Robert ‘Rosie’ Rosenthal fue tripulante de bombardero estadounidense durante la II Guerra Mundial; con 52 misiones en el aire, fue tres veces abatido y sobrevivió. Al terminar la guerra volvió a su bufete de abogados. “El trabajo que he querido toda mi vida y, sin embargo, comparado con la guerra, era tan tibio. No había emoción y las decisiones que tomábamos eran ridículas comparadas con las que teníamos que tomar en el aire”, le contó el excombatiente al historiador Donald L. Miller.  

Rosenthal es uno de los muchos soldados que vivieron en un tiempo excepcional y único que se recoge en el libro Los amos del aire (Desperta Ferro) escrito por el catedrático de Historia, Donald L. Miller, en el que construye la historia personal y militar de las unidades aéreas de bombarderos durante la Segunda Guerra Mundial. Un minucioso trabajo que se ha convertido en una serie de televisión para Apple TV, titulada también Los amos del aire, producida por Tom Hanks y Steven Spielberg que buscan repetir el éxito que lograron con Hermanos de sangre y The Pacific

El historiador tenía una idea preconcebida de cómo era la guerra a 7.000 metros de altura pero fue entrando en contacto con los pilotos y tripulantes. “No podía creer que hubiera tantos tipos de historias en la guerra aérea. Mi idea sobre los bombardeos era que estaban librando una guerra impersonal a alturas inimaginables y matando a gente desde 7.000 metros, pero no era así. Se acercaban mucho más al enemigo que la mayoría de los soldados de infantería. En el aire, no hay trincheras donde luchar. Era muy diferente de lo que la gente hubiera imaginado”, asegura.

El Cuerpo de Marines de los EEUU perdió 20.000 hombres en toda la guerra, 6000 menos que la 8.ª Fuerza Aérea volando desde Inglaterra

Donald L. Miller

Hazañas bélicas de la campaña angloamericana 

El libro está plagado de historias personales de los hombres que volaban en los bombardeos la 8.ª Fuerza Aérea. Soldados que provenían de todos los estratos sociales y culturales de EEUU. Había mineros, licenciados en Harvard, vaqueros, abogados y hasta estrellas de Hollywood como James Stewart y Clark Gable. Los únicos excluidos de este episodio bélico fueron los afroamericanos, su alistamiento en esta prohibido en estas unidades.

“La 8.ª Fuerza Aérea se formó en Savannah [EEUU], después de Pearl Harbor. Un 80% de los hombres que se unieron en 1942 nunca habían puesto un pie en un avión antes. Antes siquiera del entrenamiento. Es una historia increíble. Así que, sí, esta es una historia de la 8ª y de la guerra de bombarderos contra Alemania, la campaña militar más larga de la Segunda Guerra Mundial”, explica el historiador. “Todo el mundo habla de Hermanos de sangre y de los escuadrones de fusileros, pero no creo que ningún grupo de jóvenes en la historia del combate hayan tenido tanta responsabilidad como estas tripulaciones de bombarderos. 10 personas en un avión y, tal vez, el más viejo es el piloto con 22 años. 1000 de estos aviones con 10 hombres en cada avión van a determinar si esa batalla se gana o se pierde. Quién va a morir y quién no. Eso es mucha responsabilidad”, añade.

La experiencia bélica de estas unidades de bombardeos no tiene precedente, una campaña de cinco años desde el aire infringiendo daños en el enemigo desde una campo de batalla en el aire. “No sólo eran novatos que no han volado aviones o disparado a nada, excepto tal vez a una ardilla, sino que lucharon en el tipo más extraño de campo de batalla”, apunta Miller.

“Esta batalla aérea se libró a cuatro y cinco millas en el cielo a 24, 26 o 32 000 pies en el aire. Nadie había luchado tan alto antes. Así que todo es nuevo para los aviadores, incluyendo los propios aviones. Y allí arriba el clima es un peligro mayor que la fuerza aérea alemana. Porque el frío helado mata. Estos hombres están volando en cabinas no presurizadas, al contrario que los aviones comerciales en los que volamos hoy. Y los primeros aviones tenían puertos de armas abiertas en el lateral. Así que el aullido del viento atravesaba los aviones bajando la temperatura dentro del avión a 56 bajo cero”, explica el investigador.
A esa altura si se quitaban los guantes podían quedarse pegados al metal congelado y las máscaras de oxígeno no funcionaban muy bien y no era difícil que cayeran inconscientes, por eso durante las incursiones aéreas estaban todo el tiempo hablando entre ellos.

El poco protagonismo de estos militares en la historia de la II Guerra Mundial contrasta con lo conocidas que fueron sus acciones bélicas. “Los aliados soltaron dos millones de bombas en Alemania y convirtieron en cenizas 61 ciudades. Tres millones de hogares se perdieron en la guerra, entre 500.000 y 600.000 no combatientes. En esta guerra murieron ancianos, mujeres y niños menores de cinco años. Si tenías más de cinco años eras evacuado al campo, pero las madres se quedaban en la ciudad, muchas de ellas trabajando y con sus hijos al lado”, destaca el historiador. Bombardeos como el de la ciudad de Dresde han pasado a la historia de las atrocidades de la humanidad. El libro y la serie ponen nombres y rostros a lo que parecía que era un combate impersonal y sin riesgo para los atacantes. Nada que ver con la realidad. De 110.000 hombres que volaron en bombarderos británicos durante la guerra, 56.000 de ellos murieron.

“En la 8ª Fuerza Aérea estadounidense 26.000 hombres murieron y 28.000 fueron hechos prisioneros de guerra. Ahora, 26.000 ponen esa cifra en perspectiva. El Cuerpo de Marines de los EEUU perdió 20.000 hombres en toda la guerra, 6000 menos que la 8.ª Fuerza Aérea volando desde Inglaterra. Eso es el 10% de todas las bajas sufridas por las fuerzas armadas estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial. Sólo en esta unidad. Según mis cálculos, los pilotos de la 8.ª Fuerza Aérea que volaron antes del día D tenían una posibilidad entre cinco de cumplir sus 25 misiones. Un 73% de los hombres que volaron hasta el día D fueron baja”, afirma el historiador.