El 8 de septiembre se cumple un siglo del desembarco de Alhucemas, la operación militar española más famosa del siglo XX que se ha convertido en un mito nacional. Una acción militar fundamental para el desarrollo de la guerra del Rif. Cuando el líder rifeño Abd el-Krim extendió la resistencia contra la colonización a la zona francesa propició un inédito entendimiento militar entre España y Francia. En la Conferencia de Madrid 1925 se acordó realizar un desembarco anfibio en la estratégica bahía de Alhucemas, epicentro de la revuelta rifeña. Cien años después, el episodio conserva una doble naturaleza: hazaña militar y relato mitificado.
Despliegue militar
Ejecutada el 8 de septiembre por el Ejército y la Armada españolas, con apoyo francés, la operación reunió cerca de 13.000 soldados transportados desde Ceuta y Melilla y una flota compuesta por unos 80 barcos y 100 aviones. Por primera vez se emplearon carros de combate Renault FT-17 y Schneider CA1 en un desembarco, así como una coordinación integral de fuerzas terrestres, navales y aéreas bajo mando unificado del general Miguel Primo de Rivera y el general José Sanjurjo.
“La leyenda de Alhucemas empezó a construirse poco después de que tuviese lugar”, afirma Roberto Muñoz Bolaños, autor de Alhucemas 1925. El desembarco que decidió la Guerra de Marruecos (Desperta Ferro). Un libro que ahonda en la mitificación de Alhucemas, delimitando las certezas e imprecisiones de que esta operación fuera clave para el mayor desembarco anfibio de la historia, el de Normandía en 1944.
“El éxito del desembarco de Alhucemas fue conocido en toda Europa y en Estados Unidos, y contribuyó a lavar la imagen del Ejército español tras el desastre de Annual. Sin embargo, no fue la primera acción aeronaval de la historia, esa primacía corresponde a la Operación Albión, pero sí la primera en la que se emplearon carros de combate. José Miguel Quesada ha demostrado que, junto a Albión, fue estudiada en Estados Unidos y contribuyó a definir la doctrina anfibia plasmada en el manual de 1934”, explica Muñoz Bolaños a El Independiente.
Según el autor, la operación en Francia se estudió de manera teórica, aunque no tuvo influencia en la doctrina gala. Reino Unido se quedó con la idea de la importancia de los carros de combate en operaciones anfibias y a apuntar los fallos de operación para no repetirlos.
Si hubo modelo para Normandía, habría que buscarlo, señala el historiador, en la Operación Husky (Sicilia, 1943)
La hipótesis de que Eisenhower estudio la operación de Alhucemas antes del Día D viene “recogida en 1955 en la obra de Sydney Coles, en la que se puede leer: probablemente fue estudiado detenidamente por el General Eisenhower y sus expertos en invasiones estadounidenses y británicos antes del desembarco de Normandía en la Segunda Guerra Mundia”. Es decir, el periodista e historiador británico no afirmó que tal cosa se produjera, ni tampoco citó ninguna fuente, sino que se limitó a plantear una hipótesis. ¿Qué ocurrió entonces? Que el 'probablemente' desapareció y quedó la idea de que Eisenhower se había apoyado en Alhucemas para diseñar el asalto anfibio de Normandía”, asegura Muñoz Bolaños.
Si hubo modelo para Normandía, habría que buscarlo, señala el historiador, en la Operación Husky (Sicilia, 1943): “Si hay que buscar un modelo para el desembarco de Normandía, sería esta acción y no Alhucemas”.
Qué fue entonces Alhucemas
Nadie discute que el desembarco fue un éxito. “La acción militar más importante de las Fuerzas Armadas españolas en el siglo XX”, destaca Muñoz Bolaños, matizando de inmediato que el operativo no estuvo exento de fallos: “El asalto anfibio sobre Alhucemas tuvo fallas, la más importante la inexistencia de una fase de explotación que permitiese la derrota militar de Abd-el-Krim. Tampoco la fase de operaciones previas fue completa: se desconocía la posición de la artillería enemiga, la profundidad de las playas y se tenía una información deficiente sobre la zona elegida”.
Sin embargo, la falta de manuales y experiencia es clave para entender las sombras del plan. “Los planificadores militares españoles actuaron sin ningún referente en el que apoyarse, más allá del desembarco de Alcazarseguer y el desastre de Gallípoli en 1915”.
La acción anfibia no puso fin por sí misma a la rebelión de Abd-el-Krim, “pero mostró, por primera vez, la voluntad española de realizar una operación contra el núcleo neurálgico de la rebelión. Esta acción exitosa cambió la tendencia que hasta entonces había dominado la guerra del Rif, abriendo una nueva fase”, afirma.
Annual y Alhucemas
La comparación con el desastre de Annual, la mayor derrota militar española en el siglo XX, ocurrida en 1921, es inevitable. “Indudablemente Annual tuvo mucho más impacto político, no solo por las bajas, sino por las consecuencias que se derivaron del ‘Informe Picasso’”, sostiene el autor. La gestión institucional del desastre, considera el autor, derivó en la dictadura de Primo de Rivera, el fin de cinco décadas de parlamentarismo y el ascenso de nuevas élites que moldearían la derecha del periodo republicano con nombres como José Calvo Sotelo, José María Gil Robles y Antonio Goicoechea.
Alhucemas, en cambio, “ayudó a legitimar la dictadura y dotó de una moral de victoria a las fuerzas españolas en Marruecos, elevando a sus jefes -especialmente al joven general Franco- a la categoría de héroes, pero no tuvo la misma trascendencia en el sistema político español”.
No obstante, según Bolaños, “las consecuencias de ambos acontecimientos se entremezclaron en 1936, ya que un número importante de los militares victoriosos en Marruecos (José Sanjurjo, Manuel Goded Llopis, Miguel Cabanellas Ferrer, Gonzalo Queipo de Llano, Emilio Mola Vidal o el propio Franco) fueron los grandes protagonistas de la sublevación de julio de 1936”, concluye.
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