Cuando la intensidad del calor llega a su máximo apogeo, las plantas empiezan a vivir uno de los momentos más complicados del año. El verano les pone a prueba y estas exigen unas condiciones específicas para evitar que se marchiten o que su desarrollo se frene. En este contexto, escoger un determinado tipo de abono puede marcar la diferencia entre una planta marchita y un jardín en plena floración. Apostar por soluciones naturales no implica únicamente un respeto por el entorno, sino que también se puede ver como una forma de proporcionar a la tierra todos los nutrientes necesarios para preparar el camino de las especies vegetales en su apertura al mundo y a la vida.

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El mejor abono para plantas en verano

Estiércol compostado

El estiércol animal compostado es un potente aliado para alimentar la tierra en los meses más cálidos. Este tipo de abono natural aporta nitrógeno y fósforo y potasio que son básicos para el desarrollo vegetal. El de gallina destaca mucho más que los demás debido a su contenido en nitrógeno, el de caballo destaca por mejorar la aireación del sustrato y por cultivar mejor la humedad.

Si el proceso de compostaje se realiza correctamente, el fertilizante es seguro y efectivo, ya que aporta materia orgánica, estimula la vida microbiana, mejora la estructura del sustrato, las plantas absorben más agua, obtienen raíces más fuertes y son más resistentes al estrés térmico.

Cómo aplicar el abono sin dañar las raíces

El uso de abono compostado tiene que ser moderado, ya que un exceso puede provocar acumulación en el nitrógeno y dañar las raíces, por eso se recomienda esparcir una capa delgada alrededor del tallo y combinarlo con la tierra para asegurarse de no saturar el sustrato.

Este abono tiene que ser combinado con una rutina equilibrada de riego y exposición solar. Cuando se utiliza con moderación, proporciona a las plantas los aportes que les permitirán soportar el verano y seguir creciendo con vigor.

Cuidados básicos junto al abono

Regar bien pero sin encharcar

El riego de las plantas en verano se ha de ajustar al entorno: basta con introducir un dedo en la tierra para averiguar si el sustrato se ha secado. Si la tierra de los primeros cinco centímetros se muestra seca, ha llegado el momento de regar; así no se contribuye a que se pase de un riego escaso a un exceso y a la putrefacción de las raíces.

Elegir macetas que sean capaces de drenar bien y sustratos bastante aireados potencia la respuesta de las plantas ante el calor y la asimilación del abono.

Luz, temperatura y ubicación adecuadas

La luz natural es importante, pero la exposición directa al sol en las horas más calurosas puede hacer que se quemen las hojas. Lo óptimo es colocar las plantas en zonas bien iluminadas, pero con cierto grado de sombra, sobre todo a partir de la tarde. En la medida de lo posible hay que evitar las corrientes de aire y los cambios importantes de temperatura, ya que son factores que también pueden influir en la estabilidad del entorno en el que se desarrollan las plantas. Al mismo tiempo, al retirar las flores secas, favorecemos la aparición de nuevos brotes, lo que a su vez favorece también la floración.

Cómo utilizar el abono para extender la floración

Estimulación del ciclo vital en condiciones extremas

El abono actúa como un refuerzo nutricional en los momentos más críticos, durante los cuales se ve favorecido el fortalecimiento de los tejidos, el aumento vegetativo y la extensión de la floración. Las plantas no solo aguantan el verano, sino que continúan creciendo con normalidad.

Preparar el sustrato para el resto del año

Abonar bien en verano presenta un sustrato rico en materiales orgánicos y bien estructurados. Pero este tipo de medio también responde favorablemente ante las temporadas más calurosas, evitando que las plantas sean cuidadas con más abono en el futuro.

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