Soy de los que todavía no acaban de aceptar que los tiempos están cambiando tanto como para que se estén vendiendo entradas para un concierto a más de un año vista. ¡Yo qué sé lo que haré el 24 de diciembre de 2024! En un mundo en el que crecen las incertidumbres al ritmo de los conflictos y la huella humana, cambio climático y pandemias incluidas, salta la noticia de la venta de entradas para Aitana en el Bernabéu y nos volvemos todos locos. Con la de cosas que pueden pasar de aquí a las navidades siguientes…

Hoy hubiera cumplido 108 años una de las más influyentes figuras de la historia de la música. Frank Sinatra también actuó en el Bernabéu, el 25 de septiembre de 1986, y dudo mucho que las entradas se pusieran a la venta un año antes. Sobre todo por la odisea que se vivió para traer de vuelta a una voz que juró, años antes, no volver a España tras dolorosas peripecias con Ava Gardner y un rodaje en la Málaga de 1965 muy poco afortunado. Salió del set hasta el aeropuerto en helicóptero para no tocar el suelo. Con eso lo digo todo.

Una empresa ruinosa

Recordemos aquel directo. Arsenio Marcos, conocido como Seni, un empresario de origen humilde que había trabajado en diversos oficios antes de dedicarse al mundo del espectáculo, fue el artífice de la hazaña. Admirador ferviente de Sinatra, su amor por su figura hizo que Marcos superase todos los obstáculos financieros y logísticos de tamaña empresa. Hablamos de problemas con la SGAE, dificultades en la venta de entradas y desencuentros con la prensa. Por no mencionar la llegada tumultuosa del crooner al aeropuerto de Madrid, la amenaza de demanda de Xavier Cugat, y las maniobras de última hora para llenar el estadio. 

Efectivamente, Frank Sinatra no llenó el Bernabéu, y Aitana lo va a hacer casi un año antes. Mátame camión. En aquel 86 de España en el Mercado Común y de referéndum de la OTAN, los precios iban desde las 2.000 hasta las 80.000 pesetas (“de entonces”) en primera fila. Dos días antes del evento se habían vendido apenas 10.000 de las 60.000 del aforo. En el último día te podía tocar gratis una de las 16.000 que se regalaron a toda prisa entre los empleados de la discográfica Warner, miembros de la policía y militares. Ruina, pero había que llenar. Más que nada porque el jefe del Rat Pack se traía una orquesta con 35 músicos de la Filarmónica de Londres y otros cuatro elegidos por él. Estuvo hora y media, justito, pero deleitó, claro. Imposible defraudar. Nunca fue con él fallar en lo más mínimo.

Y es que, seamos claros, se ganó a pulso que la música y la voz de Frank Sinatra nunca pasen de moda.

El legado eterno de un perfeccionista enfermizo

Es una conclusión a la que puede llegar cualquiera. Podemos dar vueltas al fenómeno, conociendo o intuyendo sus facetas poliédricas más llamativas, o incluso teletransportarnos a la durísima realidad de la primera mitad del siglo XX en la que le tocó nacer. Pero siempre acabaremos llegando a la misma conclusión: el hombre que nació hace hoy exactamente 108 años y que se convirtió en figura, será eterno. 

Uno de los legados menos conocidos de esta estrella que tanto brilló en lo musical es la forma en la que cambió para siempre la forma en la que técnicamente se captaba el sonido de los cantantes. En su perfeccionismo casi enfermizo consiguió que el sistema de microfonía y amplificación de la voz en los shows en vivo sean los que han heredado el resto de voces solistas después de él. Antes de Sinatra, el cantante debía cantar fuerte, como era de esperar de un profesional. Tonterías. Este seductor sabía que en los pianísimos podría enamorar aún más. Así fue cómo técnicamente se cambió para siempre la compresión y captación del delicado instrumento inherente al ser humano llamado voz. Gracias a su legado, Aitana, si quiere, puede cantar bajito en el Bernabéu dentro de un año, que se la escuchará perfectamente.

La Voz seguirá resonando en momentos en los que se necesite música de verdad. Su repertorio, totalmente navideño, nunca faltará en estas fechas en miles de hogares, incluido el mío. ¿Por qué? Más allá de su talento vocal, Frank era un personaje único, una actitud, un referente, un verdadero influencer mundial de su tiempo. Nacido en una familia de inmigrantes italianos en Nueva Jersey, Sinatra creció durante la época del jazz en las calles, lo que definió su estilo musical y su actitud de superación constante hacia la vida.

Aquella maldita canción

Remontándonos a sus comienzos, podemos imaginar a aquel chiquillo de brillantes ojos azules en la Norteamérica de los años 30 quedarse boquiabierto ante el reciente fenómeno del jazz. Gracias al músico y arreglista Billy May fue pionero en sacar al género del tugurio y llevarlo a la big band. A partir de Frank, sería elegancia y glamour. Tanto es así, que odiaba uno de sus mayores éxitos por no ser suficientemente jazzistico. "Strangers in the Night” fue, para él, “la maldita canción” que le tocaba sí o sí cantar en sus conciertos.

Si no quieres caldo, toma dos tazas: fue la ganadora de los Grammy de 1967 y número uno mundial. Sonreía enseñando sus perfectos dientes blancos cada vez que la interpretaba, pero siempre fue una concesión al respetable. Y eso que hay donde elegir. Grabó más de ochocientas canciones, incluyendo el himno no oficial de la capital del mundo conocido: "New York, New York". Se llevaba el espíritu de la megalópolis hasta Tokio, cuando tocaba hacerlo.

Hay quien hasta cree que es obra suya. Nada más lejos. Antes de que él la interpretase, Liza Minelli la hizo suya en una película de Scorsese que surgió a rebufo de Cabaret y llamada igual, que no llegaría muy lejos.

Si hay una pieza musical con la que despedirse del hombre al que enterraron con las monedas que, desde el secuestro de su hijo, llevaba en su bolsillo “por si necesitaba hacer una llamada”, esa es "My Way".

Tuve algunos remordimientos, aunque son muy pocos para mencionarlos. Hice lo que debía hacer y seguí hasta el final sin evitar nada. Viví… a mi manera.”