Berlín. Primavera de 1945. «Katia llevaba más de un año de lucha, más de un año sin separarse de su rifle. Contaba cincuenta y tres muertes confirmadas. Se había arrastrado por el barro, por la nieve, por las rocas, por la tierra resquebrajada. Había permanecido camuflada durante horas, encaramada en los lugares más insospechados, con el cuerpo entumecido por no poder mover ni un músculo, por no poder ni parpadear aguardando, acechando, hasta tener a su presa en el centro de la mira telescópica. Su presa; un nazi, un enemigo, un alemán, un ser humano que se desplomaba unos segundos después de que ella apretase el gatillo, rápido, limpio. Y a por el siguiente. Hasta cincuenta y tres». Katia ha vuelto y es una niña de Rusia. Una de los menores enviados al exilio durante la guerra civil española desde la zona republicana a la Unión Soviética, entre los años 1937 y 1938 para evitarles los rigores de la guerra. ¿Y después? Nunca pudieron volver.

Así y bajo esa premisa empieza Carla Montero (Madrid, 1973), la autora declarada cofrade de la literatura comercial y escritora por accidente, la que es su sexta novela, El Medallón de Fuego, 608 páginas continuación de la exitosa La tabla esmeralda que ha conquistado a más de 100.000 lectores: «Si alguien me hubiera preguntado a los 15 años qué quería ser de mayor, no le habría dicho que escritora. La literatura en mi caso llegó por accidente, como un ejercicio tremendamente personal y una vía de escape intelectual. Y fíjate, ya voy por mi sexta novela. El medallón de fuego parte del Medallón de Hiram, una reliquia mágica que perteneció al arquitecto del templo de Salomón y del que nadie conoce el paradero exacto. Martin necesita la ayuda de Ana para encontrarlo y ambos emprenderán una trepidante búsqueda por toda Europa enfrentándose a infinidad de peligros. Y sí, El medallón de fuego reúne de nuevo a los protagonistas de La tabla esmeralda, Ramiro y Katia, en la búsqueda trepidante por toda Europa de una antigua reliquia que marcará el curso de la Historia y el destino de quien se relacionen con ella», ha explicado en una entrevista para El Independiente.

Licenciada en Derecho y Dirección de empresas, los inicios literarios de Montero se remontan al año 1993, cuando contaba con 20 años. Sin embargo, tendrían que pasar casi dos décadas hasta que viese cumplido su sueño bajo el título Una dama en juego, su primera novela, con la que logró el Premio Círculo de Lectores en 2009. Tras ella siguieron La tabla esmeralda, La piel dorada, El jardín de las mujeres Verelli o El invierno en tu rostro, con la Guerra Civil Española como escenario principal. Y es que si algo caracteriza a la escritora madrileña, es el trasfondo histórico en el que se sitúan sus obras, fruto de su pasión por la Historia: «Soy una apasionada de la historia, me encanta. Siempre digo que soy una historiadora frustrada, porque empecé la carrera de historia y nunca la terminé. Creo que mis libros son una forma de canalizar esa frustración, me permite investigar y conocer. Cada proyecto de novela es un enriquecimiento personal y de ahí que todas tengan un componente histórico en mayor o menor medida. Como elemento de denuncia no lo utilizo, pero sí que es cierto que suelo escoger instantes o hechos poco conocidos de la historia para que el lector aprenda algo que no sabia o se sorprenda con algunos detalles».  

Carla ha demorado cerca de dos años la publicación de una nueva obra para tomar un respiro personal y profesional, recuperar sensaciones más allá del ritmo trepidante a razón de un libro en un año y el siguiente de promoción, y escuchar a quienes desde hace tiempo le pedían la continuación de aquella historia de amor separado en el tiempo pero unido por el misterio del cuadro desaparecido de La tabla Esmeralda: «Siempre intento mantener un ritmo de publicación. Suelen ser dos años, el tiempo que necesito para desintoxicarme de los personajes, hacer limpieza de una novela para emprender otra. No se trata tanto de conceptos comerciales sino del tiempo que necesito yo. En El medallón de fuego me he escuchado a mí misma y a quienes me pedían una nueva aventura de los personajes de La tabla esmeralda. Siempre creí que esos personajes tenían más por vivir y este ha sido el momento, aunque no puedo tratarlo como una continuación porque hay diez años de diferencia entre una novela y otra. No puedo obligar al lector a retomar una novela de hace una década ni cerrarme a nuevos lectores», señala.

Tras El medallón de fuego, la escritora madrileña no promete nuevos proyectos aunque asegura tener «muchas ideas que rondan por la cabeza» a la vez que espera que el gusto social por la lectura recuperado tras la pandemia siga con su próxima novela: «Si la pandemia ha sido nefasta para muchos sectores culturales, en el caso de la literatura no ha sido así. Estamos en un año estupendo, mucho mejor que antes de la pandemia. Los lectores, y me incluyo, al vernos metidos en casa y con otras formas de ocio restringidas, hemos vuelto a recuperar el gusto por la lectura, el refugio que supone la lectura en muchos momentos difíciles, esa forma de viajar cuando no puedes hacerlo de manera virtual. Ahora el reto está en no perder ese gusto, en no olvidarnos de la lectura ahora que volvemos a tener acceso a otras maneras de ocio».