A Valeria Palmeiro (Madrid, 1989) todos la conocemos como Coco Dávez. La artista que lleva años llenando todo de color y que desde 2015, cuando vio la luz su colección Faceless, llena exposiciones de medio mundo. Nos recibe en su estudio de la calle Génova de Madrid, donde, en un edificio antiguo, casi gris, ella ha decorado cada esquina con amarillos, rojos, azules y caras sin rostro.

Nombrada por la revista Forbes como una de las europeas más influyentes de 2019, junto con Rosalía, Coco Dávez pintó con ansia durante su infancia pero con 13 años se desencantó y pasó casi una década sin coger un pincel. Buscando una salida, se fue a Londres con 20 años para aprender fotografía y acabó volviendo a la pintura. Ha trabajado como ilustradora en el diario El Mundo, marcas como Chanel, Kenzo, Puma o Hoff han contado con ella para sus diseños y la galería Maddox de Londres ha transportado sus cuadros por países que ella "ni conoce".

Ahora acaba de publicar ¿Y si fuera feria cada día? (Lumen) en el que ha ilustrado la historia creada por Ana Iris Simón. También está compartiendo con sus más de 206.000 seguidores en redes sociales unas 'no obras' hechas con inteligencia artificial en las que los parques de atracciones para adultos o los hoteles en lugares imposibles le están haciendo divertirse.

Pregunta.- En 2019, sólo cuatro años después de tu primer éxito con Faceless, apareces así en prensa: "Rosalía y Coco Dávez, las europeas más influyentes según la revista Forbes".

Respuesta.- Bueno, eso es lo que más me impactó, estar al lado del nombre de Rosalía. Fue lo más bonito de todo. Fue un regalazo porque estar en la lista Forbes Internacional tiene repercusión a nivel mediático.

Fíjate, he salido dos veces en Forbes España y ahí directamente salía mi nombre pero sin más, no sé en qué se basaron. En cambio, Forbes Internacional cuando está preparando esta lista contacta conmigo y me dice que creen que soy un perfil muy interesante y que podría optar a estar en la lista porque tengo una serie de cualidades que les llaman la atención. Les dije que genial y me dijeron que para ser candidata tenía que rellenar un test. ¡No he hecho un test más largo en mi vida! Me llevó como 5 horas, era como un examen. Y lo que más me llamó la atención es que te preguntan por tus ingresos, con esto no quiero decir que sea una artista rica, pero para ellos debe ser importante. Eran varias preguntas sobre dinero, ni siquiera es cuánto ganas, si no en cuánto podría estar valorado tu arte y tu patrimonio.

P.- Empezaste vendiendo a través de redes sociales, del boca a boca, ahora te lleva la galería Maddox de Londres pero veo a muchos artistas jóvenes que prefieren no entrar en ninguna. ¿Están las galerías perdiendo a los artistas más jóvenes?

R.- Buena pregunta. Yo no tuve una buena experiencia con una galería española, que no quiere decir que todas sean igual, hay galerías fantásticas. Con esta no me sentí a gusto ni como artista ni como mujer. Sentí mucho machismo, mucho clasismo, no me sentí nada bien. Había un tono muy paternalista en todo momento, como que por ser artista joven te hacían un favor. Me llegaron a preguntar si estaba casada y cuando dije que no, me dijeron: "Pues ve buscándote un marido para cuando no vendas". Y esto, en el siglo que estamos, choca. Si tengo claro algo es que todo lo que sale, sale de dentro, y si yo no estoy bien pues pongo en peligro lo que pueda crear.

Ahora me lleva esta galería inglesa y estoy feliz con el trato, con cómo valoran mi obra y cómo la mueven pero me costó decir que sí. Me dan una libertad absoluta, hay parte de mi trabajo, algunas colecciones, que se van a la galería y otras colecciones las vendo en mi página web. Me interesa que haya una parte democrática en el arte, que quizás no te puedes permitir un tipo de cuadro pero que tengas posibilidades de llegar a otras creaciones.

El poder estar en una galería también te mete en un circuito del mercado, de poder estar en ferias internacionales, que te hace llegar a sitios que con Instagram no llegas.

P.- Hablas de machismo en el trato que te dieron en esa galería. ¿Qué ocurre con las mujeres en el mundo del arte?

R.- Llevo unas semanas removida con todo lo que está pasando. No es que digamos que las mujeres hemos vivido alguna situación de machismo o de abuso de poder, es que todas hemos vivido muchas situaciones así y en todos los ámbitos, desde el laboral hasta el familiar. No tengo una sola amiga o mujer que conozca que me haya dicho que no saben de qué les hablo.

Ahora empiezan a salir casos en distintos ámbitos, el periodismo por ejemplo, y hay un punto en el que estoy emocionada de que se hable de esto pero también estoy súper revuelta. Por un lado pienso que qué bien que salgan a la luz estos casos para que las cosas empiecen a cambiar pero, por otro, veo que estamos en un momento muy polarizado y de mucha tensión en la que si tú no piensas como yo y no empatizas o no me crees, esto se puede volver en mi contra.

Te cuento un detalle. Hace un mes o dos meses tuve una situación horrible en un evento que tenía que presentar. Pensaba que jamás iba a tener que vivir algo así. Comentarios machistas, clasistas, abuso de poder... Todo junto contenido en tres horas, por lo que dejo el evento y la marca ni me pide perdón siendo consciente de lo que había ocurrido. Le digo a mi equipo que estoy muy incómoda con esto que ha pasado y me dicen: "Menos mal que tú no eres de las que lo cuenta porque esto sería sonadísimo". Y yo pregunto, "¿Por qué no puedo contarlo?" Y me dicen que si lo hago se me verá como problemática de cara a futuros clientes que quieran contratarte. Es una frustración enorme, porque de repente la problemática eres tú. El problema está en ti, las consecuencias son para ti.

Coco Dávez, en su estudio. ISRAEL CÁNOVAS

P.- ¿Cuánto supone para tus ingresos el trabajo con marcas? ¿Podrías vivir sólo de los cuadros?

R.- Fíjate, mi respuesta se ha modificado en los últimos años. Antes vivía, sobre todo, de la colaboración con marcas pero en el momento en el que empiezo a trabajar con esta galería inglesa mi gran ingreso de dinero es por venta de obra. Me da la libertad de poder elegir muy bien con qué marcas puedo trabajar y soy muy consciente de esa suerte porque no se suele poder elegir.

He tenido mucha suerte con los proyectos que he cogido porque todo lo que he hecho lo he visto con la visión de un reto nuevo. Quizás lo que menos me gusta es ese momento en el que me empiezo a repetir y veo que no estoy aprendiendo nada. Esa sensación de estancamiento.

P.- Tienes a Picasso vigilándote mientras trabajas. Este año, por la celebración de su aniversario, Miquel Iceta aseguró que se celebraba pero que había que ser conscientes de cómo fue. ¿Separamos la obra del artista?

R.- Es peligrosísimo tener a Picasso allí... Esta pregunta es súper difícil y no tengo respuesta. Me pasa que hay artistas a los que ya no puedo separar, me ha pasado con Woody Allen, por ejemplo, que me encantaba y ahora no puedo ver sus películas porque me llevan a un señor que me está transmitiendo una idea horrible. Sin embargo, hay artistas cancelados que sí que puedo. Puedo escuchar canciones de Michael Jackson y las disfruto, las canto y las bailo.

Creo que depende mucho del momento. Hace unas décadas no había conciencia de estos temas y solo se veía la parte externa: eres un gran pintor, vendes un montón y nadie ve más allá. Pero si de repente Picasso estuviera vivo ahora y nos diésemos cuenta de lo misógino que era pues quizás no nos gustaría.

Mira, en Faceless recopilo los primeros referentes que tengo como artista, que no son los mismos que tengo ahora. Pero ellos fueron los que me marcaron desde niña. Recuerdo aún el primer impacto que tuve con Picasso, cuando mi padre me llevó al Reina Sofía a ver el Guernica y me horrorizó. Le decía: "Pero, papá, este señor no sabe pintar, mira como está un ojo arriba, otro abajo, es gris. No me gusta". Y volví a casa y no se me iba de la cabeza.

Pasaron los años y pensé que qué fuerte es el arte, que te tiene conmovida para bien o para mal durante días y no dejas de pensar en eso. Y te das cuenta de que no tiene que ser bonito, que tiene que ser potente. Picasso me impactó de lleno, me marcó muchísimo y no puedo borrar esa sensación.

P.- De ti otro titular decía que eras "la gran promesa del arte contemporáneo".

R.- ¿Hasta cuándo eres un promesa y hasta cuándo una joven promesa? (Ríe) Creo que el arte contemporáneo se sabe cuando ya cambia de nombre y ha pasado un tiempo. Algo que me gusta mucho es que cuando me entra miedo al ver que mi obra puede tener parecido con la de otro artista o cuando veo la obra de otro artista y se parece a algo mío es que pienso que estamos viviendo un movimiento. Mis referentes siempre han convivido en movimientos y ahora estamos en un punto en el que lo que se lleva es lo luminoso, lo alegre, lo colorido... Y tengo suerte porque es donde estoy más cómoda.

Vivimos en un momento tan tenso y tan polarizado que todo lo que genere un conflicto extra al que ya vivimos no es vendible y ni siquiera llama tu atención"

Esto se debe al momento que estamos viviendo, hay un libro que me encanta que se llama La salvación de lo bello, de Byung - Chul Han, que cuenta que vivimos en un momento tan tenso y tan polarizado que todo lo que genere un conflicto extra no es vendible y ni siquiera llama tu atención. Es muy interesante porque dice que en las subastas del arte el artista más valorado era Francis Bacon pero que si hubiera nacido hoy, y ejerciera hoy, pues no vendería nada porque no es un arte que ahora estemos preparados para asumir.

¿Qué funciona ahora? Jeff Koons que te da una cosa muy sencilla, que no tiene un trasfondo complejo, una cosa que está limpia, pulcra, bonita; que te apetece tocar y acercarte pero no algo que te cuestione y te ponga en un lugar incómodo. En tiempos convulsos es muy llamativo como el arte es lo más feliz del mundo, es casi esquizofrénico.

P.- Fuiste muy mala estudiante. ¿Qué falla en la educación española para que gente con ciertos talentos quede excluida?

R.- El tema de la educación es un tema que me apasiona, me interesa mucho y hace unos años te diría que la educación está fatal. He sido lo mal llamado "fracaso escolar", que me parece que es un término espantoso y que machaca mucho a quien lo sufre, pero por otro lado ahora que tengo una edad en la que tengo muchos amigos que son profesores pues te dicen que sí, que no está bien, pero es muy difícil cambiarla. Es decir, somos conscientes de lo que está fallando pero no es un cambio rápido de un par de meses, es algo de años.

"He sido lo mal llamado "fracaso escolar", que me parece que es un término espantoso y que machaca mucho a quien lo sufre"

Aunque sí que creo que hay intención de cambio. Fíjate, yo repetí tres veces y aún así me parecía que era importante que fuera a institutos a impartir charlas para decirle a esos chavales que también están suspendiendo todo, como en su día pude suspender yo, que pueden encontrar su camino. Ir mal en el colegio no significa que no vayas a poder hacer nada con tu vida, que es un poco lo que se me vendió a mí.

Y veo un cambio en el momento en el que le propongo al instituto al que fui ir a dar una charla y se me niega la oportunidad hasta el año pasado. Creo que tenían miedo a lo que pudiese decir y realmente no era una crítica sino más bien dar algo de esperanza, que lo pasé mal pero también tuve profesores maravillosos que seguramente por ellos o por ellas estoy aquí hoy.

P.- Sabemos quién es Coco Dávez pero, ¿Valeria Palmeiro?

R.- Qué gran pregunta para un día en el que salgo de terapia hace una hora... ¿De dónde viene Valeria? Pues viene de una familia humilde, en un barrio humilde, de un espacio donde se le da toda la libertad del mundo para hacer lo que más le gusta cuando es pequeña pero en el que de pronto en la adolescencia empieza a ver que igual ese espacio que a ella le gusta tanto no está tan bien visto. Porque se asocia mucho esto del arte con que no se puede vivir de ello.

Entonces, bueno, creo que ahí empieza a forjarse ese carácter de rebeldía, de querer algo y tener que encontrar la manera de poder conseguirlo. Eso no significa que siempre se pueda, pero sí que creo que para mí ha sido un gran motor a la hora de encauzar mi carrera.

P.- Y ha sido difícil vivir de ello.

R.- Bueno, hay dos etapas. La primera, que empiezo a darme cuenta que es difícil en el momento en el que muchos de mis profesores empiezan a disuadirme de esta idea, cuando mis padres, que me han motivado mucho de pequeña, me dicen que esto está muy bien pero que tendré que estudiar algo. Comienzo a entender que esto no es válido como modo de vida o como profesión.

La segunda, cuando empiezo a vivir de esto y luego tengo que dejarlo. Tengo que hacer una parada en el camino de tres o cuatro años en los que no podía vivir del arte. Es verdad que empiezo en un momento complicado, porque mi carrera comienza en 2010, que ya en España hay una mega crisis. Por un lado ya nazco con esto, es decir, no he conocido la época anterior y encima empiezo como dibujante de prensa. Estoy cinco años pero de repente veo que el trabajo empieza a menguar, hasta que termina por acabarse. Hay un momento en aquella época en la que por mucho que llamases a puertas, no se abría ninguna.

P.- ¿Cómo vuelves a resucitar?

R.- Pues en 2011 decido pasar el verano en Madrid para ahorrar porque solo trabajaba para El Mundo, que me había dado la oportunidad Rodrigo Sánchez cuando yo literalmente acababa de empezar, y un sueldo español en Londres... Pues era complicado.

Al poco tiempo me dicen que ya no hay trabajo. Y pensé, vale, necesito tres cosas: volver a salir de casa de mis padres, ganar dinero y practicar el inglés que después de más de un año viviendo en Londres había aprendido. Encuentro trabajo como coctelera en el mercado de San Miguel, que era el sitio perfecto para hablar con turistas y era un lugar feliz, porque iba gente que no era de Madrid a visitar la ciudad y divertirse en un momento muy gris en España.

Fueron de los mejores años de mi vida pero el poco trabajo de ilustradora que llegaba me comía las horas de sueño... Por lo que a los dos años empiezo a estar agotada y cambió de trabajo, porque encuentro algo que me va a permitir vivir sola, pero en cuestión de meses se cierra este negocio y me quedo en el paro. No encontraba nada de nada, así que vuelvo a casa de mi padre y él me dice que tengo que pagar un alquiler, que tenía que aportar como todos, y al final llegué a un trato con él por el que por ese precio me dejaba también un local que tenía vacío y así podía pintar allí.

"Y surge una colección que me lleva de la mano a muchos sitios, que es Faceless, por un error, por un retrato que no sale bien y al que le borro la cara y empieza a surgir todo"

coco dávez

Eso me puso las pilas, al principio creía que lo hacía para demostrarle a mi padre que iba en serio pero al final me di cuenta de que me lo estaba demostrando a mí. Y empecé a llamar a todas las puertas, a todos los contactos, a llamar a editoriales y en 2014 me reactivo pero caigo en la trampa de las modas y empiezo a echar de menos no hacer lo que a mí me gustaría hacer, algo que colgaría en mi salón.

Entonces comienzo a pintar para mí y sin intención de venderlo ni publicarlo en Instagram, que me generaba mucha presión. Y surge una colección que me lleva de la mano a muchos sitios, que es Faceless, por un error, por un retrato que no sale bien y al que le borro la cara y empieza a surgir todo. Es curioso, porque si ves lo anterior no tiene nada que ver, blanco y negro, tinta china... Esto es yo, a todo color.

P.- Gran parte de tu reconocimiento lo has conseguido a través de las redes sociales, pero cuéntame la cruz de la moneda.

R.- Las redes sociales empezaron siendo un lugar muy familiar. Comienzo con MySpace, que era como el lugar de juego, donde tu amigo elegía un fondo, una canción y un nickname. De ahí sale Coco Dávez, el nombre es porque me quiero abrir esta red social y me apetece algo diferente.

A raíz de eso pues paso a Fotolog, luego a Facebook, porque me voy a Londres y quiero estar en contacto con mis amigos, y me doy cuenta de que esta red social no solo es ese nuevo messenger sino que además me permite agregar a gente que me interesa que vea mi trabajo. Directores de revistas, de alguna editorial... Y es por eso por lo que me llama Rodrigo Sánchez y se convierte, para mí, en una ventana muy potente porque me va a ver quien yo quiero que me vea.

Con Instagram cambia un poco todo. Ya no eres tú el que pide que te vean sino que hay gente que decide verte. Al principio me abrí Instagram porque me gustaba la foto pero cuando empiezo a ser muy consciente de que Coco Dávez es más que un pseudónimo, que es una marca que empieza a crear un universo, empiezo a perfilar mucho esta herramienta. Lo veo como un escaparate, quizás porque he nacido en una familia que tenía una perfumería y eso era parte del trabajo.

"Al principio me abrí Instagram porque me gustaba la foto pero cuando ya empiezo a ser muy consciente de que Coco Dávez es más que un pseudónimo, que es una marca que empieza a crear un universo, empiezo a perfilar mucho esta herramienta"

COCO DÁVEZ

Pero, hace tres años, llega un momento en el que este famoso algoritmo empieza a generarme ansiedad porque lo que siempre ha funcionado de repente desaparece, mis amigos no veían mis nuevas publicaciones, parecía que no hacía nada. Y me generó inseguridad porque subía algo nuevo y no tenía el alcance esperado. Me hacía dudar de algo en lo que había estado trabajando muchos meses, muy convencida de ello, y ahí me separé un poco. Parece una tontería pero la cosa de eliminar los likes me quitó un peso y me ayudó a recolocarme, es decir, que tenía muy claro que Instagram era una herramienta de las muchas de mi trabajo y que sí que me sale trabajo por ahí pero no es la fuente principal. Me ayudó a tomar distancia y a manejarlo como un check de la agenda.

P.- Los artistas, los escritores, los creadores de contenido... tienen cierto miedo a la Inteligencia Artificial. Tú la has hecho tu aliada..

R.- La IA me llega de rebote sin hacerle ningún caso. Me pongo a investigar y me meto en ChatGPT y empiezo a hacer preguntas y de ahí empiezo a generar imágenes y me divierte muchísimo. No es una obra final en un principio pero joder que fuerte poder llevar lo que tengo en mi cabeza a una imagen real, una foto de un futuro. Me hace cambiar el chip y pensar que un montón de proyectos que tenía en mente se pueden hacer.

Pero claro, la Inteligencia Artificial es tan infinita que hago hasta parques de atracciones para jubilados, hoteles en Groenlandia y la mente empieza a expandirse. Me ha dado horas de juego que es algo que intento que no se vaya de mi trabajo, que el juego siempre está ahí y por otro lado me da la oportunidad de hacer un montón de proyectos que estaban en mi cabeza. ¿Hacia dónde ira? Pues no lo sé, también soy consciente del peligro que puede tener este cerebro gigante que sin legislación y protección puede ser peligroso.