Se nota que las vacunas son extranjeras porque nos han llegado en plenas vacaciones y España, como el gran estanco con bandera de estanco que es, no funciona en festivos, en domingos, en días de la patrona ni en puentes con caravana. Con las vacunas hicimos nuestra ceremonia de las uvas, poniendo una docena o así muy adornadas de espumillón pero un poco amargas, como el propio menú extraordinario del asilo o del hospital, y ya luego seguimos con lo nuestro. O sea, ya nos dedicamos a atender al cuerpo como de nutria mojada de Cristina Pedroche, a preparar un entierro para la Puerta del Sol como un entierro vikingo, a la ingeniería de diseñar un roscón de Reyes sin haba o, en el caso del Gobierno, a lanzar al candidato Illa aprovechando (lo dijo el propio Iceta como argumento incontestable) que el mitin era en domingo.
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