La llegada de la Navidad disparará el consumo de marisco en los hogares y en los restaurantes, mesas repletas de gambas, almejas, langostinos o mejillones disfrutando de la Navidad sin sobresaltos digestivos y sin excesos que luego pasen factura. Saber cómo incide este alimento en el organismo es la garantía de mantener la cordura y el equilibrio entre el placer y la moderación en unas fechas en las que la abundancia viene a ser lo habitual.

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El impacto del marisco en la salud

Los mariscos ocupan un lugar destacado entre los productos típicos de estas fiestas, pero no todos los organismos reaccionan igual ante su ingesta. Las personas con cifras elevadas de colesterol deben moderarlo de forma estricta, ya que los crustáceos tienen un contenido especialmente alto muy favorable comparado con las magras de la dieta habitual; en estos casos, una ración puntual de forma mensual será más adecuada que una presencia continua en la mesa de las fiestas navideñas.

Equilibrio en dietas y planes de control de peso

Las personas cuyos hábitos se caracterizan por una alimentación equilibrada y que no presentan problemas de hipercolesterolemia, ni tienen niveles de ácido úrico incrementado, pueden consumir el marisco más asiduamente. Así, hasta dos raciones semanales pueden encajar dentro del marco de una dieta saludable, dado que el marisco es rico en proteínas, tiene un escaso valor calórico y proporciona un sabor intenso que sacia rápidamente. No obstante, hay que matizar que las ingestas excesivas pueden elevar las probabilidades de desarrollar intolerancias y molestias digestivas.

Cómo afecta el marisco en situaciones específicas

En el periodo navideño, la variación de horarios, la falta de un sueño regular o los excesos de comida, pueden desencadenar episodios de migraña. A estos factores les añadimos el marisco, ya que son capaces de generar reacciones inflamatorias en las personas que son susceptibles. La liberación de histamina a raíz de una reacción alérgica alimentaria es capaz de potenciar el dolor de cabeza. Por este motivo, las personas que sufren de migraña deben controlar su ingesta y no caer en los excesos propios de esta época.

Riesgos con ácido úrico elevado

El incremento de ácido úrico es incompatible con la ingesta de marisco, especialmente langosta y langostinos, muy frecuentes en los menús de Navidad. Su consumo puede elevar los niveles de purinas y provocar las crisis dolorosas. En estas ocasiones es preferible elegir alternativas más "suaves" y disfrutar de los menús navideños sin problemas.

Marisco sin asumir riesgos

En Navidad se incrementa el número de comidas fuera del hogar y se incrementa el riesgo de ingerir salsas o guarniciones que puedan contar con trazas de marisco. Las personas alérgicas deben evitar el marisco por completo, incluso en pequeñas cantidades, ya que se provocaría el riesgo de exposición a reacciones alérgicas y anafilácticas. También hay que considerar la presencia de anisakis en especies como, por ejemplo, el calamar, la sepia o el pulpo. En este sentido, el tratamiento térmico es muy importante.

Consumo responsable

Las modalidades de cocción son las que permiten distinguir un plato más saludable de uno más pesado. Las elaboraciones más simples (hervido, plancha, a la brasa, vapor u horno) permiten disfrutar del marisco sin la necesidad de sumar grasas innecesarias al plato. Las elaboraciones de marisco que encajan mejor en estas fechas de gran abundancia son las almejas al vapor, los mejillones naturales o los langostinos cocidos. Aquellas guarniciones que son frescas y tienen como base las verduras -un salpicón más ligero- permiten que el plato esté acabado, pero no robando protagonismo al producto en cuestión.

De este modo, el marisco puede continuar siendo una tradición navideña sin menoscabar el bienestar. Compartirlo con moderación y elegir también buenas preparaciones facilita que la navidad se viva sabrosa, pero también sana.

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