Aunque no era una mujer que se escondiera, muchos de los que conocían perfectamente sus fotos icónicas de la Barcelona de los 60 y 70 no habían visto nunca a Isabel Steva, más conocida por su nombre de guerra como fotógrafa, Colita, hasta hace pocos meses, cuando con su sinceridad y su retranca se comió el documental dedicado a Terenci Moix, La fabulación infinita. Aquel curioso nombre detrás de la autoría de tantas imágenes en blanco y negro del despertar cultural y social de la Cataluña del tardofranquismo –el editor de Anagrama, Jorge Herralde, sentado en su despacho con dos secretarias faldicortas y de rodillas; la sesión fotográfica de Serrat para su disco Mediterráneo; un Terenci tarzanesco con un libro del marqués de Sade bajo el brazo; Gabriel García Márquez con un ejemplar de Cien años de soledad abierto sobre la cabeza como un insólito sombrero– no solo era de carne y hueso, sino una señora divertida que recordaba sin pelos en la lengua las andanzas, algunas inconfesables, de su amigo escritor. Este domingo, último día de 2023, Colita ha fallecido en Barcelona a los 83 años como consecuencia de una peritonitis.

Steva ingresó hace tres días en el Hospital de Barcelona para ser intervenida de urgencia por una perforación de estómago. Finalmente no ha podido superar el trance. El artista Francesc Polop, que trabajaba con la fotógrafa en la ordenación de su archivo, se encontraba en México cuando sucedió. Regresó rápidamente para pasar con ella las que al final han sido sus últimas horas. Se ha ido "acompañada y tranquila", explica por teléfono un emocionado Polop. Él y los primos de Steva, Álvaro y Pilar, han estado a su lado.

Su inesperada muerte ha pillado por sorpresa a sus allegados. Una de sus mejores amigas, y modelo habitual de Colita en los viejos tiempos, Teresa Gimpera, se mostraba desolada. "Éramos como hermanas. El otro día estuvo en casa comiendo… Estoy hecha polvo, es una gran pérdida, a nivel personal y desde el punto de vista artístico", confesaba a Efe la actriz, que compartió con Colita numerosos veranos en Begur, en la Costa Brava.

Más allá de la 'Gauche Divine'

Gimpera fue musa de la Gauche Divine, el grupo social de intelectuales, artistas y profesionales de izquierdas que dinamizaron la vida de Barcelona en vísperas de la muerte de Franco y del que Colita fue algo así como la retratista oficial, abriéndose paso a base de talento y sentido del humor en un mundo, el de la fotografía, entonces dominado por los hombres. Gimpera es una de las amigas, junto a las escritoras Maruja Torres y Rosa Regàs, la editora Beatriz de Moura, la fotógrafa Pilar Aymerich o la cantante Núria Feliu, entre otras, que en 2015 se sentaron a charlar con Esteva en el patio de su casa de la Bordeta, en el barcelonés barrio de Sants, ante el objetivo de Ventura Pons, director del documental Cola, Colita, Colassa, dedicado a la fotógrafa.

"Colita fue una época de este país. En fotos, en pasión, en libertad y en modernidad. Descansa, hermana", ha escrito Maruja Torres en su perfil de X, donde ha recogido buena parte de las reacciones a la muerte de la fotógrafa.

Hasta su repentina y letal peritonitis, Steva se encontraba bien de salud. Este mes de febrero tenía previsto viajar a Madrid para inaugurar una exposición sobre su obra en el Círculo de Bellas Artes. Recientemente, la pequeña editorial de fotografía Ojos de Buey ha publicado el libro Franco ha muerto, un reportaje inédito realizado por Colita entre Barcelona y Madrid en noviembre de 1975 después de la muerte del dictador. Para empotrarse a fondo en el luto por el Caudillo, Esteva no dudó en medio disfrazarse de falangista y saludar brazo en alto a quien correspondiera.

Una 'col' entre hombres

Nacida en Barcelona el 24 de agosto de 1940, con 17 años Steva marchó a París para estudiar francés en La Sorbona, pero no tardó más de un año en regresar a su ciudad natal. Accedió enseguida al mundo profesional de la fotografía junto a nombres de primera línea de la época como Oriol Maspons, Francesc Català-Roca o Leopoldo Pomés. En 1961 entró a trabajar como ayudante de Xavier Miserachs. Por entonces ya había adoptado el sobrenombre de Colita, un apelativo familiar que según su padre se debía a que había nacido debajo de una col. De esa época es la imagen que quedó durante décadas asociada a su figura: una prueba de iluminación para un anuncio de ginebra, sacando la lengua mientras sujetaba la botella, tomada por Miserachs. "Fue un gran personaje, no solo detrás de la cámara, también delante de ella", apunta Francesc Polop.

Muy pronto consiguió destacar sin que su condición de mujer fuera un obstáculo, pese a que entonces eran muy pocas –la mencionada Aymerich, o Joana Biarnés– las que se atrevían a dedicarse al oficio de la cámara.

Sus imágenes de la Gauche Divine forman parte de la memoria visual de nuestro país. En 1971, la Galería Aixelà acogió la exposición "La gauche qui rit", mosaico de los personajes que desfilaban por Bocaccio, la discoteca de Oriol Regàs que funcionaba como sede oficiosa de aquel movimiento cultural, un poco político pero sobre todo lúdico.

A comienzos de los 70 Colita ya era una reconocida fotoperiodista, como a ella le gustaba considerarse, que colaboraba con varios medios radicados en la Ciudad Condal, como las revistas Destino y Fotogramas o los periódicos Tele/eXprés y Mundo Diario. También se ocupó de la foto fija de muchas películas de la llamada Escuela de Barcelona, retrató a numerosos artistas de la Nova Cançó catalana y se interesó por la vibrante escena flamenca de Barcelona. Su mundo no se limitaba a la vida rutilante y próspera del Ensanche y la zona alta. Desde muy joven recorrió la ciudad limítrofe de las barracas y los gitanos del Somorrostro y el Poble Sec. Sus fotografías de Carmen Amaya en el rodaje de Los Tarantos (1963), la legendaria película de Francisco Rovira-Beleta, representan la otra cara, quizá menos conocida para el gran público, de la vida, la obra y el compromiso social de Colita. Suyas son también algunas de las imágenes que han llegado hasta nosotros de la primera manifestación del orgullo gay celebrada en Barcelona en 1977.

Por su objetivo pasó todo el boom latinoamericano que durante los 60 y 70 encontró en las editoriales de Barcelona y en la agente Carmen Balcells el caldo de cultivo ideal para explotar literariamente. En 2014, Colita mereció el Premio Nacional de Fotografía. El jurado valoró su compromiso social, "en particular en la defensa de los derechos de la mujer", y el "humor, inteligencia e ironía" de su trabajo. No obstante, la fotógrafa renunció al galardón por estar en desacuerdo con "la tóxica política cultural y de educación del Gobierno" de Mariano Rajoy. Algunas de sus fotografías forman parte de los fondos del Museo Reina Sofía. Allí también se conserva Antifémina (1977), el libro pionero e inclasificable que creó con María Aurelia Capmany cuestionando los arquetipos femeninos.

En los últimos años, Colita ha ido colocando parte de su archivo en diversas instituciones: el Archivo y la Filmoteca de Cataluña, el archivo del Ayuntamiento de Barcelona, la Fundació Rafael Campalans o el Museo Nacional de Arte de Cataluña. Aun así, su archivo personal atesora miles de contactos que la fotógrafa seguía ordenando y que está parcialmente disponible a través de su página web. Francesc Polop, amigo desde hace cuatro décadas, lleva diez años colaborando activamente en su catalogación, restauración y digitalización. "Ella no quería renunciar a él", explica. Juntos han trabajado para difundirlo a través de publicaciones y exposiciones de las que Polop ha sido comisario.

"Es una artista cumbre de este país, está al nivel de las grandes fotógrafas mundiales", señala su amigo y albacea. "Su obra estará en el futuro y crecerá".

El tanatorio de Les Corts acoge los restos mortales de Colita. Allí tendrá lugar mañana martes a las 16:30 horas una ceremonia en su recuerdo.