para la película. Carmen Conesa es muy amiga mía, me la encontré y le pregunté si conocía actores jóvenes para hacer de mi hijo. Entonces se lo propuse a mi hijo y al principio se quedó un poco perplejo. Le hicimos una prueba y vimos que funcionaba. El segundo día hubo nerviosismo porque eran escenas difíciles; también a nivel de realización. Yo no había enganchado toda la historia todavía. Pero enseguida cogió la dinámica, se lanzó y me puso en varios aprietos.

P.- En Las delicias del jardín, el personaje al que interpreta tu hijo tiene una cita por Tinder con una chica que le termina rechazado por no pensar lo mismo ideológicamente. ¿Era tu ánimo hablar del Madrid de ahora, de la situación de crispación y polarización en la que estamos?

R.- A mí me hacía gracia. Lo había visto. Queda con una a través de Tinder, parece que todo está muy bien y, de pronto, empiezan a hablar y sube el tono.

P.- Cuando tú eras joven, ¿había más predisposición a conocer al otro, al que pensaba diferente a ti?

R.- Bueno, no había esta facilidad y rapidez para hacer tantos contactos, con lo cual todo iba mucho más lento. O sea, acababas sabiendo cómo pensaba [una chica] antes de que le tocaras la mano. Ahora todo va mucho más rápido y es más fácil que se produzcan estas situaciones.

P.- Tu personaje en la película sí está abierto a conocer, a tener citas con mujeres. ¿Te pasa a ti también? ¿O tu preocupación es la pintura, el cine, tus hijos?

R.- Hombre... Hasta hace poco me pasaba. Ya, como se me vienen encima los 80, estoy un poco más... bueno, be cool [sereno], tranquilo.

P.- Jubilado estás.

R.- Jubilado estoy. Cobro la jubilación. Planeo trabajar todo lo que me dé el cuerpo. Realmente, para mí, el trabajo en el cine, aunque sea llevando cafés, es el mejor trabajo del mundo. O sea, puedo trabajar como guionista, como productor, como director, por supuesto; y como actor, me encantaría.

P.- ¿Qué queda por contar de Colomo y qué le queda a Colomo por contar?

R.- Ya poca cosa. Habrá que esperar otros diez años para ver qué pasa. Dentro de diez años haré la siguiente película.

P.- ¿Quieres el Goya de Honor?

R.- ¡No! Porque eso supone que te retiran. No, por favor. Que a nadie se le ocurra.


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