Nunca olvidaré este año porque ha sido el de la iluminación. La vida es árida e invernal por temporadas, como el paisaje que observaban los soldados de la fortaleza Bastiani, en El desierto de los tártaros. Otras veces, la existencia adquiere frenesí y acelera el pulso, como ha sucedido en estos tres centenares de días, desde que Pedro Sánchez inició una batalla contra los medios críticos y un nutrido grupo de colegas se prestó a ejercer con gusto el papel de mamporrero e inquisidor. Alguno lo hizo tan bien que en pocas semanas pasó de transcribir lo que le interesaba al consejero delegado de Prisa a trabajar de asesor en Moncloa. Todo un logro. Un alumno aventajado.
Estos extraordinarios compañeros han hecho todo lo posible para limpiar de inmundicia el panorama mediático, donde existe una prensa plural, abierta y sana; y otra que es cautiva de los intereses del triunvirato antidemocrático conformado por jueces conspiradores, partidos de la oposición (ultras) y empresarios mediáticos cuya razón de ser es el vasallaje a una élite reaccionaria y materialista.
Los diarios digitales del eje observan la realidad con visión de túnel y no admiten debates internos, al contrario que la prensa libre, que es tan libre y tan independiente que esta semana no ha publicado el artículo de una columnista que responde al nombre de Barbijaputa. Hay razones para pensar que a la autora la censuraron por cuestiones editoriales, dado que el texto era molesto con la doctrina trans. Los medios tienen la capacidad de aceptar o rechazar las propuestas que les envían sus colaboradores, pero el hecho de dirigir de una forma tan maniquea un debate abierto dentro del feminismo ilustra bien sobre su filosofía.
A Barbijaputa le sentó a cuerno quemado la decisión, que, ciertamente, fue una Barbijaputada. Así que se quejó en sus redes sociales de forma airada. El periódico, que es Público, dirigido por Manuel Rico y editado por José María Crespo y Jaume Roures -este último, factótum mediático de Podemos- ha decidido romper la colaboración, cosa normal si uno micciona fuera del tiesto con tanta vehemencia, pero que no deja de suponer otra muestra de intransigencia.
El debate de las ideas
La cabecera difundía el jueves un comunicado en el que reafirmaba su compromiso “con la libertad de expresión y el debate de ideas”, pero, por lo que sea, su director se negó a publicar una columna que celebraba como un hito de la lucha feminista la sentencia que difundió la Corte Suprema del Reino Unido el pasado 16 de abril, que establece que los términos "mujer" y "sexo" en la Ley de Igualdad de 2010 se refieren exclusivamente al sexo biológico, lo que descarta a las personas trans de ciertas protecciones legales que tienen las mujeres.
No tengo mucha esperanza en el futuro porque el ser humano siempre se las empeña en empeorar todo con el fruto de su egocentrismo -ocurrencias, aspavientos y creatividad innecesaria-, pero quiero pensar que cuando, dentro de unas décadas, se reflexione sobre la teoría de la libre elección del sexo biológico, haya alguien que, indignado y sin miedo a que le demanden por haber cometido un delito de odio, pegue un golpe sobre la mesa y diga: “eran completamente imbéciles”.
La sentencia británica vuelve a encaminar el debate hacia la postura racional. Hacia la que da por sentado que la combinación genética que nos moldea nos predispone a 'ser algo' que no podemos elegir libremente. Las feministas de Podemos han opinado lo contrario en estos años; y parece que el director de Público y sus editores no quieren que sus lectores reflexionen con un texto de opinión que cuestiona ese paradigma, no vaya a ser que se empoderen, asuman su libre albedrío e incluso se desmarquen de las posturas defendidas por el poliburó.
¿Y qué es la revolución?
Podría hacerse mucha sangre sobre esta decisión porque se ha producido dentro de uno de los medios donde más han insistido sobre la labor arcillosa y mugrienta de la 'fachosfera'. También podría incidirse en el papelón que ha hecho el Sindicato de Periodistas de Madrid al salir en defensa de Público ante la campaña “injusta y dañina” de “acoso y desprestigio” que ha sufrido tras despedir a su columnista. Sin embargo, aquí hay dos conclusiones bastante más interesantes.
La primera cuesta pronunciarla sin cierto cinismo; y es que no existe mayor certeza que la revolución tarde o temprano devora a sus hijos. Barbijaputa es la última 'jueza popular' en ser purgada por los revolucionarios. Es digna heredera de Danton, de Babeuf, de Robespierre, de Trotski o de Wentian.
No lo celebro porque las ideas siempre se deben debatir. Lo contrario es autoritario e inmoral. Su artículo no era irrespetuoso. Lo que sucede es que será etiquetado como tránsfobo por la razón que explicaba Gad Saad en La mente parasitaria, y es por oponerse a los intereses de una minoría sobre-victimizada y sobre-protegida. Deseo la mejor de las existencias a todo aquel que opte por el camino de la transexualidad y que pueda vivir sin sentirse discriminado ni cohibido por los intolerantes. Ahora bien, cuesta estar en desacuerdo con lo que expone el autor en el citado ensayo, a lo que, por cierto, Podemos se opone de principio a fin.
Ejemplos lacerantes
Hay un capítulo que inicia con el relato de una doctora en filosofía, transexual, que se convierte en campeona del mundo de ciclismo femenino en pista, tras imponerse a las mujeres que competían en la prueba. Este especialista en Ciencias Evolutivas y del Comportamiento pregunta a la vencedora si siente que ha discriminado al resto de las participantes, en cuanto a que su sexo le otorga una evidente ventaja en la prueba. La respuesta es el bloqueo. La censura.
Reflexiona después sobre la situación de la actriz Charlize Theron, a cuyo hijo trata como a una mujer porque a los tres años afirmó que se sentía así. Saad se cuestiona el porqué el progresismo ha desarrollado diferentes teorías sobre la necesidad de librar a los menores de edad de penas de cárcel, al considerar que el cerebro no se desarrolla en su plenitud hasta los 20 años, pero en este caso otorga todo el crédito a las palabras o al comportamiento de un infante de 40 meses.
Observaba esta semana a 'el gran Wyoming' mofarse de la Iglesia con representaciones satíricas de un cónclave y pensaba dos cosas. La primera es que hay que saber retirarse a tiempo o, al menos, reflexionar acerca de la oportunidad y la gracia de exponer ante la audiencia los mismos chistes que hace 40 años. La segunda inquietud que me asaltaba se puede resumir en una pregunta: ¿Habrá caído en la cuenta ese progresismo tan concreto de que, mientras critica a una institución religiosa por considerarla ajada se ha convertido en algo muy similar; o incluso más intransigente con quien se opone al dogma, a la forma del rito o al credo?
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4 Comentarios
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hace 2 segundos
Rubén, has abusado de la hipèrbole con lo de que la Barbijaputa «Es digna heredera de Danton, de Babeuf, de Robespierre, de Trotski o de Wentian».
Esta no pasa de ser una más en los mundos de Twitter. Que le den. A ver si ahora hay que buscar a mártires entre esta gente. Tiene lo que se ha buscado. Su sorpresa es quién se lo ha dado: sus camaradas.
hace 34 minutos
Hablando del Pequeño (ahora) Wyoming y su cadena: es la que más horas ha dedicado al Papa. Paradójico. O no.
hace 3 horas
A mí la actual sociedad española me recuerda a la serie que está de moda en HBO Max; The Last of Us. Una parte de la sociedad ha sido atacada por el virus de la modernidad – a la que hay que aceptar si o si – y la otra parte se resiste a ser, y ver los diferentes aspectos, de la misma forma.
hace 3 horas
Esta panda de podemitas…son todos iguales y se les ve venir de lejos! Después se quejan cuando les toca beber de su propia medicina. Su arrogancia les ciega. A continuación viene el rencor y la sed de venganza. Y finalmente llegará la irrelevancia.