Los dos hidalgos de Verona, de William Shakespeare, quizás sea la primera obra del dramaturgo de Stratford-upon-Avon donde, incluso con posteriores dramas y tragedias de gran calidad, interés y emoción, introduce al personaje cómico Lanza, perrito incluido, y donde, además, comienza a desarrollar esa faceta de enredos y equívocos basados en el amor, donde los bosques tienen una importancia vital, así como la jerarquía de la nobleza, los disfraces para hacerse pasar por otros personajes incluso del sexo contrario, donde su excepcional lenguaje hace de la dramaturgia también un hecho poético. 

Declan Donnellan nos aproxima esta comedia de fecha imprecisa a nuestros días, porque no pasan de tiempo esas confusiones por amor, esos pretendientes de damas que obnubilan, los intereses por conseguir objetivos con embestidas y arremetiendo contra quien no se pone a favor de la causa primordial de los personajes principales. Y con una única escenografía, un panel donde nos van indicando los diferentes momentos por los que pasa la historia en cuestión. 

Así, habrá traiciones, malentendidos, emboscadas, intentos de secuestro, menosprecios, enfrentamientos, el amor y todas sus consecuencias. Oímos las características palabras y diálogos de Shakespeare, aunque, en este caso, su estética sea actual, nos canten una canción al más puro estilo eurovisivo y haya intentos de complicidad con el público contándonos los problemas de producción para sacar un perro a escena. 

Un laberinto de tramas

La obra se desarrolla como una especie de laberinto de tramas entrecruzadas, y aun sabiendo que todo se resolverá favorablemente para los amantes disfrutamos de la buena calidad de las interpretaciones, entre las que me gustaría destacar la de Goizalde Núñez, si bien es cierto que todos están espléndidos, Manuel Moya, Alfredo Noval, Antonio Prieto, Irene Serrano, Rebeca Matellán, Jorge Basanta, Alberto Gómez Taboada y Prince Ezeanyim, que nos hacen pasar un rato de esparcimiento en la frenética realidad actual de preocupaciones sociales, económicas y políticas.

Siempre Shakespeare en la lucha de una misma mujer por dos amigos, en la búsqueda de la fidelidad en la amistad, que no en el amor, en el control que ejerce la patria potestad del patriarca de la familia, en la pleitesía de subalternos en los trabajos, la identidad oculta para acercarse a la persona deseada, todo queda retratado.

El teatro lleno en un martes, además de Semana Santa; eso es crear manantial que hace pensar que no todo está perdido, que aún la cultura interesa y no solo lo efímero, lo que pasa y al minuto se ha olvidado. 

William Shakespeare inmortal, y actual, no nos pongamos estupendos, como decían en la gran Luces de bohemia, lo esencial es darlo a conocer y recordar, porque, al fin y al cabo, lo que tratan sus obras no son, ni más ni menos, que temas humanos, relaciones personales, hechos que aún siguen sucediendo, satisfacción y decepciones, drama y comedia, la vida misma, que nunca pasa de moda. 


Los dos hidalgos de Verona en el Teatro de la Comedia de Madrid hasta el 1 de junio de 2025