En el campo de minas que es la literatura española actual, ciertas autoras siembran las flores de un pasado arrebatado. Su aliento es fuerte, alejado del suspiro de aquellas que en su día no pudieron escribir. Pero también es resiliente, apoyado por todas aquellas mujeres que sí alzaron la voz. Que sí formaron parte del cambio. Que su literatura es una balsa sobre la que navegar pero, sobre todo, una balsa a la que aferrarse.
Ángela Banzas (El silencio de las olas, La conjura de la niebla) es una de esas autoras que con su mirada al pasado entiende mejor el presente. Su última novela, El aliento de las llamas (Suma de Letras), no podría haberse escrito de no haber sido por esas mujeres que, en su día, lucharon por llegar hasta donde estamos ahora. "Para El aliento de las llamas me inspiré en dos mujeres muy fuertes: doña Emilia Pardo Bazán, a quien tengo como referente no sólo en las letras, sino también como mujer, pues ella ha colocado todas esas piedras por las que ahora transitamos las que venimos detrás, y Gertrudis Gómez de Avellaneda", explica Banzas en conversación con El Independiente.
La novela, a medio camino entre la ficción histórica y el thriller contemporáneo (un género en el que la autora está "encasquetada"), nos traslada a un pazo gallego de finales del XIX. Allí, la escritora Elvira Pardo Losada trata de cumplir la que podría ser la última voluntad de su mejor amigo, malherido en un incendio de la capital: encontrar a una joven llamada Jimena. El pazo de Mariñán sirve de escenario para una historia que "mira un poco al pasado pero también al futuro", y que nace de una pregunta: ¿Cuántas veces debemos morir en una vida para no morir nunca? ¿Cuántas veces debemos arder para aprender a ver y valorar?
Un ejercicio de empatía
Se podría decir que la obra está estructurada casi al detalle para homenajear a Emilia Pardo Bazán. Su rechazo al ingreso en la Real Academia por ser mujer le hizo buscar refugio en Avellaneda, quien no sólo había sido rechazada años antes que ella, sino que había tenido que soportar que las cartas enviadas para favorecer su ingreso se publicaran en prensa para afear la ambición de una mujer, impropia e inadecuada para la época. "Cuando hacen eso, doña Emilia busca sororidad y empatía y le escribe años después de haber fallecido. Es un poco como las Cartas de Petrarca. Eso es lo que yo hago en la novela: un ejercicio de empatía", defiende Banzas.
Las mujeres toman el papel protagonista en todas las obras de la autora. Mujeres con anhelos, con deseos y ambiciones propias. Mujeres que se mantienen fuertes y estables, como la llama de una vela, pero que, al igual que el fuego que repiquetea, son frágiles y vulnerables. El fulgor de la llama es una mirada hacia el pasado, hacia la cera quemada, pero también es un ansia por el futuro, por seguir viviendo. Es, como dice Banzas, una esperanza "entendida en clave feminista", y el aliento no es más que el abrazo que se dan entre ellas. "Ahora lo llamamos sororidad, pero esa solidaridad ha existido siempre".
En la novela hay una búsqueda, la de una mujer amordazada y secuestrada. Su libertad se ha perdido entre las cuatro paredes que la mantienen cautiva y, sin embargo, no ha renunciado a ella. Esa mujer mira al pasado, y en ese lejano ayer reflexiona sobre cómo es la educación. "El género femenino es una construcción. Lo era en el XIX y lo sigue siendo ahora", declara la autora. "Necesitamos tanto atravesar el fuego como sentir esas llamas, porque es lo que realmente nos hace sentirnos vivos. Todo lo demás es invierno y nada más que invierno".
Así, la autora estructura su novela a partir de "muchas capas": "Está el alma, que son las ansias de libertad; el saber, entender el tiempo en que nos toca vivir; el corazón, dónde laten todos estos personajes y sus emociones; y, por último, la piel, dónde está la intriga y el misterio". Esta arquitectura del cuerpo humano está concebida "para atrapar", vinculada a la tendencia actual en sociedad. Una sociedad que, para Banzas, "va mucho más rápido de lo que me gustaría".
El ahora es un juego de géneros
La autora reitera el mensaje feminista que destila su novela, y hace un llamamiento para que la sociedad reconozca el valor de los sentimientos al margen de las jerarquías de género. "Yo me considero feminista desde que supe pronunciar la palabra y entender lo que significaba. Lo que quiero es la igualdad, pero no de género, sino de personas. Ojalá llegue un momento en que, al igual que no vemos una raza o color de piel, tampoco veamos el género".
Porque hay hombres que sienten, al igual que hay mujeres que ambicionan. "Cuando se le dice a un niño que no llore, ¿por qué no va a llorar?", se pregunta la autora. "El suicidio es algo de lo que no se habla y los datos son horribles: es la primera causa de muerte en menores de 35 años y más en los chicos que en las chicas. Ahí hay algo en lo que tenemos que pensar. En la novela pongo el foco en la mujer, sí, pero eso es lo que me permite estar aquí hablando contigo y ponerlo también en ellos, en los hombres. Creo que esa es la responsabilidad que tenemos".
Según Banzas, se está perdiendo la intensidad para sentir y para amar. "Cuando abordaba la novela lo hacía partiendo de la idea de que las emociones son cada vez más superficiales. Parece que estamos un poco anestesiados a golpe de dopamina de nuestras pantallitas". Las relaciones se mueven a través de aplicaciones y, por ello, la escritora considera que "no somos sujetos de consumo, sino objetos de consumo". Ahora, con la sociedad de la comunicación no buscamos proactivamente aquello que nos interesa, sino que nos dicen qué es lo que nos interesa. Nos movemos, nos movemos y nos movemos pero, "más que movimiento, necesitamos pausa".
Leer, pero no cualquier cosa
"Siempre digo que es importante mantener nuestra mirada crítica porque, si no, nos moldea todo lo que tenemos a nuestro alrededor, como esa bicicleta estática en la que te mueves pero no vas a ninguna parte. En la novela hablo de tener los ojos vendados porque es ahí cuando empiezas a mirar hacia dentro, cuando te encuentras. Una vez te conoces, puedes quitarte la venda y empezar a ver, porque ya tienes un filtro propio. Pero, hoy en día, esos filtros nos vienen dados", lamenta Banzas.
La autora conoce de primera mano cómo son las reglas del mundo editorial y los códigos de la novela comercial, pero no se resigna a despachar un producto de consumo para leer y tirar. "Vivimos cansados y necesitamos que nos lo pongan todo un poco fácil para captar nuestra atención pero, una vez que lo has hecho, hay que sacudir un poco por dentro al lector y hacerle sentir".
La literatura como sustento de vida pero, sobre todo, de conocimiento. La romántica juvenil tan de moda en BookTok (como se conoce a los vídeos sobre libros en la plataforma TikTok) ha modificado por completo la forma no sólo de consumir la literatura, sino también de hacerla. Una literatura plagada de relaciones abusivas en las que las protagonistas son sumisas frente a un estereotipo de hombre apartado por la sociedad. Al exponérselo, Banzas cree que esto aboca "a que las niñas sueñen con acabar junto al malote y a romantizar la maldad. No aporta. Es importante leer, pero no cualquier cosa".
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