Acaba de ganar el Premio Planeta, y todavía metido en la burbuja del triunfo Juan del Val se enfrenta a una rueda de prensa en la que defiende la literatura comercial para llegar al mayor número de gente posible. Repite el discurso que ha dado minutos antes. Mientras los operarios recogen la pompa de la gala del premio, el ganador del Planeta conversa con El Independiente.

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Está feliz –lo dice varias veces–, tiene ganas de tomarse un gin tonic con el ejército de autores y presentadores de televisión que cada año arropan al ganador del Premio Planeta, acto bandera del grupo multimedia, que una vez más hace piña con un escritor de la casa, un rostro televisivo del grupo vuelve a recoger el galardón, como Sonsoles Onega hace dos ediciones.

En su móvil pesan los centenares de mensajes que no para de recibir,  pero sólo hace hueco para una llamada a sus padres. "No tenían ni idea", cuenta. Una vecina les había avisado. "He hablado con ellos y están muy felices", explica. En ese momento todavía no había hablado con sus hijos, sí con Nuria Roca, su mujer. "Sin ella sería imposible este premio, y casi nada tendría sentido", afirma. 

Su libro es una historia de contrastes sociales, ambientada entre Sevilla y Madrid, un reflejo actual de clases altas y trabajadoras. Sin intención moralizante ni reivindicativa. "He estado en todas las clases sociales posibles, desde la muy baja hasta ahora, que me va bastante bien", explica. "Hay dos mundos, sobre todo dos diferencias enormes de oportunidades. No quiere decir que los ricos sean malos ni los pobres buenos. Pero también hay puntos de unión: al final todos tenemos sentimientos universales", reflexiona. No hay lucha de clases, pero sí sexo.

"No creo que me tengan especial simpatía, pero me da igual"

Su libro no busca adoctrinar ni justificar. "Me interesa escribir sobre eso que no se ve, lo que sienten los personajes. Lo que pasa en la historia me parece interesante, pero lo que ocurre dentro de ellos es lo verdaderamente importante". Su novela, resume, tiene amor, intriga y sexo, pero no en clave de fórmula narrativa sino como excusa para indagar en la profundidad de los personajes. "Mi interés no está en la trama; está en  la verdad emocional. No lo hago para enganchar al lector", aclara. "Intento contar personajes de la forma más accesible posible".

No evita su papel de polemista en programas de Atresmedia, pata audiovisual del Grupo Planeta, como El Hormiguero y La Roca, conducido por su mujer, pero la matiza. "Todo surge de una sección de humor en El Hormiguero en la que Pablo Motos me presentó como ‘el polémico’. Fue una broma. Digo cosas que no me gustan: detesto que la gente coma queso de postre, por ejemplo. Eso es una ficción". Lejos de buscar el conflicto, asegura que simplemente intenta decir lo que piensa, sin vocación de provocar. 

Juan del Val aplaudido por el alcalde Collboni, la vicepresidenta Díaz, la finalista del Planeta Ángela Banzas y el presidente del grupo, José Crehueras.
Juan del Val aplaudido por el alcalde Collboni, la vicepresidenta Díaz, la finalista del Planeta Ángela Banzas y el presidente del grupo, José Crehueras. | Quique García / EFE

"El que sale en la tele está incompleto", reflexiona, consciente de su imagen como  tertuliano. "Yo estoy en mis novelas", afirma. "Yo soy escritor. Las otras cosas son las que hago. Pero lo que soy, de verdad, es escritor". 

Cuando se le plantea cómo habrá caído su premio en La Moncloa, ya que Pedro Sánchez es objeto habitual de sus críticas, sonríe: "No creo que me tengan especial simpatía, pero me da igual". En seguida vuelve a marcar distancias entre su trabajo como polemista y la escritura. "Esto para mí es otra cosa", zanja. 

De albañil a ganador del Premio Planeta

La biografía de Juan del Val está marcada por una juventud movida. "Fui un adolescente complejo, complicado", recuerda. "Me expulsaron de tres institutos y acabé trabajando en una obra con 17 años". Allí, entre el hormigón y el ruido, aprendió algunas de las lecciones más duras y valiosas de su vida. "Las obras son lugares inhóspitos, no son cómodas para nadie, pero aquel sufrimiento me dio determinación para salir de allí. Me construyó como persona y también como escritor. Hay mucho de aquel chaval en lo que escribo".

Antes de convertirse en autor y rostro conocido de televisión, fue también cronista taurino. "Esa fue mi manera de salir de la obra", recuerda. Autodidacta por necesidad, no por elección, se define como alguien que "ha aprendido en la calle", aunque rechaza el romanticismo fácil de esa frase. "Eso de la universidad de la calle lo suele decir quien en la calle no ha estado mucho", ironiza. "Donde hay que estudiar es en la universidad", añade.

Juan del Val, en 'El Hormiguero'.
Juan del Val, en 'El Hormiguero'. | EL HORMIGUERO

La seguridad con la que Juan del Val se maneja en sus opiniones y en sus intervenciones públicas está labrada con mucho autoperdón.  "Me he equivocado tanto, he metido tanto la pata que  durante años me fustigué y  me exigí demasiado, hasta que aprendí a perdonarme. Ahora me equivoco y me regocijo. Intento acertar, pero cuando fallo me suelo perdonar. Al final, digo: soy una buena persona". Ese ejercicio de indulgencia, sin complacencia, es también un método de trabajo. "Soy muy autocrítico. Me exijo mucho, le doy muchas vueltas a las cosas. Trabajo mucho conmigo mismo. Y de vez en cuando necesito perdonarme para aliviar esa exigencia".

Aunque el éxito televisivo le ha dado popularidad, Del Val insiste en que nunca ha sido el dinero ni la fama lo que le mueve. "El dinero me encanta, como a todo el mundo", admite. "Pero jamás ha sido mi motor". Hoy tiene en su cuenta corriente el millón de euros del premio literario mejor dotado de la lengua castellana. 

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