Feijóo se llevó tres horas hundido en los pufs de la Moncloa, que tienen algo de limusina de despedida de soltera, y fue para nada, claro, como una borrachera de limusina. Sánchez no quería acuerdo, sólo quería el protocolo, ese protocolo del poder, de él recibiendo a Feijóo, admitiéndolo en la política digamos, y conduciéndolo luego a ese salón donde no se hace mucho aparte de figurar, como si fuera el reservado de Sergio Ramos en una discoteca, con sofá blanco, decoración de kimono y segurata con cordoncillo. Digo que Sánchez no quería acuerdo porque su plan se lo dio a la prensa del Movimiento, o sea El País según Makinavaja, pero no a Feijóo, así que mucho interés no tendría. Sánchez seguramente no estaba para acuerdos teniendo ese banquete con Mohamed VI, banquete con danza de siete velos y el rey todopoderoso tocando el pandero real, o lo que sea que haga un rey todopoderoso en las fiestas sagradas y las noches bulbosas y dulces de África, que ahora también son las de Sánchez.
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