El Fiscal General del Estado se juega mucho en el nombramiento del nuevo jefe de la Fiscalía Anticorrupción. Después de lo sucedido con Manuel Moix, que fue desacreditado desde el minuto uno por quienes querían tener el control sobre esa Fiscalía, o al menos no querían que alguien venido de fuera del que es en estos momentos, y por la naturaleza de los casos que investiga, el órgano más importante y el que concita más interés mediático y político de todas las Fiscalías especiales de España, entrara a poner orden allí.

Fue el comentario de Ignacio González  elogiando al fiscal Moix el que le puso en el punto de mira de quienes no lo querían como jefe de Anticorrupción, como si ese comentario pudiera demostrar de alguna manera que González, que desde 2015 en que fue apartado de la candidatura a la Comunidad de Madrid por las sospechas de corrupción que ya le rondaban, siguiera teniendo a la altura de 2017 alguna autoridad dentro de ese partido y mucho menos tanta autoridad como para saber que José Manuel Maza iba a ser el nuevo Fiscal General del Estado, y tanta como para ordenar al Fiscal General el nombramiento de su fiscal Anticorrupción favorito. El cuadro carece de toda lógica pero fue comprado sin objeciones por la oposición y por los contrarios a que en esa Fiscalía entrara a mandar alguien que no fuera de la casa.

A partir de ahí hubo una auténtica persecución a Moix, al que se acusó a continuación de intentar impedir que los fiscales bajo sus órdenes investigaran los indicios que implicaban al antiguo presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, y esa acusación prosperó entre la oposición y los medios afines a pesar de que lo único que Moix había hecho era oponerse a que se incluyera una petición de documentación en un registro que se iba a llevar a cabo dentro de la operación Lezo y que se refería a la compra supuestamente fraudulenta de Inassa, la filial sudamericana del Canal de Isabel II, en el año 2001.

Y la razón era que esa compra no entraba dentro del período de gestión de González sino de la presidencia de la Comunidad de Madrid de Alberto Ruiz-Gallardón y Moix, que ya lo había planteado en el programa con el que presentó su candidatura, tenía como uno de sus propósitos primeros acabar con las macrocausas que, como se ha visto en el lamentable caso de la operación Guateque, albergan demasiadas irregularidades, prolongan hasta el infinito el proceso de modo que vulneran el derecho del ciudadano a la tutela judicial efectiva y mantienen a los justiciables años y años sin que un tribunal resuelva de una manera efectiva su culpabilidad o su inocencia.

Moix tenía toda la razón y no es probable que quien le suceda mantenga una tesis distinta de la de Moix

Moix tenía toda la razón y no es probable que quien le suceda mantenga una tesis distinta de la de Moix. De hecho, el juez Velasco acabó dándosela cuando decidió fraccionar el caso Lezo en seis piezas separadas.

Pero lo que acabó derribando a Moix fue una filtración, posiblemente de los funcionarios de la Agencia Tributaria asignados a Anticorrupción, que decía que el fiscal había heredado de su padre una cuarta parte de una casa registrada a nombre de una empresa radicada en Panamá. Ése fue el disparo definitivo sobre su persona porque, aunque no había nada de ilegal en ello y aunque un hijo no es deudor de los errores de sus padres, es cierto que para la opinión pública española la asociación Panamá- Fiscal Anticorrupción era directamente inasumible.

Manuel Moix  cometió en ese asunto dos errores: el primero, no haber acudido en su día a un notario para renunciar a su herencia para quedar así libre de toda contaminación, habida cuenta de la extrema sensibilidad de los ciudadanos tras haber asistido a incontables corruptelas, fraudes y robos a manos llenas. Y su segundo error fue no haber informado al Fiscal General de este dato, lo cual permitió a sus adversarios acusarle de haberlo ocultado, lo cual le convertía automáticamente en culpable.

Todo este relato se hace para poner de manifiesto las dificultades y el acecho del que puede ser objeto el nuevo jefe de la Fiscalía Anticorrupción si finalmente el designado no procede de la cantera de la Casa. Porque si fuera así, tendría que tener de entrada una biografía no ya impecable sino directamente  inmaculada, sin una sola sombra ni sospecha de sombra ni en su currículum ni tampoco en el de su familia y allegados. Y solo a partir de ahí podrá entregarse a ordenar esa Fiscalía Anticorrupción que necesita urgentemente unos cuantos retoques.

Es urgente devolver a su justa medida la actuación de los agentes: en sus atestados deben abstenerse de hacer calificaciones jurídicas

Porque es necesario y urgente convertir en criterio de normalidad que el jefe es el que manda y no al revés, que sus indicaciones y sus órdenes pueden ser discutidas pero deben ser en general aceptadas sin convertirlas en un motivo para desafiar su autoridad y para sembrar las sospechas sobre su integridad profesional. Y, desde luego, es necesario y urgente devolver a su justa medida la actuación de los agentes de la Guardia Civil y de la Policía adscritos a la Fiscalía Anticorrupción de manera que en sus atestados se abstengan de hacer calificaciones jurídicas que no les corresponden de ninguna manera. Y que se limiten a exponer los hechos constatados y dejen en absoluto de sustituir las comprobaciones objetivas policiales por suposiciones imaginarias rebosantes de expresiones condicionales -"es probable que..., se podría suponer..., no es descartable que..."- que pueden servir para iniciar unas pesquisas pero en ningún caso pueden presentarse como resultado de la investigación, que es lo que lamentablemente está ocurriendo en demasiadas ocasiones.

El nuevo jefe de la Fiscalía Anticorrupción necesita ser un dechado de virtudes y además tener más valor que El Bomba

Y es también necesario y urgente imponer a los fiscales algo que saben perfectamente, esto es, que son ellos quienes tienen que examinar los atestados y no permitir que sean en la práctica los informes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado los que dirijan la investigación de los fiscales y, en consecuencia, la instrucción del juez. Se podrá decir que esto que se dice aquí es una exageración intolerable, pero lo sucedido en el caso Guateque nos exime de explicaciones suplementarias: son exactamente las irregularidades e ilegalidades producidas en este caso, y en otros,  lo que de ninguna manera se puede volver a repetir.

Por todo eso, y porque la tarea es amplia y muy difícil, pero no es permisible que no se corone con éxito, el nuevo jefe de la Fiscalía Anticorrupción necesita ser un dechado de virtudes y además tener más valor que El Bomba. A ver dónde encuentra a ese mirlo blanco y fuerte el Fiscal General del Estado.