Ya lo dijo Bénédicte de Buron-Brun: "Umbral es una de las pocas figuras que con su muerte no han muerto. Sigue muy vivo". Porque el escritor y articulista, que no entendía cómo había vivido habiendo escrito tanto, cumpliría hoy noventa años siendo el mismo maledicente, provocador e irónico muralista con voz singular y estilo inconfundible que nos dejó y tachó a Montserrat Caballé de "Julieta de Butifarra", a María Callas de "cebada para la matanza", y a Ana Belén, de tener "la sensualidad pervertida por quienes la miramos de las muy delgadas, el escorzo madrileño, la voz de manantío hembra, y una delicadeza entre el terciopelo y la cretona madriles, algo así como un cuchillo sonriente de su boca de abril entrando con crueldad y gracia en el corazón del pueblo".

Y es que desde que entrara por primera vez al Café Gijón, procedente de Valladolid, y luego de León, con 29 años y el propósito de "conquistar Madrid con una máquina de escribir", Francisco Umbral (Madrid, 1932 - Madrid, 2007), cultivó deliberadamente esa imagen de dandy, o en sus palabras, de "quinqui vestido de Pierre Cardin". Y no se despegó del abrigo, la melena, el pañuelo al cuello, las gafas de pasta, el verbo afilado y el rostro impertérrito; pero todo ello, y su sensibilidad lingüística de sintaxis muy suelta y abundante en neologismos, le sirvieron para convertirse en cronista y columnista de prestigio en revistas como La Estafeta LiterariaMundo Hispánico (1970-1972), YaEl Norte de CastillaPor FavorSiestaMercado ComúnBazaar (1974-1976), Interviú o La Vanguardia.

Francisco Umbral (1932-2007), en un retrato de 1992.

Autor de un centenar de libros, como El giocondoMemorias de un niño de derechas, El hijo de Greta Garbo o Mortal y rosa, la novela poética o prosa que arranca oyendo crecer a su hijo con María España, y desemboca en la enfermedad y muerte del niño, “Pincho”; la carrera literaria de Umbral (Madrid, 1935) recibió numerosos reconocimientos, entre los que destaca el Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1996 y el Premio Cervantes de 2000 por ser "creador absolutamente original que va innovando constantemente y que ha cultivado una enorme amplitud de géneros literarios", como la novela, el ensayo, el artículo y la relectura de los clásicos. El poeta entendía que la "literatura no era pedagogía, sino magia", y que los discursos y conferencias tenían que ser "ágiles, vivos, y no ensayos que aburran a las serpientes". Según explicaba en marzo de 2005 con motivo de la publicación de su libro Días felices en Argüelles, "la mejor manera de conocerse a sí mismo es escribir lo que se lleva dentro. Es la mejor meditación, hacerlo por escrito". Y así, cuando no escribía para los periódicos lo hacía para completar sus libros, porque sus días no ocurrían hasta que no los plasmaba en el papel.

Umbral fue "la proclama literaria de los periódicos" y en sus páginas echó a rodar la Transición, como la foto de Susana Estrada con los pechos al aire y Tierno Galván, los punkis, travestis, 'La Movida', los Pegamoides, Suárez, Ramoncín, la OTAN, Carrillo o Felipe González, y hasta la "corrupción socialista", "la derechona de Aznar" o ZP y su "repertorio de bibianas". Pero también descifró a ETA, Rumasa, Almodóvar, el Rey Juan Carlos, La Reina Sofía, el periodismo y el contrapoder, la moda, el Modernismo, la telebasura, el capitalismo salvaje o "la cosa digital", entre otras perlas curtidas con su fina mirada a la cotidianeidad española.

Francisco Umbral, falleció la madrugada del 28 de agosto de 2007 a los 72 años, a consecuencia de una insuficiencia respiratoria en el hospital Montepríncipe de Boadilla del Monte, en Madrid.