A Alberto Morate (Madrid, 1957) la pasión por el teatro le viene de familia. Sobrino del actor Luis Sánchez Polack e hijo de una adicta a las tablas, en su casa el entusiasmo era inevitable y casi obligatorio. "Mi madre hacía teatro, en el ambiente se respiraba constantemente. Era algo que se mencionaba mucho y mi relación con mi tío era muy frecuente", cuenta durante una entrevista a El Independiente, donde ejerce como crítico de teatro, al preguntarle el cómo y el porqué de que escribiera y dirigiera su primera obra con tan solo 17 años.

Y va aún más atrás. El profesor, dramaturgo y poeta asegura que ya con nueve o diez años escribía pequeños guiones para sus primos y hermanos. "En la casa de verano de mis padres hacíamos actuaciones y venían los vecinos a vernos", recuerda.

Portada de 'Alboroque de poetas', de Alberto Morate

Y no ha parado nunca, ya sea como director teatral en compañías como Getam, Disparate, Grapa de teatro, o como actor tanto en cine, televisión o publicidad. Pero, aunque esta es una de sus grandes pasiones, no es la más fuerte. Morate siente fascinación por la poesía, como lector y como autor. Por eso, a modo de homenaje acaba de publicar el que es su undécimo poemario, Alboroque de poetas (Ondina Ediciones), donde muchas de sus influencias son descritas en verso.

"Son los escritores de los últimos libros que he leído. Desde hace dos o tres años hago un poema con respecto a ellos y ahora los he recopilado", explica. Su intención es contar lo que le provoca el libro y lo que le aporta a él el autor. En muchos poemas dedicados se ve una emoción distinta, como una necesidad de recuperación mayor, aunque él asegura que lo escribe igual en el caso de los hombres que de mujeres pero que, a nivel personal, se lleva mejor con las mujeres poetas. "En ese sentido sí que me siento como Lorca, valoró a la mujer en muchísimas cosas", explica.

También que pese a esa afinidad sus tres grandes referentes son hombres: León Felipe, Pedro Salinas y Ángel González; quizás porque en su infancia había pocos faros femeninos. "Pero no son los únicos. El poema que me costó menos fue el de Miguel Hernández o el de Pablo Neruda. Son poetas que he leído muchísimo y los tengo muy integrados. Me ha costado más con los que he leído menos o hace menos tiempo como Joan Margarit, José Saramago, que me sorprendió muchísimo, o Antonio Gala", añade sobre este nuevo libro, uno de los pocos que ha sacado de sus cajones.

Porque, aunque Morate lleve más de una decena de poemarios publicados, durante muchísimos años decidió guardar sus versos sólo para él. Desde Palabras sin título (Editorial AMS), que se publicó en 1980, hasta su siguiente libro pasaron 36 años. "Me centré en mis clases de profesor de literatura y en el teatro durante ese tiempo. Seguí escribiendo poesía pero no la hacía pública, tengo como unos cuarenta poemarios inéditos. Ya en 2016 me surge un poemario, que se me ocurrió escribirlo para que pudiese leerse de abajo arriba y de arriba abajo, y decidí publicar otra vez", explica.

Y durante todo ese tiempo como profesor, labor que todavía ejerce, se ha dado cuenta que la poesía les suena a los adolescente como algo "muy abstracto". "Saben que existe, pero les suena extraño. Tengo por costumbre comenzar las clases leyéndoles un poema y muchos pasan totalmente, pero nos salva que hay algunos que sí que muestran interés", dice, aunque también cree que ese interés ha ido decreciendo con los años.

"Se le da menos importancia ahora. Creo que no sólo a la poesía o el teatro, también a la literatura en general, cuesta mucho trabajo encontrar alumnos que lean. Leen porque no tienen más remedio, pero es todo muy inmediato, son cosas cortitas, nada de libros completos. Lo primero que te preguntan cuando les recomiendan un libro es cuántas páginas tiene...", sentencia.