El 27 de enero de 1945 el soldado soviético de origen judío David Dushman derruía, con el blindado legendario y mortífero T-34, la cerca electrificada del alambre de púas que rodeaba el mayor campo de concentración y exterminio nazi: Auschwitz-Birkenau, en la Polonia entonces ocupada por la Alemania de Adolf Hitler. Desde entonces, el soldado y también conductor de carros de combate en la batalla de Stalingrado fue el «Héroe de Auschwitz». Y lo será eternamente.

Dushman (1923, Minsk) murió la madrugada del sábado a los 98 años de edad, siendo el último soldado vivo de la liberación de Auschwitz en los estertores de la Segunda Guerra Mundial. «La muerte de cada testigo de la historia es una pérdida, pero despedirse de David Dushman es especialmente doloroso», dijo Charlotte Knobloch, exdirectora del Consejo Central de los Judíos de Alemania, en declaraciones a AZ. «Dushman estaba en primera línea cuando la maquinaria asesina de los nacionalsocialistas fue aplastada en 1945». Como «héroe de Auschwitz», formó parte de los liberadores del campo de concentración, «salvó incontables vidas» y actualmente «era uno de los últimos que podría hablar de este acontecimiento desde la propia experiencia», añadió.

Había esqueletos por todas partes y personas ojerosas y miserables con uniformes a rayas»

DAVID DUSHMAN

Testigo de toda una época, su muerte ha supuesto el adiós al atestado en primera persona de una crudeza que dejó por aquel entonces más de un millón de víctimas asesinadas: «Vimos postes con alambre de espino a lo largo de la carretera. Detrás, había personas ojerosas y miserables con uniformes a rayas. Por todas partes había esqueletos. Fue horrible. Rompimos esa valla y dimos toda nuestra comida a los prisioneros. Luego seguimos adelante para seguir persiguiendo a los fascistas», testimoniaba el propio Dushman en una entrevista concebida al periódico alemán Süddeutsche Zeitung en 2015.

Un grupo de prisioneros, durante la liberación de Auschwitz en enero 1945. EFE

Dushman, hijo de una pediatra y un médico víctima de las purgas estalinistas, ya había vivido de cerca la hostilidad y antisemitismo que instituyó una dictadura bajo el mandato del autoproclamado Tercer Reich. La vivió y lucho. Porque para cuando llegó a Auschwitz, el soldado ya había sobrevivido a dos de las batallas más sangrientas de la guerra en el frente oriental, en Stalingrado y en la denominada Operación Ciudadela (Kursk).

Después de la contienda mundial, Dushman se convirtió en el mejor esgrimista de la Unión Soviética en 1951 y más tarde -entre 1952 y 1988-, en entrenador de esgrima de la selección femenina soviética, lo que le llevo a estar en los Juegos Olímpicos de Munich de 1972.

Hasta su último aliento, David Dushman ha recorrido escuelas de Munich, su último lugar de residencia, en calidad de testigo de guerras, siendo nombrado por ello miembro de honor de la Comunidad Israelita de Múnich (IKG).

La liberación como fin a la barbarie nazi

Eran alrededor de las tres de la tarde de aquel 27 de enero de 1945, cuando una división de infantería del Ejército Rojo se topaba con la verja que abría al mayor campo de exterminio construido por los nazis en Polonia. Y dentro, miles de prisioneros, pero ni rastro de los alemanes.

De los 6 millones de judíos exterminados por el régimen nazi, más de 1 millón pasaron por Auschwitz, junto a más de 100.000 homosexuales, discapacitados, gitanos y militantes comunistas y socialistas, que compartieron el mismo destino.

Primo Levi, el gran pensador judío del Holocausto que estuvo preso en Auschwitz, señalaba que aquella barbarie representó «la industrialización de la muerte a una escala inimaginable». Allí, la vida humana no era más que un número sobre un pijama de rayas o el brazo de una persona a la espera de ser enviada a la ducha que marcaría su destino final.

Y como allí, en otros campos de concentración liberados. Porque Auschwitz no fue el primero redimido por el Ejército Rojo. En julio de 1944 se habían encontrado ya con los campos de Majdanek y Lublin, Belzec, Sobibor y Treblinka, todos ubicados en Polonia.