A Paloma Sánchez-Garnica se le presentan las historias, no las elige ella. La novela que acaba de publicar, La sospecha de Sofía (Planeta), le costó mucho tiempo dar con ella. “Estuve un año y medio buscándola, cada día me sentaba delante del ordenador hasta que, en un momento dado, a través de una lectura, tuve el primer chispazo y, a partir de ahí, empezó a salir como un tiro”, cuenta la escritora a El Independiente.

El personaje de su novela es una mujer de la postguerra española. Científica, pero condenada a servir al hogar y al marido, algo que cambia cuando su marido regresa de un misterioso viaje por París y, sobre todo, Berlín.

Responde a nuestras preguntas sentada en un punto de control de la antigua Prisión Central de la Seguridad del Estado de la República Democrática Alemana en Berlín. La prisión donde la temida y omnipresente Stasi torturaba a sus ciudadanos. El lugar, hoy convertido en el Memorial Berlín Hohenschönhausen, es un museo al que acuden turistas y grupos de escolares a ejercitar la memoria colectiva.

Hasta esta cárcel en la que se practicaba la tortura psicológica sobre los presos hasta que estos se negaban a sí mismos y se postraban ante las exigencias de los carceleros y del Estado, le han conducido a Sánchez Garnica los personajes de su novela. “Los personajes se me fueron presentando y la intriga y todo lo que se les pasa me fue envolviendo y fui avanzando y así salió La sospecha de Sofía”, asegura.

La novela de Sánchez-Garnica está vestida con el traje de una gran novela europea que ha conducido a la autora a adentrarse en la RDA

Sofía es una mujer nacida en la posguerra que crece en una España en la que, empujada por su padre se convierte en científica, pero la vida de una mujer de aquellos años está orientada a servir al hogar y al varón, algo que cambiará para siempre cuando su marido regrese de un misterioso viaje por París y Berlín.

Sánchez-Garnica hilvana con la trama de su novela la encrucijada por la que transitó el continente europeo durante la Guerra Fría, desde la RDA a la España de Franco. “Las dos dictaduras, la franquista, ya haciendo aguas en sus últimos tiempos y resistiendo;  el dictador murió en su cama, pero no era la dictadura de los primeros tiempos; y luego está el otro extremo que es la dictadura socialista de la RDA que estaba en pleno auge en todos los sentidos”.

Entre estos rodillos cargados con todo el peso de la Historia y las grandes cosmovisiones del mundo del siglo XX se desenvuelven sus personajes, entre la Alemania paranoide que construyó un sistema institucional y social panóptico que restringía cualquier forma de libertad, hasta la anacronía ultraconservadora y personalista del franquismo en España. En estos espacio-tiempos de terror las mujeres son las más damnificadas, ni siquiera en la sociedad, supuestamente igualitaria, del socialismo.

“En la dictadura franquista el rol de las mujeres era ser madre y esposa. Estaban anuladas como personas su puesto era el hogar y eran, prácticamente, como menores de edad. No tenían posibilidades de hacer nada, aunque fueran brillantes y valiosas, no sólo para su familia, sino para la sociedad. No se las valoraba y, sin embargo, en el lado de la dictadura socialista de la RDA había esa parte igualitaria de la sociedad en la que las mujeres tenían trabajo igual que los hombres, la maternidad estaba pagada y había guarderías gratuitas; por lo tanto había conciliación. Pero no podían elegir dónde vivían, ni pensar por sí mismas, como en todas las dictaduras”.

La novela de Sánchez-Garnica está vestida con el traje de una gran novela europea que ha conducido a la autora a adentrarse en la RDA. Después de ambientar otras novelas en Madrid, la autora reconoce que quería salir de ese entorno y probar otros escenarios y Berlín se presentó como un reto para ella; “una ciudad con esta anomalía de estar dividida por un muro que condiciona a los habitantes. Yo quería saber, quería entender, cómo vivieron, cómo sufrieron y cómo se adaptaron los habitantes de Berlín, sobre todo, en la RDA cómo gestionaron durante 28 años esta sensación de claustrofobia que debieron de sentir”, explica la autora.

Entre las idas y venidas de sus personajes a España y Alemania la autora se queda con una lección muy orteguiana: “lo que condiciona la vida el nacer, estar en un país o en otro, en un sistema político”. Pero en esas circunstancias, se pueden ver mejoradas o empeoradas, como se aprecia en su novela, con tu ámbito personal. “El compañero o compañera de vida que tengas, con quien vivas, puede ser determinante en tu devenir, en tu destino. Hay que saber valorar lo que tenemos y cuidarlo”, concluye. Y se puede añadir, tras la lectura de su libro: Y defenderlo.