No es la primera vez que Marina Amaral y Dan Jones se embarcan en la aventura de dotar de color a imágenes históricas. Lo hicieron con El color del tiempo y con El mundo en llamas, dos volúmenes en los que demuestran cómo cambia nuestra percepción de los hechos históricos cuando recuperan su color. Pero en su repaso de las imágenes en blanco y negro de la historia, entre 1850 y 1960, que es el periodo de tiempo que abarca El color del tiempo observaron -y así se lo recordaron en muchas ocasiones- había escasez de mujeres. 

“No quiere decir que no hubiera ninguna. Hubiera sido algo muy anacrónico hacer una historia de finales del siglo XIX y principios del XX sin ninguna referencia a las contribuciones de las mujeres al mundo. Y sentíamos que habíamos hecho lo que habíamos podido para inclinar la balanza de nuestra narrativa hacia la inclusión y la representación. Estábamos orgullosos de El color del tiempo, y aún lo estamos. Sin embargo, a veces, durante la producción del libro, y de nuevo con la del segundo, El mundo en llamas, teníamos la sensación de estar peleando contra la propia historia”, explican los autores.

En esa pelea los historiadores tienen todas las de perder porque los registros históricos están dominados por hombres. “No importaba cuánto quisiéramos que el pasado y en concreto, los archivos fotográficos, nos ofrecieran un equilibrio entre hombres y mujeres a través de los cuales contar nuestra historia, en demasiadas ocasiones nos encontrábamos rodeados de tipos con barbas tupidas. Las grandes bestias de la historia, con sus sombreros de copa y uniformes militares, con sus nombres famosos y sus gloriosas o conocidas reputaciones”, afirman. 

No desistieron y se demostraron a sí mismos que “encuadramos la historia igual que encuadramos las fotografías, centrándonos en lo que consideramos importante, o fascinante, o terrorífico, o bello, y cortando lo que, en el momento de presionar el botón de disparo, no capta nuestra atención.  Hay muchas maneras en que los historiadores pueden encuadrar esta época particular de la historia”. Ellos lo han hecho con Pioneras (1850- 1960) (Despertaferro), han puesto el foco en algunas de las más “brillantes personalidades” que la habitaron, pero son todas mujeres. 

Pioneras es una lectura de la historia con mujeres subrayadas en color, pero no con trazo grueso, cada foto tiene un proceso minucioso de investigación para dar con los colores reales del pasado y que la fotografía del momento pudo captar.

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Tillie Anderson (1875-1965)

En la época vitoriana las bicicletas se convirtieron en un elemento de libertad y de independencia entre las mujeres. En los años 60 del siglo XIX ya había carreras de bicicletas. En Estados Unidos también tuvieron mucho éxito y se hacían pistas para las carreras. Tillie Anderson de origen sueco se convirtió en una figura del deporte en EEUU, viajó por todo el país compitiendo hasta su retirada en 1902.

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Maud Wagner (1877-1961)

Los tatuajes son considerados un elemento más de identidad personal, pero en el tiempo que le tocó vivir a Maud Wagner no era así. En sus días los tatuajes encasillaban a la persona en la marginalidad. Wagner trabajaba en el mundo del circo donde conoció a su marido que era el hombre más tatuado de EEUU. Él le enseño a tatuar y ella terminó siendo la mujer más tatuada del país. Practicaba el método handpocked, el más artesanal que sólo requiere un alfiler y tinta para hacer los trabajos.

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Las Computadoras de Harvard

Conocidas como el Club de Pickering o las computadoras de Harvard, estas pioneras se dedicaban a analizar las fotos de los telescopios bajo el mando de Edward Pickering. Gracias a su labor se constataron importantes avances en al cartografía del universo del Harvard College Observatory.

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Frances Louisa Clayton (1830-¿?)

Se alistó en el Ejército de la Unión en la Guerra Civil americana junto con su marido que falleció en la contienda. Adoptó el nombre de Jack William y tuvo que vestirse como un hombre para poder combatir. No está claro si llegó a ser descubierta antes de salirse del Ejército, la informaciones existentes pertenecen a periódicos de la época y contienen información contradictoria.

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Anna J. Cooper (1858-1964)

Cooper nació como esclava en Carolina del Norte, Estados Unidos, en 1858. Su madre era esclava y su padre era blanco. Pudo asistir al colegio desde los nueve años demostrando tener muchas habilidades académicas. Fue la primera mujer negra que se doctoró en la Universidad de la Sorbona de París y escribió A Voice from the South, que se considera el texto fundacional del feminismo negro.