Salud

Tiques, táperes y biberones: riesgos y mitos del bisfenol A

Productos que tienen y no tienen bisfenol A

Productos que se hacen y no se hacen con bisfenol A Pixabay

El Bisfenol A (BFA) es una sustancia usada en la fabricación de plásticos de policarbonato o las resinas epoxi. Su uso está extendido en táperes y en el recubrimiento interno de latas u otros contenedores de comida o líquidos. También está presente en el papel que se "imprime" mediante calor.

Los temores se han documentado desde los años treinta del siglo pasado. En realidad, se sabe que tienen una capacidad de imitar el comportamiento de las hormonas, encender y apagar procesos en nuestro organismo y alterar el metabolismo. Está ampliamente documentado y reconocido como un tóxico. En general, como en toda sustancia tóxica, en la dosis está el veneno. Aunque en el sistema endocrino, las cosas no siempre funcionan así. Lo cierto es que en cancerígenos como los rayos del Sol o la contaminación respirada en las ciudades la literatura científica nos marca unos límites de exposición sin riesgo. ¿Cuánto es mucho bisfenol A en nuestra vida? ¿Dónde está presente? ¿Hay alternativas? Aquí van algunos datos, mitos y dudas sobre este compuesto.

Bisfenol, una sustancia "preocupante"

Sí. Según la Agencia Europea de Sustancias Químicas

 
La UE ya prohibió en el año 2011 el uso de bisfenol A en la fabricación de biberones, después de que lo hicieran EE.UU. y Canadá. Pero lo considera seguro en otros usos. Eso sí, el término UE o "Europa" es muy amplio. La Agencia Europea de Sustancias Químicas lo considera una sustancia "muy preocupante". Según determinó en 2017, "tiene efectos tóxicos para nuestra capacidad reproductora". Literalmente: "probablemente pueden causar efectos adversos en el riñón y el hígado, así como efectos en las glándulas mamarias de los roedores". Todos los fabricantes, importadores o proveedores de BPA, deben clasificar y etiquetar las mezclas que contienen BPA como tóxicas para la reproducción de categoría 1B desde 1 de marzo de 2018. A partir de ahí, el consumidor decide.

La típica botella de agua PET tiene bisfenol

No, no está en el PET

 
Aunque los propios fabricantes recomiendan no rellenar las botellas de plástico, si están fabricadas con PET (etiquetado con un triángulo y un 1), el bisfenol A no participa en su elaboración. Pueden desprender otras sustancias, pero desde luego, no esa. Los triángulos con el 3 (PVC) y el 7 (otros, como el PC), sí.

Clasificación y etiquetado de plásticos

Clasificación y etiquetado de plásticos

 

¿Tintas y táperes que provocan cáncer?

Nadie ha podido demostrarlo

 
No se ha probado una relación directa entre la exposición a estas sustancias y el cáncer. Lo que definitivamente no es preciso es hablar de que "la tinta del tique de compra provoca cáncer". El bisfenol no está en la tinta, sino en el recubrimiento del papel. Y más bien tendríamos que hablar de lo que se hace con él.

Desde la agencia europea se plantea la necesidad de sustitutos para este componente. El problema es que hay sustitutivos que actúan de manera similar al bisfenol A. En todo caso, las investigaciones se orientan fundamentalmente a ver cómo opera esta molécula en relación a la activación o desactivación de hormonas, con las consecuencias que tiene en nuestra salud, no tanto el poder mutagénico (provocador de tumores) que pueda tener.

En 2004 corrió un bulo en forma de correo electrónico según el cual las fiambreras de plástico o táperes (polipropileno) provocaban cáncer por el desprendimiento de sustancias tóxicas presentes en su fabricación. Se citaba un supuesto estudio de un hospital estadounidense que tuvo que desmentirlo... junto a otros 13 puntos alarmistas sobre "cosas y acciones" que provocan cánceres.

Con todo, cánceres como el de próstata o mama, pueden estar relacionados con disruptores endocrinos, aunque no se pueda vincular hoy por hoy la aparición de uno concreto a la exposición cotidiana al BFA. Algo que sí ocurre con otros tóxicos, como el tabaco o el alcohol.

 

¿Calentar táperes y biberones en el micro?

Si se indica como apto, debería ser seguro. Si no, no.

 
En Europa está prohibida la fabricación de plásticos alimentarios para bebés en los que aparezca el bisfenol A, en esencia, biberones. Es un bulo que lleva circulando desde los primeros años 2000 –en la línea del hoax explicado en el punto anterior– que, al meter táperes en el microondas "liberen dioxinas". Calentar recipientes de plástico es una práctica peligrosa si no se indica lo contrario en el envase. Pero, sobre todo, porque pueden derretirse. Un reglamento comunitario de 2004 revisaba las limitaciones sobre los plásticos aptos para el uso alimentario.

Respecto a los biberones, en Estados Unidos se demostró estadísticamente en un estudio que hay una relación entre su exposición en bebés y la tendencia a la obesidad cuando se hicieron mayores.

En la misma línea, en España se hizo un estudio en la ciudad de Sabadell evaluando a 657 embarazadas entre 2004 y 2006. Dentro del proyecto INMA, observaron las concentraciones de bisfenol A en la orina de estas mujeres y lo correlacionaron con una mayor presencia de obesidad infantil en sus hijos. Una vez más, las gestantes y los más pequeños son los que se ven más afectados, por cuestiones hormonales en donde la molécula puede interactuar fácilmente.

Un estudio de 2015 (también de la UGR) encontró BPA en 8 de sólo 10 muestras de leche materna analizadas. En cinco de ellas se cuantificó en concentraciones que oscilan entre 0.6 a 2.1 nanogramos por mililitro.

 

El bisfenol te hace menos hombre

En todo caso, te hace menos ratón

 
Un estudio publicado en la revista PNAS en 2011, vino a demostrar que la exposición al bisfenol A altera algunos rasgos sexuales de ratones ciervo machos y dificulta su capacidad para encontrar pareja. Los investigadores creyeron posible también que los humanos también podrían ser vulnerables, en la misma medida, a este compuesto. Pero eso, por ahora, no ha podido ser demostrado.

 

El bisfenol A, un problema para diabéticos

Lo demostró un estudio español

 
Investigadores de la UAH han realizado estudios publicados internacionalmente en los que señalan que esta sustancia puede inducir a la enfermedad renal e hipertensión arterial, en especial en los pacientes diabéticos. Pero, una vez más, hablamos de la molécula en sí. No de su uso para unirse a otras en la fabricación de polímeros. ¿Quiere decir eso que no pueda haber "moléculas sueltas" en un envase, por ejemplo? Podría, y el impacto de la sustancia liberada es lo que se sigue investigando.

Según explica a El Independiente el investigador Ricardo Bosch, autor de ese estudio, "más del 95 % de la población de los países desarrollados, incluyendo claro esta España, presenta BFA en sus líquidos corporales cuando lo natural sería no tenerlo". En todo caso...

 

Europa concluyó que no hay peligro

En bajas dosis, según la EFSA

 
Literalmente, la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) consideró en 2015 que “la estimación de la exposición agregada a BPA a través de la dieta y de otras fuentes (polvo, juguetes, cosméticos, papel térmico) para los grupos de población más expuestos, –bebés, niños y adolescentes– es inferior a la dosis diaria tolerable temporal (t-TDI) de microgramos por kilo de peso corporal al día, indicando que la preocupación para la salud es baja a los niveles estimados de exposición. Sin embargo, el Panel indicó que hay una considerable incertidumbre en la estimación de la exposición a través de fuentes diferentes a la dieta”.

 

No comas tiques... ni uses desinfectantes con ellos

En efecto, ninguna de las dos cosas es buena idea

 
La química y divulgadora Déborah García Bello es muy gráfica al respecto: "¿Es que os coméis los tiques? Entonces tenéis otro problema". La autora de Que se le van las vitaminas es toda una activista anti quimiofobia y dedica en su libro un capítulo entero al bisfenol A. Ciertamente, toquetear los tiques no implica que su bisfenol A atraviese nuestra piel para entrar en el torrente sanguíneo. El nivel de penetración cutánea es bajo (el estudio de la UGR no entra en ello), salvo que lo ayudemos un poquito: los desinfectantes domésticos pueden hacerlo.

Unos investigadores estadounidenses pensaron en una práctica que sí es más realista que comerse los tiques: sostener el del pedido en una hamburguesería hasta que nos entregan la comida. Manoseamos el tique durante unos minutos y luego tocamos la hamburguesa y las patatas con las manos impregnadas en bisfenol A. Incluso si no comemos con las manos, se produce un riesgo si usamos desinfectantes en nuestros dedos. Estas sustancias actúan facilitando la penetración del bisfenol. Y ahí sí encontraron cantidades significativas en la orina de las personas estudiadas.

Por concluir. Las autoridades son cautas respecto a esta sustancia. Llevan, en Europa, desde 2016 tratando de establecer una protocolo científico claro que estructure toda la literatura científica publicada a partir de 2012 para poderla someter a revisión.

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