Si después de un largo período de sedentarismo - o porque ya uno no recuerda la última vez que hizo deporte - hacer ejercicio se hace cuesta arriba, la razón puede ser más física que psicológica. Tan física como una proteína, denominada Piezo1, que podría desactivarse con la inactividad.

Esta es la conclusión a la que han llegado científicos de la Universidad de Leeds (Reino Unido) tras realizar un estudio en ratones. El trabajo se publica en Journal of Clinical Investigation. La proteína Piezo1 es un sensor del flujo sanguíneo y cuando se apaga, reduce los capilares que llevan la sangre a los músculos, como explican desde la Universidad de Leeds. Esto provoca una mayor inactividad y dificulta el hacer ejercicio.

La investigación plantea que aunque hace ya 2.500 años que se conoce que el ejercicio es bueno para la salud, aún no hay una clara evidencia sobre los mecanismos moleculares que sustentan esos beneficios. Como exponen los responsables del estudio, "es un misterio cómo se desencadenan inicialmente los beneficios del ejercicio a a nivel molecular. Es razonable suponer que debe haber un sistema biológico que contenga uno o varios sensores que indiquen al cuerpo el grado de actividad física, pero el sensor no está claro".

Los científicos creían que la respuesta podía estar en el endotelio, que es la capa que separa los tejidos de la sangre. La principal función de las células endoteliales es regular el flujo y la perfusión de la sangre a través de cambios en el diámetro y en el tono vascular. En este sentido, los investigadores ya habían visto (en otros estudios anteriores) que la proteína Piezo1 era responsable de la presión arterial en ratones que hacían ejercicio, pero los experimentos solo había suprimido esa proteína dos semanas y la reducción del rendimiento era modesta. Por ello, para este experimento decidieron alargar el período de reducción a 10 semanas.

Así, para el experimento los investigadores compararon dos grupos de ratones. A uno de ellos se le alteraron los niveles de Piezo1 durante diez semanas. Observaron su actividad - caminar, trepara o correr en las ruedas - y el grupo con la proteína desactivada mostró una sorprendente reducción de la actividad. Aunque los ratones con la proteína alterada practicaban actividad durante el mismo tiempo que los controles, tenían menos rendimiento debido a una menor velocidad. Es decir, explican los investigadores, no es que tuvieran un menor deseo o interés en hacer ejercicio sino una menor capacidad.

Fiona Bartoli, investigadora postdoctoral de la Facultad de Medicina de la Universidad de Leeds y autora del estudio, aseguró en el comunicado que "el ejercicio protege contra las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, la depresión y el cáncer. Por desgracia, muchas personas no hacen suficiente ejercicio, por lesiones o el uso del ordenador. Esto hace que la gente corra más riesgo de padecer enfermedades. Cuanto menos se ejercita la gente, menos en forma está, lo que a menudo conduce a una espiral descendente". Bartoli añade que "mantener las proteínas Piezo1 activas mediante el ejercicio puede ser crucial para el rendimiento físico y la salud".

El autor principal, el profesor David Beech, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Leeds, añade una segunda variable a las conclusiones de su estudio. "Nuestro descubrimiento también ofrece la oportunidad de pensar en cómo podría tratarse la pérdida de función muscular de nuevas maneras: si activamos Piezo1, podría ayudar a mantener la capacidad de ejercicio".