En torno al año 1130, como señala la bula de canonización, el patrón de Madrid, San Isidro Labrador, murió a la edad de los 35 y los 45 años posiblemente por una complicación de una infección dental. Se trataba de un hombre con rasgos afrodescendientes de entre 1,67 y 1,86 metros de estatura. Así lo han descubierto las doctoras María Benito, Ana Patricia Moya, Mónica Rascón e Isabel Angulo.

El estudio antropológico y forense realizado por la Escuela de Medicina Legal y Forense de la Universidad Complutense de Madrid, ha descubierto la existencia de un objeto metálico que, por su ubicación, a pesar de no haber podido ser observado directamente, puede tratarse de una moneda con la inscripción de la silueta de un león rampante enmarcado en un rombo, que podría tratarse de una Blanca del Rombo de Enrique IV.

No se han encontrado en el cuerpo signos de violencia o traumatismos que puedan esclarecer un motivo claro de fallecimiento. Aunque las conclusiones apuntan a que existen signos de enfermedad e infecciones en los huesos maxilares que son características de los abscesos dentales y es posible que una falta de tratamiento adecuado evolucionara hacia una mediastinitis y en una sepsis. Según el estudio, algunos hallazgos degenerativos en algunas partes del cuerpo responden a un uso intenso de los brazos, propio de la actividad y el trabajo de los labradores.

El informe también revela la evidencia en el cuerpo de san Isidro características propias de grupos afrodescendientes. Las muestras incluyen otros troncos ancestrales como el caucásico o el asiático por lo que las autoras del estudio señalan que no es posible asociarlo con un único grupo poblacional específico y único. Además, se ha podido realizar una reproducción facial escultórica de san Isidro, a partir del estudio del cráneo y de las muestras tomadas en el necro TAC, unido a técnicas de caracterización.

Las conclusiones de este estudio no contradicen ninguno de los elementos que la tradición más fiable venía atribuyendo a la vida e historia de san Isidro y esto, unido a la cadena de custodia ininterrumpida desde su exhumación 40 años después de su fallecimiento, da una gran probabilidad de que sea el cuerpo del santo labrador madrileño del siglo XII, según destaca el Arzobispado de Madrid.