Fue el 20 de abril de 1933. Decenas de personas se congregaban ante el Berghof, querían felicitar a Hitler por su cumpleaños. Él se acercó y cuando le dijeron que la pequeña Rosa Bernile Nienau, que había acudido con su madre para ver al político de lejos, cumplía años, como él, no dudó en llamar a su fotógrafo oficial. Heinrich Hoffman sacó la cámara y Hitler le puso la mano sobre el hombro a la niña que cumplía 6 años.

La foto se convirtió en una de las favoritas del líder alemán y en una de las que se utilizaron a modo de propaganda. Era rubia, sonriente, mostraba su lado más humano. Ahora, se subasta por Alexander Historical Auctions y se hace porque la historia detrás de ella avergonzó durante algún tiempo al régimen nazi. Además, porque está dedicada: “La querida y considerada Rosa Nienau", y la firma del que posteriormente se convertiría en el antisemita más conocido de la historia

La niña del Führer

Desde que se tomaron esa foto, tras que la que cuentan que ambos merendaron fresas con nata, la relación entre Adolf Hitler y Rosa Bernile se estrechó. La niña alemana le envía cartas, le llamaba 'tío Hitler', y él las invitó a ella y a su madre en varias ocasiones a su casa. De 1933 a 1938 se conservan varias imágenes de ambos, siempre en actitud cariñosa. La niña acabó siendo conocida como 'la pequeña novia de Hitler', 'la niña de sus ojos'.

Pero lo que no sabía el resto, aunque si Hitler incluso cuando se convirtió en el Führer, era que Rosa era descendiente de judíos. Su abuela materna tenía sangre semita y eso convertía a la niña en una enemiga para Alemania. “La investigación muestra que incluso desde el principio, Hitler se dio cuenta de la herencia judía de la niña, pero optó por ignorarla, ya sea por motivos personales o de propaganda”, aseguran en un comunicado desde la casa de subastas.

"Ocurrió que una niñita encantadora llamó la atención de Hitler. Habló con ella largo rato y rogó a su madre que se la volviese a traer alguna vez. La pequeña Berneli llegó a ser la preferida oficial del Führer", escribió Hoffman, el fotógrafo, en su libro Yo fui amigo de Hitler. Pero pese a que él insistió, por miedo a que el pueblo se enterase de las raíces de Rosa Berneli, obligaron a Hitler a cortar la relación con ella.